Mario Morgan, el uruguayo que trabajó con los mejores, dirigió a Susana Giménez y ahora elige retirarse

Después de 60 años de carrera, el uruguayo decidió despedirse de la dirección con una "comedia moral" que ya estrenó en 2017, "Nuestras mujeres" con César Troncoso, Diego Delgrossi y Franklin Rodríguez; va sábados y domingos en teatro Movie

Compartir esta noticia
Mario Morgan (19118645).jpg
Mario Morgan
Foto: Leo Mainé

Mario Morgan debutó como actor con un grupo liceal dirigido por Ugo Ulive en Teatro Universitario en Recuerdo a Mama de John Van Dutren. donde compartia papel con Carlos Perciavalle, un amigo de los tantos que Morgan hizo a través del teatro

En 1958 audicionó en el Teatro Circular donde debutó como protagonista de Canillita de Florencio Sanchez. Fue allí que en 1963 debutó como director en una obra para niños, El árbol que queria caminar en la que hacia de conejo desafinado con musica de Enrique Almada. Tanmbién en el Circular dirigió su primera obra para adultos, Matraca de un hombre simple de Charles Dyer con Pelusa Vera y Walter Reyno.

En 1972 ganó su primer Florencio por su Antigona de Sofocles con Nelly Goitiño.

Entre sus éxitos hay que ubicar, y el propio Morgan traza su canon a El enemigo del pueblo con Armando Halty y Nidia Telles, Boulevard Sarandi con Armando Halty y Retablo de Vida y Muerte con Estela Medina.

Dueño de una carrera que lo llevó a trabajar con los más grandes de varios mercados iberoamericanos, debutó en Argentina como director en 1981 con Sarah Bernard protagonizada por Cipe Lincovsky que yahabia dirigido en el Uruguay con Estela Medina y en Paraguay con Edda de los Rios.

Su primer gran exito porteño fue con El año que viene a la misma hora con Thelma Biral y Rodolfo Beban (dos de las más grandes estrellas de su tiempo), una obra que ya habia dirigido en Uruguay con el titulo de Una vez al año con Norma Aleandro, otra de sus amigas de la vida, como protagonista.

Dirigió y coescribió dos shows de Carlos Perciavalle (A Todo Color y Perciavalle no se entrega) y fue gracias a su viejo compañero de tablas que dirigió tres musicales importantes: La mujer del año con Susana Gimenez, Sugar con Susana, Ricardo Darin y Arturo Puig y La Jaula de las Locas con Perciavalle y Tato Bores.

Morgan también desarrolló una carrera larga en Colombia convirtiéndose, dice, en el director extranjero que mas obras dirigio es ese pais. Allí figuran Extraña Pareja, El Ultimo de los Amantes Ardientes, Humores que matan y precisamente por primera vez Nuestras Mujeres, la obra que reestrena en el Teatro Movie y con la que se despide de la dirección después de 62 años de trayectoria.

Ya la había estrenado en Uruguay en 2017 con el mismo elenco —Diego Delgrossi, César Troncoso y Franklin Rodríguez— de esta reposición que ocupará la sala principal del complejo Movie en Montevideo Shopping, los sábados y domingos. Es una obra del dos veces ganador del premio Moliere, Éric Assous.

Sobre eso, su carrera y cómo se va a sentir en su última función como director, Morgan charló con El País.

—¿Por qué eligió Nuestras mujeres para su despedida como director?

—Quería cerrar el ciclo como director con una comedia y con una obra que ya hubiera hecho y con la que me sintiera seguro. Tenía dos opciones. Una era Humores que matan, pero Laura Sánchez está retirada y no había forma de convencerla. Y la otra, Nuestras mujeres, que la hice hace ocho años en Uruguay, y hace nueve años en Colombia. Le tenía mucha fe y justo los tres actores que la habían hecho, podían. Y aquí estoy.

—Más allá de esas cuestiones prácticas, ¿qué representa esta obra para usted?

—Es lo que los franceses llaman “comedia moral”, porque si bien toca temas ríspidos, lo central es hasta dónde se puede llegar por amistad. El tema incidental es un femicidio que tanto hoy como hace siete años es un tema muy candente. Y la comedia instruye en base a eso. Es como el Tartufo de Molière o El Avaro o las comedias sobre crímenes de Woody Allen, de las que esta obra es cercana.

—A pesar de que dirigió un montón de dramas, pienso en usted como alguien que se dedicó a la comedia. ¿Es así?

—Hice de todo, desde tragedia griega a comedia. En la comedia la reacción del público es instantánea. Entonces, sentarte en la platea a escuchar reírse al público es muy gratificante.

—¿Qué lo llevó a cerrar su carrera como director?

—Lino Patalano me invitó a la despedida de Julio Bocca en el Obelisco porteño. Fue una noche memorable y bailó como nunca. Y ahí pensé: “¡Qué bueno es retirarse cuando se está en la plenitud!”. Dirigir no es como bailar, claro, pero llega un momento en que la concentración, la memoria y la forma en que querés hacer las cosas ya dejan de ser las mismas. Quiero dejar en el momento en que puedo ser consciente de que domino absolutamente todo el espectáculo. Soy un director que le dedico las 24 horas a una obra porque quiero ser quien tenga todas las riendas.

—¿Esto de su última obra lo llevó a evaluar su trayectoria?

—Estoy muy contento de mi carrera. Llegué en Argentina a un primer nivel donde dirigí a todos los grandes: Norma Leandro, Ricardo Darín, Susana Giménez, Alfredo Alcón, Cipe Lincovsky, Soledad Silveyra. No me quedó ninguno. Lo mismo me pasó en Colombia. En Chile hice La jaula de las locas y en Paraguay, La divina Sarah. Trabajé en España. No me quedaron lugares por dirigir. Y en todo lo que intenté me fue bien.

—¿No hay nada de lo que se arrepienta?

—Con lo único que no quedé conforme fue con la puesta chilena de La jaula de las Locas.

—¿Y cuáles son las puestas de las que está más orgulloso?

-De acá, en Uruguay, las que más recuerdo son Antígona con Nelly Goitiño, El enemigo del pueblo con Armando Halty y Nidia Telles, Un día en la muerte de Joe Egg con Nidia y Walter Reyno, Retablo de vida y muerte con Estela Medina, Boulevard Sarandí con Halty. Y en Buenos Aires, mi gran éxito fue La mujer del año con Susana.

—¿Cómo fue dirigirla?

—Me costó mucho porque no sabía dirigir musicales. Y, por ejemplo, como parte de la música era grabada y parte con una orquesta en vivo, sufrí una vez que tuve que juntar todo. Aprendí a leer partituras para saber cómo armar la obra. Por exigencia de la producción fui a Estados Unidos y estuve 15 días viendo la puesta de Lauren Bacall.

—¿La conoció?

-El último día un asistente me insistió mucho en que tenía que conocerla. Y fui, pero creo que no le importé mucho. Me saludó muy correctamente, me dijo “how nice” y ese fue todo su diálogo.

—¿Por qué volvió de Argentina después de 14 años?

—Mi madre estaba muy mal y el MEC me ofreció ser director de Casa de Comedias. Pero principalmente fue porque un día caminaba por la calle Corrientes y había cuatro teatros con obras que había dirigido: Agnes de Dios con Andrea del Boca y Analía Gadé; La jaula de las locas con Carlitos Perciavalle y Tato Bores; Sugar con Darín, Susana y Arturo Puig; Sufflé con Bárbara Mújica, Telma Biral, Daniel Fanego, Guillermo Bredeston, Nora Cárpena y García Satur y, por Esmeralda en el Maipo, Siempre vuelvo con Cipe Linconvski. Ahí me dije: “Más que esto no hay”. Y cerré una etapa como ahora cierro otra.

—Pensaba en su generación teatral y era una época de largas temporadas y eso ya no existe más. ¿Extraña eso?

—Es una de las cosas por las cuales no quiero seguir. Dirigir lleva fácil dos meses ensayando todos los días para que el actor tenga el entrenamiento del personaje. Y eso para una temporada de 10 funciones, como ocurre hoy, o una temporada donde la obra se da una o dos veces por semana. Edward Albee exigía que sus obras debían tener cinco o seis funciones por semana, porque decía que si no el actor no crecía.

—¿Alguna cosa más que echa de menos?

—Estoy acostumbrado a una época en que la obra tenía una escenografía y una iluminación fijas. Pero hoy, por razones económicas o lo que sea, los teatros no pueden subsistir si no hacen varios títulos en la semana. Así, las obras rotan todos los días de cartel y no hay material técnico con el que se pueda soportar el tener tantas obras y tener diferente iluminación para cada una. Así, terminás basándote en una iluminación general con algún efecto especial para algún momento y punto.

—¿Cuál es la lección más importante que aprendió en todos estos años?

—Que hay que hacer lo que uno quiere. Todas las obras que hice fueron las que quise hacer Y renuncié cada vez que me di cuenta que no podia llevar adelante mi vision del espectaculo. No hay que transar.

—¿Cómo se va a sentir con la última función de Nuestras mujeres?

—He tenido muchas últimas funciones. Cuando fue la última función de Les Luthiers, después de 45 años, lo sentí como el final de una etapa de mi vida. O cerrar 20 años de trabajo con Julio Bocca.

—Una cosa más, ¿cómo fue como director? Tiene pinta de haber sido medio tiránico...

Totalmente. Siempre fue así. El teatro es exigente y requiere una vision conductora. Si transas quedas a mitad de camino entre lo que buscabas y el resultado. Hubo un momento en Argentina en que me quise apaciguar, pero Norma Aleandro fue a un ensayo y me dijo: “Mario, vos no eras así. No podés cambiar”. Y tenía razón.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Mario Morgan

Te puede interesar