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La crisis del coronavirus dejó a toda la familia sin trabajo, pero no todo lo malo destruye

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Casa Cerrada. Ilustración: Florencia Sityá

HISTORIAS DE PANDEMIA

A Marcelo y su familia los golpeó el desempleo en pocos días, pero encontraron una fórmula para salir adelante todos juntos.

La noche del viernes 13 de marzo me bañé, me cambié, me puse prolijo como siempre lo hacía y llegué a trabajar como lo hacía todos los fines de semana. Trabajaba en un boliche nocturno de Montevideo, en la Ciudad Vieja, desde principios de 2019 y hacía de todo: trabajaba en la barra, hacía las redes sociales del boliche, vendía entradas, entregaba las entradas free.

Esa noche llegué a la puerta del baile como había hecho cada noche que trabajé allí: a las 11 y media para poder organizar la barra y aprontar todo antes de abrir las puertas. Me encontré, sin saber nada, con que el boliche estaba cerrado. Esperé una hora y no pasaba nada. Normalmente a las doce y media ya hay gente. Entonces un poco después pasó el dueño del lugar. “Marce”, me dijo, “el baile va a estar cerrado hasta que pase el coronavirus”.

Trabajando ahí yo hacía más o menos $ 1.500 o $ 2.000 por noche y esa era mi fuente de dinero, era la plata que yo tenía en la semana para mantener a mi hija y demás. Yo tengo 27 años y mi esposa 25 y tenemos una nena de ocho meses.

Esa noche me tomé un ómnibus y me volvía a mi casa sin saber qué iba a hacer.

La casa en la que estamos viviendo ahora es la de mis suegros, compartimos los espacios. Con mi señora teníamos la idea de independizarnos pero a los pocos días ella también se quedó sin trabajo. Trabajaba en una panadería, la dieron de baja y se quedó sin nada.

Lo mismo que a mi suegra. Y después, como mi suegro trabaja en la construcción también se le suspendió todo.

Al principio fue muy duro. Vivíamos cuatro personas en una casa y las cuatro estábamos sin trabajo. Fue una semana y algo de compartir un plato de comida entre los cuatro, de que mi hija no tuviera pañales. Y se empezaron a cerrar puertas y a cerrar puertas y así.

Además nos cambió la vida esta pandemia. Por ejemplo, de vernos cinco horas por día pasamos a vernos 24. Hasta que en un momento tuvimos que pensar una forma de generar ingresos porque veíamos que se nos venían todos los gastos encima. Y entonces me acordé.

Yo soy de Montevideo pero a los 15 años me había ido a Fray Bentos por problemas familiares. Desde ese momento estoy solo contra todo, pero siempre con el apoyo de mis amigos y mi pareja.

Allí había trabajado durante tres años con un pastor de la iglesia cristiana que me ayudó mucho durante ese tiempo y hacía productos de limpieza artesanales y había aprendido cómo hacerlos. Y se me ocurrió que podíamos fabricarlos concentrados con bactericida.

Compramos las cosas y fabricamos los productos nosotros mismos en un galpón en casa. Está acondicionado y prolijo porque antes en ese galpón hacíamos ferias, pero ahora tampoco se pueden hacer ferias.

Lo que hacemos ahora para fabricarlos es lo siguiente: compramos las esencias y las rebajamos con agua, con menos proporción para que queden concentrados. Los ponemos en botellas de dos litros de refresco y los etiquetamos. Por ahora fabricamos lavandina, detergente, insecticida y perfumol.

Después de fabricar los primeros productos pusimos un puesto en la puerta de casa y salimos a golpear puerta por puerta. Además, nos empezamos a manejar a través de WhatsApp y de una página de Instagram (@mastercleanproductos), allí vamos publicando cómo trabajamos y todo lo que tenemos, incluso algunas promociones.

De a poco algunos vecinos nos empezaron a comprar y a probar los productos y les gustaron. Recibimos su apoyo y el de personas que en la cuarentena se acercaron y se mostraron tal cual son, sencillas, humildes y sobre todo comprensivas.

De a poco, por suerte, empezamos a ver la luz. Por ahora gracias a este proyecto y a la solidaridad de la gente pudimos salir adelante. Nuestra idea es poder seguir con esto hasta poder tener nuestra propia empresita y poder tener algo para dejarle a nuestra hija. Además, queremos poder independizarnos los tres, poder tener el dinero para pagar el alquiler de nuestra casa.

Me gustaría que nuestra historia sirviera de ejemplo para las personas que hoy en día la están pasando mal, las que sufren o no saben para dónde salir, que entiendan que la mejor empresa está en las manos de uno, en la iniciativa, en poder usar las herramientas que uno tenga.

Que esto les sirva a otros para que puedan ver que no importa la edad ni las condiciones en las que uno vive, siempre se puede mejorar. Yo apuesto a que siempre se puede mejorar. La pandemia nos enseñó que al ser padres jóvenes podemos tener emprendimientos, que no todo lo malo que nos pasa es para destruirnos, sino que también puede ser para avanzar.
*Edición Soledad Gago

Casa cerrada: juntos a distancia

El coronavirus lo cambió todo. Nacieron bebés, proyectos, amores y anécdotas. Se festejaron cumpleaños a la distancia, se hicieron regalos para sentir que estábamos cerca. También muchos sintieron pérdidas y soledad. La nueva normalidad se instaló en nosotros y nos hizo ser más creativos. Enviá tu historia eneste link.

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