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El mandato familiar pudo más y terminó dedicándose a la artesanía con guampa

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Andrea Leyton

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Al principio se resistió, pero finalmente el trabajo en guampa conquistó a Andrea Leyton, que decidió continuar con el legado de Anacahuita, el taller creado por su madre.

"Me negué mucho tiempo a trabajar en el taller, no fue amor a primera vista”, dice Andrea Leyton (48 años) cuando recuerda su acercamiento al trabajo en guampa. Anacahuita se llama el taller que creó su madre, Aída Fagián, hace 40 años y en el que también trabajó su padre Hugo Leyton, por lo que parecía lógico que ella también lo hiciera.

La historia, en realidad, empezó hace 44 años, cuando Aída consiguió que le cedieran un espacio en la Cooperativa de Viviendas de Camino Repetto, en Piedras Blancas, para hacer algo artesanal. Con el cura de la parroquia y una monja investigaron qué tipo de artesanías se podían hacer que fueran representativas del Uruguay y no estuvieran siendo explotadas.

Andrea Leyton
La serie sobre candomberos identifica al taller Anacahuita.

Así fue que los tres, junto a algunas mujeres de la cooperativa, comenzaron un taller que funcionó durante cinco años, hasta que la familia Leyton se mudó y con ellos se fue el taller.

Nació entonces Anacahuita. Se sumó Hugo y con Aída empezaron a diseñar cosas diferentes, que se salían de esa línea habitual del trabajo en guampa en el que predominaban las cucharitas y los mates.

“El emblema del taller son las figuras de candombe. Hacemos candomberos, mamá viejas, gramilleros… hemos hecho hasta la comparsa entera”, cuenta Andrea. A eso se sumaron las piezas de joyería en guampa y alpaca que creó su madre luego de cursar joyería en la Escuela de Arte y Artesanías Pedro Figari.

Andrea Leyton
También hacen peces grandes, además de pingüinos y otros motivos.

El taller se hizo familiar rápidamente, incorporando parientes o personas fuera de la familia que ocasionalmente quisieran aprender a trabajar en guampa. El crecimiento fue tal que, por ejemplo, los talleres en este material que hoy existen en el Mercado de los Artesanos derivaron todos de Anacahuita.

Andrea se incorporó cuando tenía 14 años. “Iba con mi madre a Tristán Narvaja, la Feria del Libro y el Grabado que hoy es Ideas+, la del callejón y después el Mercado de los Artesanos. La acompañaba y atendía con ella; así me fue enseñando el oficio”, recuerda.

Pero no había amor y Andrea intentó alejarse del taller. Pasó por otros talleres, como cerámica y joyería, y trabajó con otros artesanos del Mercado. “Todo lo hacía en forma muy autodidacta, viendo personas que tenían el oficio y me enseñaban”, dice.

De todas formas la sangre pudo más y con el tiempo volvió a sus orígenes.
“Aprendí a querer a la guampa; me atrapó”, confiesa quien desde hace unos 15 años se dedica solo a este material, encabezando el taller que su madre dejó para hacer medicina china. A veces la ayuda su compañero, más volcado a la madera, o su hijo menor Vladimir, de 15 años, que ya manifiesta sus intenciones de aprender.

Presencia en el mercado y en algunas ferias

Las piezas del taller Anacahuita se pueden encontrar en el Mercado de los Artesanos de Plaza Cagancha. También estuvieron en la feria Ideas+, salvo los dos últimos años que Andrea se había mudado a Parque del Plata; ahora volvió a Montevideo.

A veces les preparan plaquetas a otros artesanos o formas (círculos, cuadrados) para que los joyeros coloquen su trabajo en plata o armen llaveros o colgantes.

Últimamente ha resurgido el uso de la guampa para hebillas o prendas creadas por diseñadores jóvenes.

Aída Fagián, madre de Andrea, participó de ferias en Venezuela, Cuba, Argentina y Chile, obteniendo varias menciones.

Andrea Leyton

Primer reconocimiento de varios

En 1993 el taller participó en la 1° Feria Iberoamericana de Artesanía en Puerto La Cruz, en Venezuela, becado por la OEA, obteniendo Mención Especial.

Andrea Leyton

Imprimió un sello propio.

Andrea continúa la línea candombera y le ha agregado cosas propias. También intenta aplicar otras técnicas en productos utilitarios o para la decoración. Por ejemplo, actualmente está haciendo salseras con madera y también una línea de joyería “más funcional y actualizada”, dice.

El público que le compra es, por lo general, gente mayor, que viaja al exterior y quiere llevarse un regalo típico uruguayo o extranjeros que buscan artesanías que identifiquen a nuestro país. También le vende a tiendas que trabajan mucho con turistas o recibe pedidos del interior. “La pandemia nos modificó todo, estamos en un caos, el trabajo bajó bastante”, se lamentó.

Andrea Leyton

Pero como en todo, la vista está puesta en lo que sucederá cuando esto pase. Para entonces proyecta abrir un poco más el taller, que hoy funciona en el fondo de su casa, y dar clases.

“No hay cursos en Uruguay en el que te enseñen el trabajo en guampa. Le hemos enseñado a gente que ha trabajado en el taller, que aprendió e instaló el suyo”, destaca.

El objetivo de Andrea es tomar lo hecho por sus padres, reformularlo o rehacerlo, pero sobre todo seguir con el legado aportando algo nuevo. “Es respeto hacia a ellos, querer honrarlos. Espero poder llegar a la talla”, concluye entremezclando entusiasmo con emoción.

Material noble que sugiere las formas

“La guampa es un material muy noble, muy lindo. Las vetas que tiene, los colores, la ductilidad… podés crear muchísimas cosas a través de ella, te da muchas posibilidades”, describe Andrea Leyton. Agrega que no es una técnica difícil de aprender “porque la guampa se sugiere sola, lo único que hay que saber es cómo tratarla, sus diferentes procesos”.

Por lo general se consigue en los frigoríficos, aunque ahora se complicó un poco porque se la utiliza para la exportación y la compran al por mayor, dejando muy poco para los talleres chicos. Andrea se las arregla comprándole a sus tíos, que trabajan con esos permisarios.

Si se la trae del frigorífico, hay que limpiarla, hervirla, desinfectarla y recién ahí se puede empezar a seleccionar qué es lo que sirve. “Nosotros trabajamos mucho con guampa negra por los candomberos. La guampa nos da la forma, por ejemplo, de los candomberos o de una mamá vieja. También hacemos pingüinos, molinos de viento o peces grandes”, explica la artesana. Tratan de explotar al máximo la forma que trae y aportarle un toque más artístico o armonioso. Ir de lo tosco a lo sutil.

“Para la joyería, buscamos las vetas. Cuando la vamos limpiando o cortando para los broches, los colores y la forma nos van sugiriendo qué hacer con ella, qué tipo de broche poner o el grosor”, acota Andrea.

Dice que de la guampa. por lo general. se aprovecha todo, aunque ahora por la modificación genética de los vacunos están apareciendo guampas más mochas o más chicas a las que hay que adaptarse. Acota que el proceso se valora cuando está terminado. “Hay cosas de las que no tenés idea hasta que están terminadas”.

Aclara que no es un trabajo relajado porque se usan motores y se genera mucho polvo, lo que ha llegado a provocarle asma.

Andrea Leyton

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