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Gustavo Taretto, el argentino que conquistó a HBO con serie mexicana hecha en Uruguay

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Gustavo Taretto. Foto: Estefanía Leal
Nota a Santiago Lopez y Gustavo Taretto, productor y creador, guionista y director, respectivamente, de la serie Amsterdam de HBO, en Montevideo, ND 20220323, foto Estefania Leal - Archivo El Pais
Estefania Leal/Archivo El Pais

ENTREVISTA

El director de "Ámsterdam", la serie mexicana estrenada en marzo en HBO y HBO Max, charló con El País sobre cómo fue filmar en pandemia en Montevideo

Gustavo Taretto escribe una historia y la ubica a dos cuadras de su casa, en la porteña calle Bonpland: fantasea con cerrar la puerta del hogar, caminar 200 metros y estar en su propio set de filmación. Entonces la bautiza Bonpland e imagina caras, nombres, voces para darle vida.

Algunos años después, en 2016, le presentará el proyecto de esta, su primera serie de televisión, a HBO. Se irá de la reunión con una buena sensación, pero no recibirá respuesta hasta pasados dos años y medio. Para entonces, cuando le avisen que hay luz verde, todo habrá cambiado. La cadena querrá que la ficción sea mexicana y entonces Bonpland se convertirá en Ámsterdam, que tomará su nombre de una de las avenidas más singulares de toda Ciudad de México: una calle continua con la forma de lo que alguna vez fue un hipódromo y hoy es una colonia cool.

Taretto aceptará el desafío sin saber, todavía, que esa serie que debía ser argentina y que está a punto de convertirse en mexicana, terminará siendo producida y en gran parte filmada en Montevideo, Uruguay, en el peor punto de la pandemia del coronavirus.

Ámsterdam, que se estrenó el 20 de marzo en HBO y el streaming HBO Max, es el último trabajo del director argentino que cautivó con su ópera prima Medianeras, hace más de una década; que luego hizo la película Las insoladas (2013) y que lleva años dirigiendo publicidad. Esta es su primera serie completa; después no sabe qué vendrá.

“Supongo que me encantaría volver a tener 30”, dice Taretto, de 56, en charla con El País en un fugaz paso por Montevideo. “Es un momento muy de crisis; tenés un montón de dilemas morales. Hay muchas más presiones de la adultez, y por detrás viene una generación que rompe con todo. Y los de 30 están ahí, no queriendo parecerse a los más grandes y muy amenazados por lo que viene”.

Algo de eso es lo que se cuenta en estos 10 episodios que giran alrededor de Nadia y Martín (Naian González Norvind y Sebastián Buitrón), actriz y músico al borde de la debacle amorosa y con un perro, Ámsterdam, recién adoptado y que será un punto de inflexión en toda esta historia. La producción es de la uruguaya Cimarrón y todo lo que ocurre en el precioso apartamento de está pareja millennial, fue filmado en un decorado en el barrio de Reducto. Algún espectador afinado podrá reconocer a la Sala Camacuá en una escena de un casting, pero por lo demás, Montevideo es invisible. El cine y las series pueden lograr ese tipo de magia.

Ámsterdam es un estilo de serie, una comedia romántica, que no se ha desarrollado tanto en América Latina. ¿Qué implica ese desafío para un autor?

—Yo soy bastante relajado y no tengo preocupaciones en términos de si va a funcionar o a qué se va a parecer. Lo hago todo muy relajado, feliz e involucrado, y le pongo un montón el cuerpo. Tengo la ventaja de que había hecho Medianeras, y este proyecto tiene mucho en común con ese universo. Y después hago lo que siempre me gustó: falsas comedias románticas, porque el amor no triunfa como en todas; es un amor con dudas, avances, retrocesos, entonces fue muy intuitivo todo el proceso.

—La historia iba a transcurrir en Argentina y luego se tuvo que “mexicanizar”. ¿Cómo se dio esa transformación?

—Cuando hice Medianeras pensé: “¿A quién le va a interesar una película tan porteña?” Y funcionó increíblemente bien en algunos países. Y esta serie se llamaba Bonpland y sucedía a dos cuadras de donde vivo, pero HBO quiso hacerla mexicana porque, entre otras cosas, creían que no había un tipo de material así en México. Al principio me desconcertó, pero fue muy desafiante sostener el espíritu, desarmar todo el sistema de confianza que ya tenía en la cabeza y abrirme a otras personas. Y a todo eso se le sumó el hecho de que la mitad del rodaje fue en Montevideo.

—Las ciudades son protagonistas de tus proyectos, pero además del espacio físico hay un marco que lo da el propio contexto: si Medianeras era el amor en la era virtual, Ámsterdam es el amor en la era millennial…

—Totalmente. Y un objetivo creativo era que la serie tuviera algo de fábula. Todas las emociones son muy reales, naturalistas en algún sentido, pero hay algo que no es naturalista y tiene una idea de universo, de burbuja, de paleta de colores y un vestuario con mucha personalidad. Quisimos que tuviera algo de fábula urbana.

Ese aspecto me llevó a La La Land, más allá del punto de contacto con esta pareja de artistas con proyectos de vida incompatibles. Hay algo de universo definido.

—Ahora que lo decís, me acuerdo de mi angustia cuando salió La La Land, porque yo presenté el proyecto a HBO antes, y cuando leí la sinopsis creí que se me había caído todo Ámsterdam. Pero después es otra cosa. Sí tiene eso del universo, muy cuidadoso y consistente en la manera en que está hecho. Y eso me gusta del cine: cuando toda la conjunción de arte, fotografía, música, se amolda de una manera para generar algo propio.

—¿Qué fue lo más engorroso de hacer que la serie pudiera ser rodada y producida en Uruguay?

Ámsterdam tiene dos personas claves que son uruguayas, y para mí es como si el proyecto lo hubiésemos hecho los tres, espalda con espalda: Gonzalo Delgado, el director de arte, y Bárbara Álvarez, la fotógrafa. Especialmente con Gonzalo hicimos una investigación muy grande desde México, con gente de allá, y después hicimos todo muy a lo Río de la Plata: contactar mucha gente por Instagram, meterse en todos los Airbnb que se podía, y nos hicimos una idea de México. Y acá se buscaron locaciones. Uruguay arquitectónicamente es una maravilla y no fue difícil eso. Pero acá se hizo puro interior. Fue una decisión muy ambiciosa. Filmamos en el peor momento de la pandemia en Uruguay y fue muy difícil.

"Fue una decisión muy ambiciosa. Filmamos en el peor momento de la pandemia en Uruguay y fue muy difícil"

Gustavo Taretto

—¿Cuánto condicionaron o afectaron la pandemia y los protocolos a tu rol de director?

—Yo soy neurótico con las enfermedades, muy fóbico con el cuerpo. Tengo un tema cardíaco y pensé que me iba a morir desde que empezó la pandemia. Estuve tres meses sin salir de mi casa, ni siquiera al ascensor; estaba asustadísimo. Obviamente la primera pregunta es: ¿puedo tener tanta mala suerte de haber esperado cinco años y que resuelvan hacer la serie cuando el mundo está en este caos? Tuve que hacer el casting por Zoom, y cuando llegué acá llegué con casco, dos barbijos, parecía el niño burbuja. Y después se me fue. Porque lo más importante de la serie son los actores, los personajes, y yo no puedo estar distante de ellos.

—Antes hablamos de cómo es hacer una serie de comedia romántica en un continente que las produce poco. ¿Cómo es hacer una serie, a secas, en un momento como este, de hiperproducción?

—Entiendo que para la gente de la industria es muy bueno este furor, porque es mucho trabajo y son muchas horas de vuelo.

—¿Y para un autor?

—Hoy hay mucho de: “¿Qué fue éxito? ¿Luis Miguel? Bueno, vamos a hacer biopics”. Creo que las networks están pensando en un único tipo de espectador cuando hacen las cosas, y el mundo de las series es una zona de batalla entre la gente del cine y la televisión. La televisión ha fracaso, está perdiendo audiencia de una manera vertiginosa, y la gente del cine también está perdiendo público, y el punto de encuentro son las series. Y la gente de la tele quiere que se filme como tele, y la gente del cine quiere que se filme como cine, y hay cosas que hay que aceptar. Yo tengo una hija de 23 años que puede ver una de Tarkovsky en la computadora y no necesita verla en el cine para conectar, para hacerse preguntas. Y en esa batalla, la televisión quiere darle a la gente lo que la gente quiere, y el cine es mucho más experimental en muchos aspectos. El gran error sería querer hacer proyectos que se parezcan, copiar fórmulas, porque si no, todo sería un éxito. Y hay mucho de ingobernable en por qué algo funciona y por qué no funciona. Lo que yo quiero es hacer proyectos que tengan personalidad.

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