Entrevista a Claudio Rissi
Es uno de los protagonitas de El marginal y vendrá al Teatro Metro en octubre con una obra de David Mamet
En El marginal compró al público con su papel de Borges, el capo de la cárcel. Y su personaje tiene mucho para dar, dado que la segunda temporada acaba de estrenarse en Netflix. Pero el recorrido de este actor tiene hondas raíces, que le han deparado muchos reconocimientos. De hecho, acaba de ganar el Cóndor de Plata por La novia del desierto, premio que ya había recibido en 2012 por Aballay, y antes, en 2001 por 76 89 03. También el pasado recibió un premio especial en Uruguay, en el festival Piriápolis de Película, mientras que en teatro recibió en 2015 el Premios de la Asociación Cronistas del Espectáculo al Mejor Actor Teatro Alternativo, por la obra Terrenal, de Mauricio Kartun, notable trabajo que trajo a Uruguay y presentó en el Solís.
Y ahora en octubre vendrá al Teatro Metro, donde el viernes 19 y sábado 20 estará haciendo El búfalo americano. Allí Rissi compartirá elenco con Roly Serrano y Abel Ayala, para dar vida a un texto del dramaturgo David Mamet. Estrenada en Chicago en 1975, y ganadora de un Pulitzer, la obra trata sobre un veterano, un joven, y un tercer personaje que, como un diablo, tienta al aprendiz para que traicione sus principios. Entradas en Abitab.
-¿Con toda tu trayectoria, no te indigna que mucha gente te empezó a conocer por tu papel de Borges, de El marginal?
-No, no me indigna. A mí me parece fantástico que me visibilicen a través de El marginal, y quizá a partir de allí empiecen a hacer un recorrido acerca de mi historia. Aquellos que me descubren en El marginal empiezan a interesarse por de dónde vengo. Y los que ya me conocían, sienten que El marginal es como un premio a todo mi trabajo, que si bien no ha sido invisibilizado, no ha generado la devolución, o el reconocimiento, que aparentemente merecería. Quizá si este reconocimiento hubiese llegado cuando yo era mucho más joven, probablemente me lo hubiese creído.
-¿El marginal difundió una imagen distinta de la vida carcelaria?
-Yo no creo que sepamos realmente cómo es la vida carcelaria. Creo que es mucho más cruda de lo que se ve en El marginal. Lo que pasa es que el tema genera una gran curiosidad, porque no se tiene acceso a ese mundo, y quizá eso hace que la gente se vuelque masivamente a ver esa ficción, como por un gusto por lo prohibido. Por eso llama tanto la atención. Pero la cárcel es muy heavy: no es un lugar favorable para las personas, por lo menos las de Argentina, las de América Latina. Son un depósito de gente para que se maten entre ellos.
-¿Qué diferencias hay entre la primera temporada de El marginal, y esta segunda que ayer se empezó a dar por Netflix?
-La segunda temporada de El marginal es más picante. Creo que la primera temporada tuvo más reflexiones sobre las relaciones humanas. Esta es más acción: vamos a los bifes. Esta nueva temporada es más dura, más sanguinaria, hay más acción. Es violenta, es muy violenta.
-¿El marginal se prestó para trabajos en dupla muy buenos, como el tuyo con Gerardo Romano?
-Es divertido hacer esas escenas. Nos queremos mucho con Gerardo, nos conocemos mucho, nos admiramos mutuamente, la pasamos muy bien trabajando juntos. Y eso ayuda a que cuando viene la escena, uno puede jugar con su propia impronta, y también con lo repentino. Y eso lo aprovechamos ambos. Tanto con Gerardo como con Nicolás Furtado, lo pasamos muy bien. Es ponerse a jugar. Creo que encontramos un código en común. Entonces, ya nos miramos e intuimos qué es lo que pasa. Y sabemos que el otro no va a cuestionar lo que uno hace, sino que va a estar allí, bancando la parada. No hay una competencia, por el contrario, hay un acuerdo tácito. Uno levanta el centro, el otro cabecea. Luego al revés. Y estamos haciendo goles, y la gente lo festeja. También entre nosotros hacemos mucho humor, dentro de esa cosa tan oscura que tiene el tema de la serie.
-Venís de ganar el Cóndor de Plata con La novia del desierto, ¿qué fue lo que más te interesó de esa película?
-Dos cosas. La historia, sencilla, que habla de dos personas adultas, que tienen un encuentro, y son personas, no héroes con capas. Y lo segundo fue el desafío actoral, de tener que hacer un seductor. No me considero un seductor. Y tenía que buscarlo en mí. Además, acostumbrado como estoy a hacer roles de acción, o torturados, o marginales, personajes violentos, mafiosos, corruptos. Y en esa película tuve que hacer un pillo entrador, amoroso: fue también un desafío.
-El actor tiene algo de seductor.
-Se supone que sí. Porque hay que generar una empatía. Pero la seducción se da en todas las relaciones humanas, absolutamente en todas. Porque hay que generar una empatía, para que el otro pueda abrirse, y eso es mutuo. Siempre se vincula la seducción al hecho sexual, o al romanticismo. Y las amistades se dan también a partir de la seducción. Es una cuestión de empatía entre personas.
-¿Qué te permite un personaje?
-Por ejemplo, matar hijos de puta. Los personajes te permiten hacer pillerías, o enamorarme de lo que fuera, de un caballo. Los personajes son como máscaras para que uno pueda decir cosas. Por eso, no creo en la neutralidad política e ideológica de los artistas. Eso no es posible. Un artista tiene que tener una mirada sobre lo que pasa en la sociedad. A través de los personaje uno tiene que poder verter ideas.
-¿A qué barrio está vinculada tu infancia?
-San Juan y Boedo, el antiguo, un barrio de tango. Y ahora volví, después de más de 40 años. Por fin he vuelto a mis raíces, después de yirar por todo Buenos Aires y por la provincia. Volví a mi barrio y me hace muy feliz. Cuando pude comprar mi primera casa, por fin, después de tanto laburo. Me paré en la esquina de San Juan y Boedo: era de noche, y la respiré. Y sentí que mi cuerpo se ponía como esponjoso.
-Hace un par de años vos estuviste actuando en el Teatro Solís, con Terrenal.
-Sí, el personaje de Tatita, qué lindo personaje. Ese personaje me dio la posibilidad de hacer una búsqueda de mis propios límites. Ver hasta dónde podía llegar la ira. Se actor me otorga esas cosas. Hacer ese personaje fue para mí una tarea titánica, porque yo le ponía todo lo que tenía. Todos los días tiraba todo arriba del escenario. Eso me agotó un poco, pero valía la pena. Pero había días que era como que las ruedas calzaban sobre los rieles, y fluía. No había que empujar. Como dicen los maestros: no empuje al río, que fluye solo. Había días que el texto, y las emociones, brotaban, hasta sorprendiéndonos a nosotros mismos.
-¿Del cine uruguayo conocés algo?
-No, la verdad no voy a sanatear. Sé que se viene desarrollando desde hace años, y que se está prodigando, lo cual me alegra. Porque años atrás no existía tampoco el vino en Uruguay. Y hoy tienen unos vinos riquísimos. Y creo que con el cine ha pasado lo mismo, lo sé por mentas. Lo del vino ya lo he corroborado. ¡No sé por qué termino hablando del vino si estábamos hablando de cine! Aunque me parece una buena analogía.