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Irse de Cuba buscando libertad: la historia de Víctor y Miguel, un bailarín de flamenco y un periodista

Víctor llegó a Uruguay en 2022 y Miguel ocho meses después. Son pareja y buscan construir un futuro mejor.

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Víctor y Miguel, llegaron de Cuba buscando oportunidades

El apartamento en el que viven Víctor Manuel (38) y Miguel Moret (35) sobre la calle Bulevar Artigas, en Montevideo, es pequeño y luminoso. Tiene las paredes blancas impecables y un balcón por el que entran la luz y el aire, un escritorio donde se acomodan varios libros, un par de sillas, una lámpara, una heladera, olor a comida casera y una cama de dos plazas nueva.

Este monoambiente en el que viven desde hace un mes y medio, estos muebles que pudieron comprar tiempo después de su llegada y, sobre todo, esta cama nueva tendida con sábanas negras, dicen muchas cosas sobre las diferencias con las que cargan, con las que conviven: entre su vida antes y su vida ahora, entre el país en el que nacieron y el país al que llegaron, entre Cuba y Uruguay.

Víctor es bailarín de flamenco. Estudió sociología, trabajó como corrector en un diario donde, también, tuvo una columna propia, recomendó libros en Youtube y en redes sociales y fue el primer booktuber cubano. Miguel es actor y periodista, especializado en crítica teatral. Trabajó escribiendo en un diario, en el segmento cultural de un programa de televisión, en compañías de teatro. Se conocieron hace ocho años y se enamoraron. Un día se fueron de Cuba y llegaron a Uruguay.

Si tienen que explicar por qué, hablarán de muchas cosas, darán muchas respuestas, pero, en un momento, Miguel mencionará la cama que pudieron comprarse para su casa en Uruguay. Dirá que en Cuba nadie se compra una cama nueva, que es imposible acceder a una. Dirá que, en general, las personas compran una que ya fue usada y la mandan arreglar o que heredan alguna. Y que, cuando no es la cama que fue de sus padres, casi siempre es la de alguien que se fue de la isla.

La suya, como cubanos, es una historia de ausencias. Y también de partidas. En Cuba, dicen, todo el mundo tiene a alguien cercano que se fue. En Cuba la conversación casi siempre tiene que ver con eso. Su pasado y su presente, la forma en la que hablan y en la que se cuentan, también.

***

Su historia juntos empezó en un teatro. Víctor estaba trabajando como bailarín para una compañía de La Habana. Y, Miguel, que había trabajado como productor allí, ya escribía en un diario. Ese día había ido al teatro a entrevistar a la directora del espectáculo que se haría por la noche, cuando, bajando las escaleras de una casona enorme de La Habana vieja, lo vio.

Después todo sucedió muy rápido: se miraron, Miguel le dijo que volvería a la función y Víctor también. A la noche, cuando Miguel se sentó en la platea y se abrió el telón y vio a Víctor bailando flamenco, supo que quería conocerlo. Lo esperó al final de la función, salieron a caminar por el Malecón, conversaron como si se conocieran de toda la vida y nunca más se separaron.

Desde el primer momento la idea de migrar estuvo presente en sus conversaciones. Y, aun si no lo hablaban, siempre estaba ahí, como flotando, como si fuese parte del aire.

“En Cuba es un pensamiento que existe en muchos jóvenes, el de migrar para poder buscar un futuro mejor, para mejorar las condiciones de vida, ayudar a la familia”, dice Víctor.

Las cosas iban bastante bien para los dos a nivel profesional. No vivían mal, pero tenían, como casi siempre, dos o tres trabajos cada uno. Víctor trabajaba en dos compañías como bailarín, había viajado a México gracias a la danza, giraba por distintas ciudades, trabajaba para el diario. Miguel, en tanto, tenía una carrera como periodista cultural y un reconocimiento por su trabajo.

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Víctor y Miguel se conocieron hace ocho años

Pero, en algún momento, apareció con fuerza una pregunta. “Y cuando esto se acabe ¿qué? ¿Qué futuro le puedo dar yo a mi mamá y Víctor a la suya cuando ellas sean mayores y no puedan seguir trabajando? Era algo que nos cuestionábamos mucho”, cuenta Miguel. “A mí, por ejemplo, trabajando en la televisión me tocó ver a colegas que cuando yo era un niño pequeño eran referentes del periodismo cultural, y que ahora iban a conferencias de prensa para poder comer algo. Y capaz era lo único que comían en el día. Eso pasa con todos los profesionales en Cuba, son muy mal pagados. Si eres médico y trabajas para sostener la vida de las personas de tu país, no tienes ningún incentivo. Capaz estás haciendo una cirugía pensando en que regresas a tu casa y no tienes qué comer o qué darle al otro día a tu hijo. Esa es la realidad. Esa es la configuración del país. Un profesional no gana en coherencia con la vida, su sueldo no le alcanza, y no digo para darse lujos, sino para estar tranquilo de que llega a su casa y tiene para comer. Y eso a nosotros nos preocupaba mucho”.

A eso se sumó la nostalgia: porque los amigos de toda la vida se empezaron a ir. Porque, un día, todos ya se habían ido demasiado lejos.

“A nosotros nos llama mucho la atención que en Uruguay hay grupos de amigos de toda la vida. Pero, claro, el contexto lo cambia todo. Como Uruguay es un país en el que nunca han tenido la necesidad masiva de emigrar, salvo momentos puntuales, eso te cambia la manera en la que tú te relacionas con el otro. A nosotros nos llama mucho la atención porque entrar a un grupo de amigos de toda la vida es muy difícil, pero es que, claro, se conocen desde siempre. Para nosotros eso no existe, constantemente teníamos que estar haciendo amigos nuevos. Los amigos se van. Y eso es desde siempre así”, dice Víctor.

El contexto lo cambia todo. Y también cambia lo que hay detrás de una persona que decide emigrar. Si lo hace un uruguayo, dicen, sabe que puede regresar a su país y que todo estará igual. Si lo hace un cubano, regresar significa perder muchas cosas. Y no hablan de lo material. Hablan de los derechos, de la libertad.

“Cuando sales de Cuba buscas otras cosas además de mejorar el nivel económico. Sales buscando tener otras libertades, porque por más que sea controversial, en Cuba no hay una libertad completa. Se puede debatir mucho sobre si hay o no una dictadura, pero yo estoy hablando de algo que va más allá. Cuba es un país que lleva muchos años viviendo en una situación muy compleja y la libertad se ha convertido en un problema. No solo para expresarte y decir lo que tú piensas y que no pase nada, sino en cosas más sencillas como decidir estudiar algo, y no poder hacerlo porque no tienes el internet suficiente”.

Cuando tomaron la decisión de irse, Víctor ya había empezado con su canal de Youtube y hacer contenido le resultaba muy difícil. Que ese contenido se difundiera y llegara más allá de la isla, era imposible. El algoritmo cubano era una caja blindada.

Después de que Víctor se fuera a Chile a dar clases de danza y de que Miguel se fuera a Costa Rica, donde estaba parte de su familia, decidieron venir a Uruguay. Un hermano de Víctor que vivía acá desde hacía muchos años les había dicho que vinieran, que se animaran, que era difícil, pero no tanto. Víctor llegó a Montevideo el 19 de octubre de 2022 y Miguel el primero de julio de 2023.

En el tiempo en el que estuvieron separados cambiaron algunas cosas. Cuando se reencontraron, eran personas nuevas, se habían construido nuevas subjetividades.

“Cuando migras la vida te cambia 360 grados, tenés que crear un nuevo yo. Y tuvimos que entender que podía pasar que estas nuevas personas que éramos no consiguieran seguir juntos. Teníamos claro que si no funcionaba, seguiríamos ayudándonos, siendo amigos. Pero funcionó. Nos volvimos a enamorar de estas nuevas personas que éramos en Uruguay”.

Un jueves de tarde, justo cuando el sol empieza a caer y Miguel enciende una lámpara, sentados en un apartamento pequeño con un balcón y una cama nueva, dicen que no ha sido fácil, pero que, con todo, han sido privilegiados. Cuando llegaron a Montevideo el hermano de Víctor los esperaba con una casa y una bolsa de comida y siempre tuvieron su apoyo.

Hoy Víctor trabaja en una empresa de software y empezó a estudiar tecnología. Miguel fue bachero en un bar en negro hasta que logró entrar a un call center en inglés. No es lo que más le gusta ni se parece a lo que hacían en Cuba. Pero, por ahora, está bien. Y aunque en Uruguay no se han sentido tan extranjeros ni tan distintos, a veces extrañan: a la familia, a los amigos que están por alguna parte del mundo, a las fiestas en las calles de La Habana, a las rondas de casino, al dominó, al mar que rodea la isla en la que nacieron.

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