"La venganza será terrible" cumple 40 años y Dolina repasa su historia de conexión y emoción con Montevideo

El conductor del programa emblema de la radio rioplatense volverá a Montevideo el 27 de febrero, y en la previa reveló sus planes para este año de festejos y cómo las coincidencias marcaron al ciclo.

Alejandro Dolina. Foto: Difusión.
Alejandro Dolina.
Foto: Difusión.

Alejandro Dolina lleva la mitad de su vida al frente de La venganza será terrible, pero la rutina nunca le pesó. “Es una alegría cotidiana”, asegura. “Cada noche es un festejo, una pequeña reunión de amigos”, agrega sobre el programa que comparte con Patricio Barton y Gillespi. El ciclo, un emblema de la radio rioplatense, volvió al aire la semana pasada para estrenar su temporada número 40 y, como siempre, se escucha de lunes a viernes a la medianoche. En Uruguay, se emite por DelSol.

Además de las clásicas funciones en distintos escenarios de la región, este año habrá novedades. “Por ahora son solo intenciones, pero seguro vamos a invitar a quienes han sido parte del programa a lo largo de los años”, adelanta sobre los festejos. Su mención abre la puerta a la posible vuelta de voces como Gabriel Rolón, Elizabeth “La Negra” Vernaci y Guillermo Stronati. “También tenemos varios artistas cercanos a La venganza, sobre todo músicos, que participaron en la época en que hacíamos los ‘Radiocines’. Es probable que se sumen en algunos programas”, agrega.

Lo que sí está confirmado es el regreso de La venganza a Uruguay. El jueves 27 de febrero volverá al Auditorio Nacional del Sodre, que desde 2016 se ha convertido en la sede de sus visitas montevideanas, para grabar en vivo. Las entradas están a la venta en Tickantel, con precios que van de 500 a 1500 pesos. Están a punto de agotarse.

“En ningún otro lugar como en Montevideo se ha producido una empatía tan grande con el público”, afirma. La conexión se remonta a 1997, cuando CX30 empezó a transmitir el programa. Para entonces, La venganza ya circulaba de mano en mano gracias a cassettes piratas, y cuando las emisiones en el dial local se volvieron un éxito, Dolina y su equipo fueron invitados a grabar un programa en El Galpón. “Aunque aquella vez fue muy accidentada”, relata entre risas. “Había tanta gente afuera que, a último momento, tuvimos que cambiar de locación y terminamos en el Cine Plaza. Fue una sorpresa enorme porque, hasta ese momento, yo no tenía certeza de cuánta gente nos escuchaba. Pero mientras íbamos en taxi hacia la Plaza Cagancha, veíamos colas y colas de gente; eran como 10 cuadras. Fue muy emocionante”.

Alejandro Dolina y Gillespi en "La venganza será terrible". Foto: Difusión.
Alejandro Dolina y Gillespi en "La venganza será terrible".
Foto: Difusión.

Más adelante, cuando El Espectador empezó a transmitir La venganza, las visitas se volvieron una costumbre. “Hubo temporadas en las que nos quedábamos 10 días en Montevideo y hacíamos funciones todas las noches”. En estos años recorrieron varios escenarios, incluido el Estadio Centenario, donde se presentaron en 2006 dentro de la Fiesta de la X.

Fue un récord de audiencia, pero Dolina le quita relevancia. “No es que haya sido un mal recuerdo, pero artísticamente no fue una buena función”, admite. “Es cierto que había mucha gente, pero la conexión con el público no fue buena. Fue culpa nuestra porque somos nosotros quienes tenemos que construirla, pero evidentemente había mucho público que no venía por nosotros. Es algo que suele pasarnos en ferias del libro o festivales: uno no sabe si la gente realmente vino a vernos, y eso resignifica los contenidos. En esos casos, básicamente, lo que nos están diciendo es que nos rajemos”, dice con una carcajada.

Grabar La venganza con público es una de las insignias del programa, y es una tradición que nació de manera imprevista. Era 1985, el ciclo se llamaba Demasiado tarde para lágrimas y se emitía por Radio El Mundo. Era un ciclo tradicional, pero la dinámica se trastocó cuando, una noche, alguien pidió permiso para quedarse a ver la grabación. Después vino otra persona, y luego otra. Con el tiempo, los oyentes empezaron a notar ruidos de fondo: risas, estornudos, murmullos que dejaban entrever que había gente presente. La reacción de los directivos de la radio fue inmediata: prohibieron la asistencia de público.

El equipo, sin embargo, siguió adelante de forma clandestina. “Siendo un programa humorístico, le prohibíamos a la gente que se riera para que los directivos no se avivaran de que estábamos contraviniendo sus órdenes”, cuenta. Con el tiempo, la situación se volvió insostenible. Las autoridades hacían visitas sorpresa a la una de la mañana para comprobar que no hubiera espectadores, pero ellos ya estaban preparado. “El estudio estaba en un octavo piso y los que cuidaban la puerta nos avisaban cuando llegaba el chancho”, recuerda entre risas. “Nos gritaban: ‘¡Guarda que sube Fulano!’. Y abiertamente, de modo perentorio, cinematográfico, ocultábamos al público que teníamos. No eran 200 personas, sino 15, pero las metíamos en una oficina. Finalmente, no solo ganamos la partida, sino que incluso nos proveyeron de un estudio más grande. Después de eso, prácticamente nunca más hicimos el programa en la radio”.

El equipo de "La venganza será terrible", encabezado por Alejandro Dolina.
El equipo de "La venganza será terrible", encabezado por Alejandro Dolina.
Foto: Difusión.

Otro giro inesperado ocurrió en abril de 1986, cuando una disposición de Semana Santa obligó a evitar el humor en la radio. Aquella restricción, lejos de afectar al programa, terminó marcando su rumbo definitivo. “Como no se podían hacer situaciones graciosas, decidimos disimular el carácter festivo del programa y proponer una atracción intelectual”, relata. En vez de situaciones cotidianas absurdas, al estilo de “se me rompió el inodoro y no sé cómo arreglarlo”, aquella noche Dolina empezó a relatar episodios históricos, artísticos y mitológicos. “A pesar de la intención de no hacer algo humorístico, el cinismo con el que hacíamos los relatos hacía que la gente se riera igual”.

Si bien fue pensado como una alternativa para salir del paso, el público pidió su continuidad. “Esa idea de mezclar la historia y la filosofía hasta la ciencia, junto con el humor, resultó la receta quizás más exitosa del programa”, dice. “Lo mejor de todo es que me obligó a leer y a estudiar mucho más de lo que hacía en el colegio, en la universidad o en cualquier otro lugar adonde he ido a dar lástima como alumno”.

Un programa que se resignifica en vivo para acerarse al hecho teatral

Aquellos que nunca hayan visto en vivo La venganza será terrible seguramente se sorprendan con la escenografía minimalista que habita en un escenario tan inmenso como el de la sala Eduardo Fabini del Auditorio Nacional del Sodre. Apenas necesitan una mesa, tres sillas y un órgano Yamaha para conseguir una propuesta que por dos horas genera un potente arco emocional que va desde la carcajada gracias a las situaciones que improvisa junto a Patricio Barton y Gillespi, a la atención absoluta que despierta el relato teatral de Dolina sobre algún hecho filosófico, histórico o artístico.

“Los elementos son mínimos, pero la esperanza de que con eso aparezca alguna idea interesante es grande”, asegura el argentino de 80 años. “Tenemos una técnica para eso: tiene que haber improvisación, pero también hay que pensar el programa antes; y no me refiero exactamente a lo que uno va a decir, sino a preparar la inteligencia para recibir, si es que aparece, algo que sea artístico y tenga un poquito de excelencia”.

Pero la responsabilidad no es solo de quienes están en el escenario, incluyendo a El Trío sin Nombre, que cierra cada noche con un show de clásicos que van desde el tango al rock: Dolina asegura que el público tiene un rol clave en esta búsqueda. “Los contenidos se resignifican cuando hacemos funciones en lugares como el Sodre. Se debe a la emoción del visitante y del visitado”, comenta en referencia a que la respuesta de la gente suele realzar el efecto de una propuesta.

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