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La agonía del Mercosur

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Si algo le faltaba al Mercosur para demostrar en qué se ha convertido por obra y gracia de sus miembros, lo ocurrido durante la ceremonia por sus 25 años constituyó la representación más perfecta de esa cruda y triste realidad.

Un papelón escandaloso, marcado por peleas absurdas, posturas políticas necias, poses cuasicircenses, y una absoluta falta de visión de los problemas de fondo que enfrenta en bloque y de las medidas urgentes que hace falta tomar para salvarlo de su ya larga agonía.

Para empezar, fue reveladora la ausencia de cuatro de los cinco presidentes invitados. Solo el anfitrión Tabaré Vázquez se tomó el trabajo de asistir a la cita, mostrando la escasa relevancia que tiene hoy por hoy el Mercosur en la agenda de los mandatarios.

Para seguir, el evento se terminó convirtiendo en una caja de resonancia de los dramas políticos internos de cada socio. Los representantes brasileños montaron un circo, algunos protestando por la situación terminal de su presidenta, Dilma Rousseff, otros por el apoyo totalmente fuera de lugar que algunos pretendieron darle a la jerarca, otros porque no les gustó el lugar donde fueron sentados en el acto. Miras altas, que se dice.

Los venezolanos, por su lado, trajeron a Montevideo todo el color y la irracionalidad de su conflicto político doméstico. Se levantaron carteles, se escucharon insultos, se discutieron cosas delirantes. Otra muestra, por si cabía más, de lo ridículo de la idea de meter por la ventana a este país caribeño, con rasgos políticos esquizofrénicos en la ya de por sí complicada familia del Mercosur. Otro gran éxito para sumar a la lista de logros del expresidente Mujica.

Tampoco colaboró mucho, vale decirlo, el actual presidente Tabaré Vázquez. Primero, cuando a través de su canciller intentó promover una moción de apoyo a Rousseff, que fue ninguneada por la mayoría de las delegaciones. Luego, cuando montó un tinglado absurdo con la intención de congraciarse con los legisladores brasileños, que de todas formas terminaron abandonando el evento, desoyendo su pedido específico de que regresaran. Está visto que va a hacer falta mucho tacto, estrategia y determinación si se quiere reflotar el bloque. Y que no va a alcanzar con poses y eslóganes huecos como el ya famoso "más y mejor Mercosur".

El fracasado evento dejó en claro otra cosa; lo ridículo de haber inventado un esquema parlamentario dentro del Mercosur, cuando el bloque no ha logrado construir mínimamente una institucionalidad funcional que resuelva los desajustes básicos que están golpeando a la razón de ser de su creación, o sea el comercio. Esto solo ha replicado los problemas políticos infantiles que ya arrastra cada país en el seno del bloque, y generado cosas absurdas como que el presidente del organismo hoy sea el excanciller argentino Jorge Taiana. Una figura tristemente célebre por su nefasta gestión al mando de la política exterior argentina (de la que podemos dar fe especialmente los uruguayos). Pero que además al haber perdido su sector político las elecciones hace ya largos meses, no tiene ningún peso ni afinidad con la política exterior que hoy lleva adelante su país. De hecho, fue un documento impulsado por Taiana, proponiendo una injerencia externa directa en la política interior de Brasil, lo que inició el desbande de la mayoría de los representantes de ese país.

Mientras todo esto pasaba, mientras corrían insultos, se levantaban carteles, y Vázquez aplaudía, vaya uno saber qué, el venerable Enrique Iglesias intentaba dar un toque de seriedad al asunto, hablando de los desafíos que enfrenta el Mercosur, y de valorar lo obtenido hasta ahora, pese a todos los problemas. Difícil que nadie le haya prestado mucha atención.

Pero, con todo, lo más triste y dramático no fue lo que pasó el lunes en el viejo Parque Hotel. Es lo que viene por delante. El próximo 11 de mayo está previsto como fecha final para el intercambio de propuestas, de cara al demorado acuerdo de libre comercio con la Unión Europea. Ese acuerdo, vital para lograr que el bloque no quede definitivamente aislado de la política global en curso, de macrotratados comerciales, ya tiene de por sí enormes desafíos para ser aprobado.

Y para colmo de males, de acuerdo a los cronogramas previstos, en julio debería ser Venezuela quien asuma la presidencia del Mercosur, y por tanto, quien debería llevar adelante la parte más álgida de las negociaciones. Un frío corre por la espalda de solo imaginar que la suerte de los exportadores y productores nacionales dependa de la capacidad de diálogo y visión política de alguien como Nicolás Maduro. No se le vaya a ocurrir dar cátedra sobre el uso de los secadores de pelo.

EDITORIAL

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