Conservación en el Pantanal

De revisar su excremento a diferenciarlos por nombre: el trabajo de un uruguayo para proteger a los jaguares

Paul Raad dirige una base del proyecto para la conservación del tercer felino más grande del mundo; ¿es posible reintroducirlo en el país?

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Jaguar
Foto: Santiago Zalazar

Por María de los Ángeles Orfila

Cerquita. Y todavía en la noche. ¿Qué tan cerca? Digamos que el jaguar sentía la respiración de Paul y Paul sentía la respiración del jaguar. Pero Paul Raad no es ni como usted ni como yo y por eso lo cuenta con soltura: “Llegué a estar a 10 metros”. Él es un veterinario uruguayo que vive y trabaja actualmente en el Pantanal Norte, en Brasil, donde existe una de las poblaciones de jaguares más densas del mundo. “Mi rol es cambiar su reputación con ciencia”, resumió.

Desde 2022 está a cargo de la coordinación de un centro del proyecto Jaguar ID que elabora bases de datos sobre individuos en esa región del estado de Mato Grosso para promover su conservación. Y aquel que lo olfateó a corta distancia es uno de los que se sabe su árbol genealógico. En los alrededores de la Posada Piuval –donde funciona el proyecto– corretean, duermen y cazan Nina, Jani y Cayanna y otros que atraen a turistas en un perfecto ejemplo de lo que quiere implementar Paul y el equipo de Jaguar ID a lo largo de unos 150 kilómetros del territorio: un corredor donde el humano y el jaguar cohabiten sin conflictos.

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Paul Raad
Foto: Bill Masure

Investigaciones.

Paul había llegado a Brasil unos años antes para estudiar a los tapires pero, una vez que terminó, tenía todo pronto para cambiar el humedal por el frío de Alaska. Justo le sonó el teléfono y del otro lado estaba su orientador Felipe Fornazari quien le ofreció una maestría en la Universidade Estadual Paulista; luego, Abigail Martin, de Jaguar ID, le ofreció el trabajo en Pantanal. “Siempre me gustaron los jaguares; era una oportunidad única para estudiarlos de cerca”, dijo a El País. Confiesa que siente vergüenza cuando explica que están extintos en su país (también lo están en El Salvador).

Llegó a Posada Piuval y conoció a la familia Eubank de Campos, la que desarrolla una actividad ganadera con más de 2.000 cabezas de ganado hace más de 130 años y recibe a turistas que pagan muy bien para ver de cerca al tercer felino más grande del mundo –un tour privado oscila entre los US$ 800 y los US$ 1.500 por día–. “Han logrado un equilibrio para tener un negocio sustentable”, señaló el veterinario, quien aboga para que otros ganaderos de la zona sigan este ejemplo en vez de matar a los jaguares. En la semana en la que habló con El País, tenía noticia de tres muertes a pesar de que está prohibido y el delito se sanciona con multas y cárcel (en promedio, se matan entre 200 y 300 jaguares por año).

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Jaguares en Pantanal Norte
Tan Menghan

Paul lleva adelante varias líneas de investigación. Una de ellas implica ensuciarse las manos, dado que recoge y estudia la materia fecal de los jaguares. Además de ofrecer información de por dónde circulan los animales, “es un indicador de la salud del ecosistema”, afirmó. El jaguar está en el tope de la cadena alimenticia –sus presas favoritas son los pecaríes, los carpinchos, los caimanes, los tapires y a veces las anacondas pero, si falta este alimento, opta por terneros y perros, lo que genera conflictos con los humanos– y, desde esa posición de depredador, ejerce un “rol epidemiológico” en la región por el que mantiene en equilibrio la existencia de especies y de enfermedades.

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Jaguar
Foto: Paul Raad

¿Qué pasa cuando no hay balance? Seguro que usted recuerda lo que se sucedió con un murciélago y una sopa en Wuhan. Pero en este lado del mundo también hay ejemplos. Sin ir más lejos, en zonas de Argentina donde se eliminaron jaguares y pumas se produjo una explosión descontrolada de carpinchos que se han desplazado hasta los barrios privados. En ciertas zonas de Brasil esto mismo ha provocado brotes de fiebre maculosa, una enfermedad infecciosa con alta letalidad trasmitida por las garrapatas de los carpinchos.

Otra misión de Paul y equipo (con el apoyo de otras ONGs como Panthera Brasil con el veterinario y director Rafael Hoogesteijn y la bióloga Raissa Sepulvida) en el territorio es establecer un corredor ecológico para que los jaguares lo recorran sin amenazas. Lo complejo aquí es unir a los estancieros bajo un mismo propósito –el área de influencia solo tiene un 5% del terreno destinado a parque estatal–. Sin embargo, ya unió a seis ganaderos que aseguran un espacio libre de 30.000 hectáreas en donde, además, instaló 59 cámaras trampa. El objetivo es cubrir una superficie que a lo largo sea, al menos, de 150 kilómetros.

Estos propietarios se comprometen a implementar soluciones anti-predación, cuya efectividad es estudiada por Paul. Por ejemplo, se han instalado cercas eléctricas que mantienen a los jaguares alejados del ganado durante la noche. También se cobra una tasa de US$ 50 a los turistas. “En 2022, el 30% del monto cubrió las muertes de terneros cometidas por jaguares”, dijo el veterinario.

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Jaguar Leoncio
Foto: Vanessa Mignon

Parte del trabajo de Paul es también acudir al llamado de los ganaderos cuando encuentran uno de sus animales muertos. La primera presunción de estos es que el responsable es un jaguar y el veterinario analiza el cuerpo para determinar quién dio la mordida final. Muchas veces no fue un jaguar, sino un puma, o el ganado murió de causas naturales o debido a una enfermedad y fue rápidamente atacado por un felino o por un buitre. Paul lo sabe al ver la herida: “El jaguar es el único felino que puede matar perforando y quebrando la nuca de sus presas; los otros lo hacen por asfixia”. Y, comparándolo, tiene una de las mordidas más fuertes del reino animal. Su mandíbula ejerce más presión que la de un tigre.

Paul añadió: “Gracias al ecoturismo y según reveló un estudio de Fernando Tortato, el jaguar pasó de ser visto como amenaza a una estrella. Trae US$ 7 millones por año. Está calculado que los jaguares traen tres veces más dinero que la ganadería por hectárea. Tener jaguares es sustentable”.

Jaguar ID, bajo la dirección de la bióloga Abigail Martin (quien se ha dedicado los últimos 10 años a identificar jaguares en el Parque Estatal Encontro das Águas), realiza una identificación de cada jaguar: se les otorga un nombre, se traza su árbol genealógico, se lleva control de sus desplazamientos y se documenta su patrón de rosetas (manchas), el cual es único para cada individuo. “Como huellas dactilares”, dijo Paul. Un dato sobre esto: las rosetas de los jaguares son grandes con un punto negro en el medio a diferencia del pelaje de los leopardos (que no viven en el mismo continente).

¿Es posible la reintroducción del jaguar en Uruguay?

Ramón de Cáceres, lugarteniente de José Gervasio Artigas, relató un episodio ocurrido en 1818 que, de haber tenido otro final, podría haber cambiado la historia del país. El prócer estaba durmiendo la siesta en un campamento a orillas de un arroyo y sintió que algo le olfateaba los pies. Pensó que era un zorro y lo espantó con el pie sin abrir los ojos. Pero el animal siguió olfateando, cada vez con mayor intensidad. Artigas abre los ojos y descubre que era “un tigre”. El grito despertó a los soldados y entre todos hicieron huir al animal. “Qué chasco si se le hubiese antojado llevarse al Jefe de los Orientales”, escribió de Cáceres.

Esta anécdota presenta un escenario totalmente desconocido por varias generaciones: los jaguares habitaban este territorio. El último registro oficial es de 1901.

¿Es posible reintroducir la especie? El veterinario Paul Raad no quiere ser pesimista pero no lo cree viable. “Es más posible que se asiente el puma porque es más plástico, se adapta mejor y caza presas más pequeñas”, señaló.

Pero digamos que Uruguay toma la decisión. Lo primero, a juicio de Paul, sería resilvestrar (rewilding) los ecosistemas. El jaguar necesita áreas boscosas de gran tamaño y hoy no hay cantidad suficiente. La más grande está ubicada en el área protegida de Montes del Queguay y solo tiene 40.000 hectáreas. “En Parque Nacional Iberá, en Argentina, se reintrodujeron 10 jaguares en un espacio de un millón de hectáreas”, comparó. El jaguar, para ejercer su rol natural de depredador, necesita mucho territorio. Su área de acción es de 70 kilómetros cuadrados para los machos y 40 kilómetros para las hembras. Y esto es para un solo individuo. “Eso no lo tenemos disponible en Uruguay, un país que está muy degradado y antropizado”, agregó.

Pero si esto se cumpliera, lo siguiente sería garantizar la presencia

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