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"El teatro nunca va a dar ganancia"

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"Los directores teatrales uruguayos no tenemos derechos humanos". Foto: M. Bonjour

Su dramaturgo favorito es Alan Ayckbourn, del que ha estrenado numerosas comedias al público uruguayo, desde los días de Dormitorios (en 1982) y Pantuflas (en 1983).

Su pasión por ese autor británico sigue intacta, y desde hoy la vuelve a volcar en escena, en el Teatro del Anglo, en Miedos privados en lugares públicos, que reúne a un elenco prometedor: Pepe Vázquez, Julio Calcagno, María Mendive, Ileana López, Mariana Lobo y Emilio Pigot. En charla con El País, Denevi habla de esa obra y de su larga carrera en teatro y en televisión.

—Tanto en la producción de los espectáculos como en el mantenimiento de las salas, ¿tú notás que hay una ecuación que no cierra, acá en Montevideo?

—Sí, claro, la entrada es muy barata, y no se puede subir porque la cantidad de público disminuiría. Esta obra de Ayc-kbourn sale 30 mil dólares: tendrías que recaudar entre 60 y 70 mil dólares para desquitar gastos. Y esa cantidad no es posible recaudarla. Es pérdida absoluta. Si yo no tuviera en este momento el apoyo del Fondo de Incentivo Cultural, en el que una empresa privada, RedPagos, lo pone y lo descuenta de sus impuestos, esto no se podría hacer. Sin apoyos externos no podés producir.

—¿Qué es lo que hace que no cierren las cuentas?

—Nunca cerraron, salvo en esporádicos espectáculos. Si vamos al caso, salvo los grandes espectáculos comerciales, suele ocurrir eso. El teatro no es una cosa que te dé ganancia realmente. No la va a dar nunca. Es como pedir que el museo o la escuela pública den ganancia. El teatro es una herramienta de formación necesaria para el Estado. Y el Estado uruguayo, en general, al teatro lo ha menospreciado. Y al arte en general. Esto es una realidad. No es un tema de ideología ni de política, es un problema de la sociedad. La sociedad menosprecia al arte, que es lo único que la puede salvar. Mientras no lo veamos como una forma de reflexión, imprescindible, el Estado no va a ayudar. Y el teatro no va a dar ganancias. Dará algunos pesos alguna vez.

—¿A ti el teatro te dio un buen nivel de vida?

—Estuve haciendo un cálculo exacto: mi exitosa carrera teatral como director, me dio pérdidas por 250 mil dólares. No me equivoco. Ensayar una obra me sale unos miles de dólares. Si gano menos de dos mil dólares por una obra, estoy perdiendo plata. Por lo tanto yo tuve que acudir a factores externos, que me fueran dando dinero, para poder financiarme mi maravillosa carrera teatral. No hay quien viva del teatro bien. Y como yo soy muy obstinado y hago mucho teatro, me paso perdiendo plata. Aun con los éxitos. Acá se pierda plata con un éxito.

—¿Cuál fue el peor momento económico en tu carrera?

—Tuve muchos. Cuando me echaron de Canal 12, por ejemplo, me quedé sin mi forma de vivir. También en mis inicios, mi familia era muy pobre. Apenas tenían para darme de comer, y para el cine, que yo pedía siempre. Tuve malos momentos, y muchos por irresponsabilidad mía también, por mal manejo personal. Pero en general no fue tan grave nunca. Pude subsistir, salir adelante, hacer lo que quería. En ese sentido me considero un privilegiado.

—¿Qué te llevó a la televisión, allá por 1970, en Buenos Aires?

—Agarré televisión para ganarme la vida. Como todo intelectual, yo la despreciaba, la consideraba un género subalterno y hasta deshonroso hacerlo. Haciéndola me di cuenta que era un instrumento increíble, no de popularidad, de comunicación. La televisión pasó a ser mi medio de vida, con el cual me pagaba la carrera teatral: nunca dejé de hacer teatro. Claro que uno quisiera dar cosas mejores en televisión, pero no siempre puede: porque no te da la plata, porque no te dan los instrumentos, porque el canal mismo te exige que hagas determinadas cosas. Y ahí hay toda una falacia sobre lo que el público quiere: no se sabe quién decide lo que el público quiere. Alguien dice "lo que el público quiere es tal cosa" y eso queda como un axioma, y es mentira. "El público lo que quiere es reírse": es una mentira grande como una casa.

—¿Qué es lo que recordás más próximo a ti de todo aquello?

—¿En televisión? Bueno, yo trabajé en televisión desde aquella época hasta el 2000 y pico, cuando me echaron. La época que mejor recuerdo es toda aquella con Daniel y Jorge Scheck, dos tipos que me marcaron mucho. Me gusta decirlo ahora, que no tengo nada que ver con Canal 12. Eran personas fantásticas: no hay ahora. Lamento decir que no. Tipos como esos se perdieron en la televisión uruguaya. No están, no existen. Ahora buscan otras cosas. Horacio Scheck, una vez, hizo tirar una escenografía, y le decían, "pero salió 20 mil dólares". Y él decía: "no importa, es una porquería, y al público hay que presentarle las cosas como se debe". Eso es respeto al público. Y eso es ser un empresario de verdad, y no un hacedor de plata. No quiero herir a nadie, pero es la realidad.

—También aquellos libretistas disponían de grandes actores...

—Sí, el mejor momento fue el primer Telecataplúm, porque ellos se complementaban: tanto Jorge y Daniel como los actores. Y otra buena época fue después con Jorge, cuando hicimos las Noticias cantadas, que fue un boom a nivel político. Esos momentos de la televisión yo los recuerdo como fantásticos. No por el éxito: por todo lo que llegábamos a la gente. Y teniendo el apoyo: no lo hubiéramos podido hacer si Horacio no nos hubiera apoyado. Y yo sé que recibía presiones de los militares. Él era nuestro colchón. A veces me llamaba y me decía, "no se pasen, tengan cuidado". Confiaba en nuestro autocontrol, si querés llamalo autocensura.

—El Teatro Stella está en un momento difícil y es una sala muy vinculada a tu carrera, ¿tenés planes al respecto?

—Estuve en contacto con Sergio Mautone, el director de cultura del MEC, tratando de dar una mano. Sé que María Julia Muñoz tienen intenciones de ayudar: si el Ministerio de Cultura ayuda en lo inmediato, yo puedo colaborar para que esa sala esté abierta. Lo antes que se pueda: hay que hacer tres o cuatro reparaciones que lo permitan. En los próximos meses tendría que estar abierta y con una obra funcionando, eso no es difícil de hacer. Creo que Muñoz tiene la intención de restaurar la sala, pero eso llevará tiempo.

—Las condiciones de trabajo a veces son bravas, tanto que tú alguna vez comentaste que ibas a dejar el teatro...

—Bueno, yo creo que los directores teatrales uruguayos no tenemos derechos humanos, lo digo siempre como broma y es una realidad. Al director, y a los actores, es muy difícil que les prendan una calefacción, porque para el teatro también, es cara. Y eso que hay salas que se desviven por hacerlo. Y el trato humano es estupendo. Pero a veces ellos mismos tienen la gran dificultad económica. Porque si prenden la refrigeración en un ensayo, de pronto les sale miles de pesos. Miles que no tienen. Hace poco, en una sala, había pésima luz de ensayo. Y la pagué yo de mi bolsillo: la compré, la pagué y la dejé ahí. Y también, como hacen muchas funciones diarias, te desarman la escenografía, también la iluminación. Todo eso es parte de un sufrimiento, por lo que alguna vez digo que no estoy más para eso.

—¿Te pensás retirar?

—Lo pensé, y hace tres o cuatro años que vengo anunciando a mis amigos que no voy a hacer más teatro. Y luego viene una obra... Es como si decidieras abandonar el amor. No podés. Te enamorás de nuevo. Y donde yo mejor me siento es ensayando o en el cine. O sea que seguramente muera ensayando.

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"Los directores teatrales uruguayos no tenemos derechos humanos". Foto: M. Bonjour

JORGE DENEVI

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