Supo quería dedicarse a la costura desde que era niña. A los 12 años, Mariela Villasante (59) tuvo que elegir entre ir al liceo o a la UTU a aprender corte y confección, y no dudó. Se recibió de modista a los 17, se casó, y empezó a hacer ropa para vender en la feria. La que solo consumía obras si iban a su barrio, Paso de la Arena, terminó siendo modista de la Comedia Nacional por una seguidilla de casualidades, y se enamoró del teatro.
Esa niña que miraba con adoración aquella máquina de coser que había en su casa y nadie sabía usar, jamás imaginó que su destino sería convertirse en la encargada de vestuario de este elenco estable. En febrero de 2025, cuando cumpla 60, cerrará un magnífico ciclo y se jubilará. El sábado 16 de noviembre, durante el festival "Un poco de belleza por favor", recibió un homenaje sorpresa en agradecimiento por los 28 años de entrega, talento, dedicación y amor al servicio de la Comedia Nacional.
Tiene la decisión masticada hace tiempo, sin embargo, cuenta a El País que el domingo, post tributo, lloró todo el día. "Me emocioné porque no lo esperaba. Para mí ese festival era para homenajear a Levón. Mis compañeros se reían porque había visto hasta las flores en la oficina, pregunté para quién eran, me dijeron, ¿para Gabriel Calderón', y seguí como si nada. Me emociona que tengan ese concepto de mí", dice con lágrimas en los ojos, esas que mantendrá a lo largo de toda la entrevista.
Sabe que extrañará y que la extrañarán, pero está contenta con lo que viene. Quiere compartir más tiempo con su nieta de 15 años, cuidar de sus plantas, y dedicarse a otros trabajos independientes que la entusiasman. "Voy a extrañar pero no me voy a ir del todo", asegura.
Es que Villasante vive inmersa en agujas y telas. Se sienta frente a su máquina de coser al levantarse, pasa la tarde entera en la Comedia Nacional, y al regresar a su casa, se encierra en su taller a preparar entregas para comerciales, series y películas (ver recuadro).
En esta nota, un resumen de la historia de quien es famosa entre los actores por su constante buen humor, su conocimiento al detalle de los cuerpos de los artistas, y su memoria visual sin parangón.
Mariela Villasante también tuvo la oportunidad de colaborar en producciones internacionales. En 2006, trabajó en Miami Vice, su primera experiencia en cine, donde conoció a Colin Farrell. Aunque el vestuario ya estaba hecho, su tarea consistió en estar presente en el set los 12 días de rodaje para planchar o reparar cualquier prenda que se rompiera.
Participó, además, en Los informantes (2009), con Mickey Rourke, e hizo varias cosas para la serie Cromañón, recientemente estrenada en Prime Video, y también para El Presidente, que se rodó en Uruguay durante la pandemia.
Su carrera en el mundo del audiovisual comenzó con un comercial para el plan de salud dental impulsado por María Auxiliadora, esposa de Tabaré Vázquez. Allí confeccionó los pijamas que usaban los niños actores, a pedido de un diseñador que conocía. Desde entones, las productoras no dejaron de contactarla para todo tipo de proyectos.
Los caminos de la vida
El teatro llegó por azar a la vida de Mariela Villasante. Todo comenzó cuando se postuló para el servicio de barrido municipal, al asumir Tabaré Vázquez como intendente de Montevideo. "Me inscribí porque tenías que tener hasta 25 años. Unos amigos fueron a buscar un número, había uno que tenía más y me dijo si quería anotarme. Y yo tenía 25", recuerda con una sonrisa.
En 1991 fue seleccionada y pasó cinco años barriendo calles, playas y el Teatro de Verano, sin imaginar los retos y alegrías que le esperaban. "Era tan ignorante que no sabía que existía el vestuario de la Comedia Nacional", confiesa.
Una tarde, mientras hacía la fila para cobrar, miró el recibo de sueldo y vio un llamado laboral: buscaban una modista para el Teatro Solís. Inmediatamente la invadió una corazonada. "Empecé a los gritos y decía, 'esto es para mí'. No lo podía creer", recrea.
En 1997, después de superar varias pruebas y entrevistas, comenzó a trabajar oficialmente como modista en la Comedia Nacional, y su vida dio un giro impensado. "Entré acá y fue otro mundo", dice.
Recuerda como si hubiese sido ayer el día que entró por primera vez al viejo depósito que contenía el acervo del vestuario. La que hoy sabe de memoria dónde se ubica cada prenda, qué actor la usó, en cuál obra y en qué año, no se atrevía a tocar esos atuendos que consideraba reliquias.
En estos 28 años acumuló un sinfín de obras, experiencias, anécdotas con actores y muchos afectos. Se le entrecorta la voz cuando habla de este trabajo que le ha dado solo satisfacciones, y de este depósito con más de 20 mil vestuarios, ordenados por obra y año, que conoce como la palma de su mano.
"Soy feliz acá. No hay cosa más linda para mí que abrir esa puerta y ver todo esto. Cada prenda y cada obra tiene una historia. Me emociona, son 28 años", resume conmovida.
Complicidad con los artistas
Su debut como encargada de vestuario fue en 2001, con la obra Turcaret, dirigida por Daniel Spinno. En esa ocasión, el vestuarista era Hugo Millán, hoy amigo personal de Villasante, quien la ayudó muchísimo en lo que fue su primer reto de muchos.
—¿En qué consiste tu rol?
—Soy la jefa del taller, la encargada de cortar las prendas y hacer las pruebas. Superviso lo que realizan mis seis compañeras modistas. Tengo trato directo con el diseñador de vestuario de cada obra, quien hace el diseño y elige las telas. Recibimos los bocetos, me explican la trama y el personaje de cada obra, y a partir de ahí, hago el pedido de materiales.
El contacto directo con los actores y actrices es clave, ya que, además de confeccionar sus vestuarios, los acompaña durante las funciones, asegurándose de que se sientan cómodos con las prendas para poder fluir en escena. "Siempre les digo que es muy importante el zapato y se ríen", comenta. Y asegura que pocos siguen su consejo de ensayar con el calzado adecuado.
Le apasiona espiar en los ensayos y disfruta al observar los procesos de composición de personajes. En 28 años conoció a varios elencos y, si bien para Villasante todos los artistas son increíbles, asegura: "Estela Medina es lo más grande que vi".
Guarda un cariñoso recuerdo de Armando Halty: "Era muy solitario pero charlábamos mucho". Y elogia la sencillez y amabilidad de Levón: "Es muy tímido y te ayuda muchísimo, aprendés mucho con él. Es de venir y preguntarte qué comiste hoy".
En febrero, después de hacer su último viaje con la Comedia (irán a Barcelona a presentar El Público, de García Lorca) se despedirá con la sensación de misión cumplida. Dejará un vacío inmenso entre sus compañeros, pero la Comedia Nacional es su casa, y ese lazo jamás se romperá: "Voy a extrañar, pero en algún momento tenía que ser. Le digo a Sergio De los Santos (encargado del acervo de vestuario), 'si me precisás, me llamás'".
-
Gabriel Calderón: su balance de tres años en la Comedia Nacional, la presión que sintió y de qué está orgulloso
Entre aplausos, la Comedia Nacional presentó a su nuevo director, un gestor argentino que eligió ser uruguayo
No la dejaron estudiar, fue corbatera pero siempre soñó con actuar: Marta Porto brilla en Canal 4 a los 84 años