CARLOS REYES
La Zavala Muniz suele dar buenos espectáculos de teatro en verano. "Sonata de otoño" y "La amante inglesa" fueron dos buenos ejemplos al respecto. Ahora se puede ver allí "Sueño de otoño", que aporta un texto de interés y otras sorpresas.
Uno de los pilares de esta puesta en escena es el texto del escritor noruego Jon Fosse, autor que ha sido muy premiado y con toda razón, dado que ofrece una dramaturgia atractiva desde varios puntos de vista. Temáticamente, en esta obra se tratan los temas que cruzan toda la historia de la literatura: el amor, la muerte, el paso del tiempo, lo fugaz de las relaciones, y lo azarosas que pueden resultar. Pero el escritor las sirve con una poesía medida, que cala en los sentidos sin caer en obviedades.
Desde el punto de vista formal, Fosse también hace sus buenos aportes, con una serie de saltos en el tiempo que tampoco son lo que casi siempre se ve en el escenario. El autor mezcla las referencias temporales con habilidad, cargando de significado los distintos tiempos en que suceden las cosas. No en vano este artista recibió el Premio Internacional Ibsen 2010, el mismo premio que cosecharon figuras de la talle de Ariane Mnouchkine y Peter Brook.
La directora, Gabriela Iribarren, arma el escenario con un buen sentido de la composición. Allí se dan cita dos personajes (a cargo de Roxana Blanco y Álvaro Armand Ugón), quienes se encuentran en un cementerio para comenzar un mano a mano que transita por recuerdos y proyectos. Los demás personajes irán saliendo al encuentro en un juego intenso, que tiene mucho de onírico, aspecto que multiplica los sentidos de la obra.
Una figura especial del elenco es sin duda Beatriz Massons, actriz de una generación de la que cada vez van quedando en escena menos exponentes. Y la intérprete, pese al peso de los años, sigue aportando su oficio al buen desempeño de la puesta en escena, que además está muy bien apoyada desde los rubros técnicos.
La obra parece demorar en arrancar. De hecho, en la primera media hora los episodios no despiertan mayor atractivo. Pero poco a poco el interés aumenta, hasta concretar un espectáculo profesional y con personalidad. Tanto el diseño de luces (por cuenta de Agustín Maggi) como la música (de Sylvia Meyer), hacen que Sueño de otoño quede grabado en la memoria del espectador, seguramente por un buen tiempo.