3I/ATLAS: el cometa interestelar alcanza mañana su punto más cercano a la Tierra y desafía la vigilancia planetaria

Este viernes, 3I/ATLAS pasará a 270 millones de kilómetros. Su sobrevuelo servirá para medir y perfeccionar los sistemas globales de vigilancia de objetos celestes.

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El Telescopio Espacial Hubble volvió a observar el cometa interestelar 3I/ATLAS el 30 de noviembre.<br/>
NASA

Mañana, mientras la Tierra sigue su rutina cotidiana y usted piensa en el aguinaldo y en qué comer en las Fiestas, un visitante que no pertenece al Sistema Solar pasará a su menor distancia de nuestro planeta antes de desaparecer para siempre en el espacio interestelar. Se trata del cometa 3I/ATLAS, apenas el tercero de origen interestelar jamás detectado, cuyo sobrevuelo –seguro pero científicamente valioso– activó una campaña internacional de observación y coordinación global.

No será un encuentro cercano en términos astronómicos –pasará a unos 270 millones de kilómetros, alrededor de 1,8 unidades astronómicas; solo para comparar, Marte está a unos 363 millones de kilómetros–, pero sí una oportunidad excepcional para poner a prueba, a escala global, los sistemas de observación y coordinación internacional diseñados para vigilar objetos cercanos a nuestro planeta.

Detrás de ese seguimiento se encuentra la Red Internacional de Alerta de Asteroides (IAWN, por sus siglas en inglés), un organismo promovido en el marco del Comité de las Naciones Unidas para el Uso Pacífico del Espacio Exterior. Su objetivo es coordinar observatorios, agencias espaciales y equipos científicos de todo el mundo dedicados a detectar, seguir y evaluar la amenaza potencial de asteroides y cometas.

Gonzalo Tancredi, astrónomo uruguayo, miembro del consejo ejecutivo de la IAWN y uno de los dos representantes del hemisferio sur en ese órgano –el único en América Latina–, explica que la red reúne hoy a más de 80 grupos, principalmente observatorios, que trabajan de manera coordinada. “La clave es medir con extrema precisión la posición de estos objetos para poder estimar su probabilidad de impacto, ya sea a corto plazo o en escalas de años o décadas”, señala.

Trayectoria del cometa interestelar 3I/Atlas
Trayectoria del cometa interestelar 3I/Atlas
Foto: NASA/JPL-Caltech

Un desafío distinto.

Aunque la IAWN se ha concentrado históricamente en los asteroides –más abundantes y, en promedio, más peligrosos–, el caso de 3I/ATLAS abrió una oportunidad particular. A diferencia de los asteroides, que son esencialmente cuerpos inertes cuya trayectoria está dominada por la gravedad del Sol y los planetas, los cometas presentan una dinámica mucho más compleja.

Al acercarse al Sol, los cometas liberan gas y polvo, generando chorros que actúan como pequeñas fuerzas adicionales. Estas fuerzas no gravitacionales alteran su movimiento y dificultan la predicción precisa de su trayectoria. A eso se suma otro problema observacional: mientras un asteroide se comporta como un punto luminoso similar a una estrella en movimiento, un cometa activo aparece como un objeto difuso, rodeado por una coma de gas y polvo que complica la determinación exacta de su posición.

“La observación de los cometas y la previsión de su movimiento es todo un desafío a diferencia de algo un poco más tradicional y sencillo como son los asteroides”, dice. Y agrega: “Pero no hay que descartar la posibilidad de que un cometa puede llegar a impactar contra la Tierra”.

Precisamente por eso, la campaña sobre 3I/ATLAS fue concebida como un ejercicio de entrenamiento: una forma de poner a prueba y afinar las técnicas de astrometría aplicadas a objetos con estas características.

Cometa 3I/ATLAS
Las anomalías del cometa 3I/ATLAS llamaron la atención de los expertos.
Foto: NASA.

Esta es la despedida.

El interés científico se ve reforzado por el origen del cometa. 3I/ATLAS es apenas el tercer objeto interestelar identificado hasta ahora, después de ‘Oumuamua en 2017 y 2I/Borisov en 2019. Dada su velocidad, es probable que haya viajado una distancia muy larga y podría tener más de 7.000 millones de años de antigüedad. Su órbita es hiperbólica, es decir, abierta: ingresó al sistema solar, tuvo su máximo acercamiento al Sol –el perihelio– el pasado 29 de octubre y ahora se encuentra en proceso de salida definitiva.

“Esta es la despedida”, resume Tancredi. El máximo acercamiento a la Tierra ocurre justamente durante esa fase de salida. Luego, el cometa continuará alejándose y no volverá a ser observable.

En su trayecto, durante marzo de 2026, pasará relativamente cerca de Júpiter, cuyo intenso campo gravitatorio desviará aún más su rumbo.

La ventana de observación de la campaña de la IAWN se extiende hasta el 27 de enero, cuando las condiciones dejarán de ser favorables. Durante ese período, los datos recolectados por observatorios de todo el mundo se centralizan en el Minor Planet Center, un organismo patrocinado por la Unión Astronómica Internacional que actúa como nodo global de recepción y validación de observaciones.

DÓNDE VER SU PASAJE

Para quienes quieran seguir de cerca el paso del cometa 3I/ATLAS, existen varias herramientas en línea. Páginas como The Sky Live permiten monitorear su distancia a la Tierra. Otro sitio, 3Iatlaslive, usa datos de la NASA para generar mapas en 2D que ilustran su recorrido. También hay transmisiones en vivo en YouTube basadas en el simulador de la NASA Eyes on the Solar System, accesible de manera gratuita.

Sin alarmismo.

Pese a su origen interestelar y las especulaciones de todo tipo –por ejemplo, que podía ser una nave alienígena–, las observaciones indican que 3I/ATLAS se comporta como un cometa “típico”, con componentes como agua y dióxido de carbono y sin rasgos extraordinarios. Llamó la atención porque las primeras imágenes tomadas por el Telescopio Espacial Hubble, el 21 de julio, mostraban un cuerpo envuelto en una brillante nube de polvo. En julio se veía rojizo, en setiembre pareció tornarse verde, en octubre adquirió un resplandor azulado y en las observaciones más recientes volvió a verse verde.

La explicación más probable es que, a medida que el cometa se calienta al acercarse al Sol, va liberando distintos gases. Entre ellos se encuentra el carbono diatómico, una molécula formada por dos átomos de carbono que emite una luz verdosa y que también está presente en muchos cometas del sistema solar cuando se activan. Estos cambios de color constituyen una evidencia de que 3I/ATLAS sigue liberando nuevas moléculas al espacio, aportando pistas adicionales sobre su composición.

En el caso de los cometas, incluso definir su tamaño es un desafío. La nube brillante de gas y polvo puede hacer que el objeto parezca mucho mayor que su núcleo sólido. Según estimaciones actuales basadas en observaciones del telescopio Hubble, el núcleo de 3I/ATLAS tendría un diámetro de al menos 440 metros y como máximo de unos 5,6 kilómetros. Un rango amplio, pero esperable en esta etapa.

Eso sí, no representa ningún peligro para la Tierra ni es observable con telescopios pequeños: se requieren instrumentos de más de 30 centímetros de diámetro y cámaras digitales especializadas.

El valor de la campaña, subraya Tancredi, no está en el riesgo, sino en el aprendizaje. “Es una oportunidad para mejorar nuestras herramientas y protocolos, y para estar mejor preparados frente a futuros objetos cercanos a la Tierra, sean asteroides o cometas”, explica.

Ese aprendizaje será clave en un contexto en el que se espera que este tipo de descubrimientos se vuelva más frecuente. La mejora y ampliación de los sistemas de búsqueda, junto con la entrada en funcionamiento de nuevos instrumentos –como el telescopio Vera C. Rubin, instalado en Chile– promete revolucionar el hallazgo y seguimiento de asteroides y cometas en los próximos años.

OBSERVACIÓN INÉDITA DESDE EL CURE

El pasado 15 de agosto, el Observatorio Astronómico del Centro Universitario Regional del Este (CURE) logró registrar imágenes del cometa 3I/ATLAS. Se trató de un hito para este observatorio universitario, ya que hasta ahora solo se conocen otros dos objetos de origen interestelar y en ninguno de esos casos se dieron las condiciones necesarias para ser observados desde el CURE.

Al momento de la observación, 3I/ATLAS se encontraba a 2,65 unidades astronómicas de la Tierra y a 3,01 unidades astronómicas del Sol, en una región comprendida entre las órbitas de Marte y Júpiter. Con un brillo de 16,6 magnitudes, el objeto no es visible a simple vista y requiere telescopios medianos o grandes para su detección.

Las astrónomas Valentina Pezano y Andrea Sosa aprovecharon condiciones particularmente favorables: cielo despejado, ausencia de la Luna y una buena altura del cometa sobre el horizonte. Utilizaron el telescopio MEADE LX200 de 30 centímetros de diámetro y una cámara CCD sin filtro, una estrategia que permite maximizar la captación de luz. La confirmación del objeto se realizó comparando su desplazamiento respecto de las estrellas de fondo y verificando que coincidía con las efemérides calculadas por la NASA y el Jet Propulsion Laboratory. En una secuencia de tres imágenes tomadas entre las 20:21 y las 20:52 horas, el cometa muestra un movimiento claro en dirección este-oeste.

Desde el punto de vista científico, 3I/ATLAS es particularmente interesante. Su órbita hiperbólica, con una excentricidad de 6,14, confirma sin ambigüedades su origen extrasolar. Estudios recientes sugieren que podría ser incluso más antiguo que el Sol, con un posible origen en episodios de intensa formación estelar ocurridos en la Vía Láctea hace entre 9.000 y 13.000 millones de años.

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