Por necesidad, para sacar el dolor, para tomar la oscuridad y tratar de encontrar la belleza. Pero también por los otros, o más bien por las otras: para visibilizar una realidad que tiende a ser ocultada, para darle voz a lo que tiende a ser callado. Por lo que dice al final de Adentro del auto blanco: “Prefiero respetarme y decir la verdad”.
Por eso existe Adentro del auto blanco, primera obra escrita por la actriz uruguaya Emilia Asteggiante, que jueves y viernes protagoniza en el Teatro Circular con dirección de Bruno Contenti, y elenco que completan Carlos Rompani y Mariana Escobar. Tiene elementos musicales, pero no es un musical; es una puesta dinámica, con los conos de tránsito como elemento central. Sus funciones van a las 21.00, hoy y las próximas dos semanas; hay entradas en Tickantel.
Algunas aclaraciones: el texto cuenta un caso de abuso (de poder, psicológico, emocional), entre un actor consagrado y una actriz incipiente y 20 años menor, pero no es la historia —no es solo la historia— de Asteggiante. La debutante dramaturga tomó elementos de una experiencia personal que implicó mucho de lo que pasa en escena, pero el relato lo completan al menos cinco situaciones de actrices nacionales. Es ficción.
Del hecho real, de los hechos reales, no espere pistas, nombres, confesiones. Una obra así no se hace para eso.

El patrón, el del abuso en contextos teatrales, se repite: implica mirar para el costado, evitar tocar el tema, una difamación por género.
Tanto se repite, que a la salida de una función en el Teatro Circular, una actriz de Buenos Aires esperó a Asteggiante para saludarla y le dijo que lo mismo, eso que había visto en sala, le había ocurrido en Argentina.
“El abuso de poder está en todos lados”, resume Asteggiante (30) en charla con El País. Y también dice: “Yo sabía que me iba a exponer, pero en algún punto no me importó. A mi lo que más me importa es que esto se sepa. Esto es un texto uruguayo, es un texto de una actriz uruguaya joven que está contando que estas situaciones suceden. Y creo que eso tiene mucho valor. El que se sienta incómodo, que se sienta incómodo”.
Asteggiante, que empezó a construir este texto en 2020, justo cuando explotaban movidas como Varones Teatro o Varones Carnaval que expusieron acusaciones de acoso y abuso, y con Blackbird de David Harrower como una suerte de faro, procuró armar equipo con personas que, sobre todo, tuvieran sensibilidad para abordar el tema. Antes de Contenti fue por una directora mujer, que le dijo que no se quería exponer; antes de Rompani fue por un actor que se excusó con que estaba ocupado. (No era cierto)
“Me cuestioné mucho si esto iba a ser traumático para mí, o doloroso, porque por la experiencia que pongo en la obra, yo tuve estrés postraumático. Pero mi psicóloga me dio para adelante. Me dijo que era muy lindo poder sacar un diamante de la mierda y que era muy sanador compartir el dolor y ponerlo a disposición para ayudar”, dice. “Yo sané, y hago la obra para compartir lo sanado. Para hacer despertar a alguien, para que alguien pueda decir: ‘a mí también me pasó esto’, ‘yo también sufrí abuso de poder’. A veces estoy actuando y escucho a mucha gente llorar. Y esa comunión puede generar sanación”.
A veces estoy actuando y escucho a mucha gente llorar. Y esa comunión puede generar sanación
Asteggiante estaba en la escuela cuando supo que iba a ser actriz. No entendió por qué ella, una niña tan tímida, quería entregarse a una búsqueda tan hacia afuera, tan de exposición. Después lo supo: “Yo hago teatro porque soy muy sensible, siento mucho, y el teatro ha sido un lugar en donde puedo poner mis emociones; y porque el teatro es una herramienta para hablar. Creo que estoy encontrando mi camino, mi voz como actriz y creadora. Y da un poco de miedo. A mi me da miedo hacer esta obra porque estoy hablando de cosas que hay personas que me lo agradecen mucho y hay otras que se enojan, pero es el costo que decidí tomar”.
De alguna forma, ese es el camino que viene construyendo. Hasta ahora, todas las obras en las que participó (El enemigo del pueblo, Tiempo salvaje, Hay un león afuera con la que cada poco vuelve a escena) ponen en la mesa temas que importan, que le importan. Y ese es su motor: un teatro que denuncie, que sacuda, que haga.