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El bombero que volvió de la muerte

Peligro en el trabajo. Los accidentes laborales cobran una vida por semana o dejan un incapacitado grave Un policía del fuego relata su dramática experiencia luego de sobrevivir a un incendio

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PATRICIA MANGO

Tener un trabajo peligroso es algo a lo que muchos están acostumbrados. Algunos lo llegan a pagar con sus vidas. El caso de un bombero que estuvo a punto de morir es un ejemplo de ello. Luego de ser desahuciado se recupera en su casa.

Tras haber estado 53 días en coma, el bombero Mateo Hernández (27) volvió de la muerte, pese a todos los pronósticos. Es el policía del fuego que cayó con sus vías respiratorias quemadas, en un incendio de Antel de Canelones, el 18 de diciembre pasado. Varias veces lo dieron por muerto; a sus compañeros les dijeron que "lustraran el traje" y se prepararan para el velatorio. Su diagnóstico era tan lapidario que una doctora le dijo a su padre: "No le funciona ningún órgano del cuerpo. ¿Puede entender eso?".

Contra todo diagnóstico sus riñones comenzaron tímidamente a trabajar, aún cuando en el mejor de los escenarios, se preveía un trasplante. Llegó a pesar 114 kilos por retención de líquido y era dializado dos veces por día. El respirador -siempre colocado al máximo posible- dejó de ser necesario. Mateo abrió los ojos y volvió del Centro Nacional del Quemado a Canelones, donde quedó internado un tiempo.

Ahora se recupera en su casa de la capital canaria junto a su hermano de 18 años, el mismo que tuvo que "bancarse todo lo peor; cada vez que venían a decir que no me salvaba, estaba él", dice ahora Mateo.

El bombero luce una férula en su mano izquierda, ya que las sucesivas cauterizaciones para parar las hemorragias perjudicaron su movilidad. Pero ya dejó de usar la silla de ruedas, y la mano y el brazo, caminan a regularizarse gracias a la fisioterapia.

Mientras habla "acomoda" casi permanentemente la garganta como consecuencia de la quemadura y la intubación.

La jornada fatal. Aquel 18 de diciembre el destacamento recibió el aviso y Mateo fue el segundo en ingresar al edificio. Estrenaba un equipo.

Bajó al subsuelo para ver el origen del fuego y para salir, en lugar de tomar la puerta principal, subió al segundo piso, confundido por la espesura del humo y encontró a su compañero tirado.

Arriba vio una banderola y apoyó su pierna izquierda en un radiador para alcanzarla. Rompió el vidrio y sacó la cabeza y el brazo. Con las pocas fuerzas que le quedaban gritaba "estamos acá" pero debido al humo, no lo vieron. Su compañero logró salir, pero él no. La pierna sobre la que se apoyaba, cedió por el peso y la intoxicación. "En ese momento me entregué" cuenta ahora, a cuatro meses del accidente. Al despertar estaba en el Cenaque y recordaba nítidamente lo sucedido.

Entonces recibió todo tipo de asistencia. Diálisis, morfina y antibióticos de forma permanente. Le aplicaron 16 tubos, estuvo casi dos meses sin tomar agua y alucinó las más extrañas historias que "vivió" en su convalecencia. "Yo estaba casado, vivía en una casa arriba del Banco Hipotecario y tenía una hija", contó a modo de ejemplo.

Quizá la que más lo marcó fue la etapa en que, en su inconsciencia, "cuidaba" a una virgen. "Yo creo en Dios, pero no voy a la Iglesia", aclara. Mientras cumplía esa "función" con hambre y sed, casi en condiciones esclavizantes, veía gente que le decía "Mateo, es hora de irnos, vamos". Pero él siempre se negaba. Luego supo que esto coincidió con episodios de muertes en el Cenaque. Cree que fueron las veces que más cerca estuvo de morir.

NEGLIGENCIA. En diálogo con El País, reconoce que entró a tientas, sin preguntar cómo era la estructura.

"Entramos a lo loco", dice, producto de la "inexperiencia". Esto es porque el edificio tiene dos pisos y el subsuelo fue donde se desarrolló el fuego.

Hernández se perdió y eso casi le ocasiona la muerte ya que el humo era altamente tóxico. Pero también afirma que el siniestro pudo evitarse y que Antel cometió una negligencia, ya que las baterías que se prendieron fuego estaban funcionando sin la temperatura adecuada. "Había informes sobre la refrigeración (inadecuada) de los equipos y pasó lo que tenía que pasar".

Los propios funcionarios del centro habían elevado informes sobre el problema de la ventilación en el subsuelo a las autoridades de Antel, asegura. Algo que antes del incendio el bombero nunca había sabido.

Para Hernández, dejaron que la situación "reventara" y suspira al recordar que, como había paro de funcionarios, no estaba lleno de gente como ocurre habitualmente en el local. Además de Hernández hubo un funcionario de Antel que también resultó intoxicado. Sin embargo, en su caso los efectos del humo fueron mucho menos negativos y el funcionario fue dado de alta horas después.

La vocación. Mateo Hernández es el mayor de tres hijos de un matrimonio que integran un policía y una ama de casa. Fue dj hasta que un día se vio en la necesidad de tener otro trabajo. Eligió ser bombero porque le entusiasmó "salvar vidas".

No siempre está en el área de operaciones, porque a veces está de guardia y otras de radio operador; los turnos son rotativos. Ahora, en su casa, mira las crónicas que se hicieron sobre su accidente. "Parece que a la gente le interesa saber que mejoré", dice contento mientras lee la página de El País del 19 de diciembre, donde se convirtió en el protagonista de la crónica.

Su accidente conmovió de tal forma a la sociedad canaria, que una cadena de oración a través de Facebook, que organizó su amigo Pablo Pagano, superó las 500 adhesiones.

Y como informara El País, un grupo de vecinas colocó alcancías en los supermercados de la capital canaria para recolectar dinero. Con todas estas demostraciones, se mostró asombrado. "Nunca pensé", comenta aún incrédulo y recordó cómo en Comeca, había un "desfile" de gente, deseosa de visitarlo cuando regresó a la ciudad. Por cierto, no piensa dejar su carrera. Todavía siente que la profesión lo llama.

Informe. Desde la gerencia de Antel sólo se indicó, ante las consultas realizadas por El País, que aún no se pueden brindar detalles del incidente.

"Se recibió el informe de la Dirección Nacional de Bomberos y debido a las investigaciones en curso no es posible, por el momento, brindar más detalles al respecto", expresó la respuesta enviada por correo electrónico desde el área de prensa y relaciones públicas del ente.

Desde la Dirección Nacional de Bomberos, por su parte, se informó que dado que el informe técnico forma parte de las actuaciones judiciales en marcha no se pueden revelar detalles o divulgar su contenido.

El local siniestrado permanece cerrado al público. Los clientes continúan concurriendo a la Sala Lumière, habilitada dos días después del incendio (ver nota aparte).

Aunque se trata de un caso extremo, el siniestro en la sede canaria de Antel ilustra qué ocurre con los riesgos en el ámbito laboral.

Lumière: los usuarios no tienen privacidad

La sede comercial de Antel, donde además funcionan las "cabinas" para llamadas telefónicas, está ubicada en la calle Treinta y Tres, la principal de Canelones.

A una cuadra del liceo, a tres de la plaza y a cinco calles de la mutualista local, el centro tiene una intensa actividad diariamente. A partir del incendio que la dejó en condiciones inadecuadas para su uso, Antel se instaló, momentáneamente, en el Complejo Cultural Lumière que pertenece a Antel y la administra la Intendencia de Canelones. El edificio, que está a metros de la plaza de la ciudad, tiene dos puertas de ingreso. Por una de ellas se ingresa para actividades propias del lugar. Por la otra, se accede a los servicios del telecentro.

Cumple con el horario habitual de 9 a 17 horas, pero a falta de cabinas, los usuarios hablan en un teléfono ubicado sobre una mesa. "Son dos, una al lado de la otra, cosa que incomoda a la gente", confiaron a El País funcionarios del ente.

Tanto es así que, de acuerdo con las fuentes, el número de personas que concurre a hablar ha disminuido notoriamente. "Nos dicen que no tienen privacidad", explicaron los consultados.

No sucede así con los trámites comerciales que se realizan con la misma intensidad de siempre. "Cerramos a la hora que corresponde pero nunca nos vamos hasta una hora después", debido al intenso tráfico de clientes, comentaron.

A los funcionarios no les han dicho por cuánto tiempo estarán trabajando en el Complejo Lumière. "No tenemos idea de cuándo estará listo el local", indicaron.

La fachada del centro de Antel todavía permanece cubierta por andamios. La pintura exterior fue completada, pero resta mucho trabajo en su interior.

El estado físico y mucha voluntad

La voluntad y el estado físico de Mateo Hernández jugaron un papel decisivo en su actual recuperación.

Mateo practicó un arduo entrenamiento desde muy joven. En el gimnasio local sobresalía entre los demás y tenía por costumbre salir a correr diariamente por la ciudad. Y fue providencial.

Guarda recuerdos entrecortados de su estadía en el CTI, donde sus familiares podían visitarlo sólo dos veces por día durante unos minutos. Aunque las visitas se suspendían si, por ejemplo, algún otro paciente de la sala se "complicaba".

Cuando pudo abrir los ojos por primera vez vio a un médico cerca suyo. No sabía cuánto tiempo había pasado. Quería hablar, pero no podía hacerlo. Cuando por fin lo logró la palabra que pronunció fue "agua".

Mateo recuerda que en ese momento se sintió totalmente paralizado y temió haber perdido la capacidad de caminar. Con el paso del tiempo consiguió tranquilizarse. Mateo cuenta que en varias de las ocasiones que pidió para estar solo, lo hacía porque tenía unas ganas irrefrenables de llorar.

"Lo que podía pasar", era la gran interrogante que lo desvelaba día tras día.

La recuperación fue lenta. Cuando por fin pudo dejar la cama tenía que desplazarse en una silla de ruedas.

Se prometió a sí mismo que haría todo lo posible por dejar la silla.

Finalmente fue dado de alta y salió del hospital en la silla de ruedas. Ya en su casa, una semana y media después, pudo abandonarla.

El siniestro ocasionó caos en un día clave

El incendio de la central de Antel en Canelones ocurrió sobre las 18 horas del viernes 18 de diciembre pasado, el último viernes antes de Navidad. El fuego se originó en el subsuelo del local, que almacenaba baterías.

Como consecuencia del siniestro, gran parte de los usuarios del departamento quedaron sin telefonía fija y celular, así como transmisión de datos por banda ancha. Al día siguiente más de 14.000 usuarios de telefonía fija y celular continuaban sin servicio.

Además de las comunicaciones, también fueron afectadas las redes de cajeros automáticos en fecha de pago del medio aguinaldo, lo que causó caos.

El siniestro afectó las líneas telefónicas de Canelones, Santa Lucía, Joanicó, Cerrillos, así como en Florida, 25 de Agosto, Cardal y Mendoza. Alcanzó a San José a los abonados de Colonia Etchepare y Pueblo Nuevo.

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