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Carlos Rottemberg: la película que lo marcó, su vínculo con Mirtha y el efecto uruguayo en el teatro argentino

Rottemberg, reconocido productor teatral argentino, cuenta sus inicios, el secreto para permanecer 50 años en el negocio y por qué no dirigiría una sala en Montevideo.

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Carlos Rottemberg.
Carlos Rottemberg.
Foto: Guillermo Dorfman.

"Por primera vez en mi 50 años de profesión tuve que aprenderme las efemérides uruguayas”, dice Carlos Rottemberg a El País. Es el hombre que empezó a trabajar a los 17 años y que aunque al principio solo soñaba con proyectar películas, terminaría convirtiéndose en un sinónimo de teatro. Produjo las temporadas teatrales de Alberto Olmedo, estuvo detrás de éxitos de calle Corrientes como Salsa criolla, Brujas, Toc Toc, El beso, Perdida mente y Matilda: el musical; y lleva estrenadas cerca de mil obras en las salas que maneja en Buenos Aires y Mar del Plata, ahora junto a su hijo.

A pesar de esa carrera -y, entre otras cosas, de haber producido durante 20 años Almorzando con Mirtha Legrand-, Rottemberg dice que nunca había vivido lo que le tocó pasar en 2023, cuando la situación socioeconómica de Argentina encontró, en el público teatrero uruguayo, una especie de salvación.

“Nunca me había pasado de estar atento a si había fin de semana largo por un feriado uruguayo. De hecho las segundas funciones de los domingos las hacemos cuando tienen feriado el lunes”, revela a El País. “También medimos la presencia uruguaya por la cantidad de termos y mates que circulan por Corrientes. Son detalles de color, pero reales”.

Carlos Rottemberg.
Carlos Rottemberg.
Foto: Guillermo Dorfman

—¿Qué despertó en usted, a los 17 años, el querer producir una obra o dirigir salas de teatro?
—En 1965, cuando tendría ocho años, se estrenó La novicia rebelde, aquella película con Julie Andrews. Cuando mi mamá nos llevó a mi hermana y a mi a verla, le dije llorando cuando apareció Andrews: “Yo quiero hacer eso”, señalando la película. Mi madre no entendía nada, tampoco mi papá. Yo tampoco lo tenía muy claro a los 8 años, pero lo que quería era exhibir películas. Quería elegir lo que la gente iba a ver al cine. Así que, ¿desde cuando quiero hacer esto? Desde que tenía 8 años, a partir de la La novicia rebelde. A partir de ahí hay historia de mirar para atrás en los cines para entender por qué la gente entraba a una sala y no a otra. En la primaria y secundaria estudiaba lo justo para pasar, porque en realidad lo que me interesaba era pertenecer a ese mundo y trabajar para eso. Por eso, para mí los viejos cines tienen un sentido. Me acuerdo que venía a Montevideo y me quedaba una tarde recorriéndolos. Hace poco hice eso, me quedé investigando cómo se unía el cine Plaza con el Central, y por qué se había construido esa platea inclinada de una manera diferente a lo usual. Antes también me iba al Trocadero o al Metro. Eso es lo que hice toda mi vida, porque los cines me interesan, son mis museos. Es una historia muy personal, por eso siempre digo que nunca trabajé, que siempre fui al teatro.

—¿Y sigue trabajando así?
—Por suerte ahora está mi hijo mayor, Tomás, que tiene 37 y trabaja para que yo pueda dedicarme a charlar. Yo le dije: no trabajo, pero alguien tiene que hacerlo.

—El año pasado produjo el musical Matilda y este año va a realizar Escuela de rock.
—Sí, son megaproducciones. Siempre hice teatro de prosa, y comencé en los musicales con Piaf, que protagonizó Elena Roger. Pero Matilda fue imponente, nos tuvimos que unir varios productores, y no se pudo mover dentro de Argentina. No solo hace falta la capacidad de la sala más grande del país, el Gran Rex, sino que además se precisa un escenario como para poder montar eso, que tampoco lo tenemos en todos los teatros.

—Además de teatro, Carlos Rottemberg es sinónimo de Mirtha Legrand y sus almuerzos. ¿Cómo comienza a producir televisión?
—Fueron muchos años, sí, y fue porque somos amigos. Comenzó porque produje la despedida de los escenarios de Mirtha, en el verano de 1989-1990. Sabiendo que ella quería volver a la televisión y que no tenía productor, le propuse acompañarla por un año. Al final fueron 21 temporadas. Uno podrá decir lo que quiera de ella, pero sigue en la televisión. Tengo una frase que dije hace 20 años: “Los argentinos tenemos que plantearnos que país le vamos a dejar a Mirtha Legrand”.

Carlos Rottemberg.
Carlos Rottemberg.
Foto: Guillermo Dorfman.

—Imagino que la habrá tentado con alguna obra para que regrese.
—Sí, en su momento quisimos hacer algo, pero no se dio. Hoy te diría que es hasta por un tema físico, pero hace unos años, cuando tenía mejor movilidad, era muy claro el desgaste que le producía hacer el programa. No nos olvidemos que en mis 21 años, no faltó un día, y el programa era de lunes a viernes. Era imposible pensar en otra cosa que no fuese salir en la televisión.

—Lleva 50 años produciendo, y supongo que, como el que va al casino, se dice cuando se gana, pero no cuando se pierde. ¿En esta profesión, se gana?
—En todas las disciplinas que tienen que ver con la elección del público, los éxitos nunca llegan al 30 %. Esto vale para la radio, la tele, el teatro, el cine o los libros. Si uno se para frente a un kiosco de revistas es casi imposible que conozca más del 30 % de lo que está colgado. Esos son los éxitos. En Broadway, donde se presentan 42 musicales, tampoco me podrá decir más de siete u ocho títulos exitosos. Todo lo que no funciona no se sabe. A mí me pasó, pero el secreto de esta profesión es cada tanto y lo más rápido posible poner un éxito, porque esos son los que bancan los fracasos. Cuando Hollywood produce cine, pongan el sello que quieran, ellos saben que nunca van a tener más del 30 % de éxito. Lo que pasa es que esos tanques son los que permiten solventar los fracasos que se van a hacer. A mí me pasa lo mismo como empresario privado.

—Con esto de venir a ver teatros y salas, ¿no le han dado ganas de comprar una en Uruguay?
—No. Siempre me especialicé en dos ciudades: Buenos Aires porque es donde nací, y Mar del Plata porque era donde mis viejos me llevaban a veranear. En los veranos hay movimiento en Villa Carlos Paz que queda en Córdoba, y si bien está cerca, tampoco tengo salas ahí. Cuando recorrí España me planteaban lo mismo con respecto a alguna sala de Madrid, pero soy de la frase: “el que mucho abarca poco aprieta”. Si bien manejamos 16 salas de teatro en dos ciudades, seguimos teniendo una atención muy personalizada. Somos del mano a mano, de conocernos con nombre y apellido desde el acomodador hasta el maquinista. Así que no me dio más que para ser visitante, no para encarar responsabilidades. Además la agenda está ocupada, y está la familia, que siempre es lo primero.

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