Contar el detrás de un clásico de la televisión, recrear una vecindad icónica y convertirla en tendencia

Paola Montes de Oca y Arturo Barba hablan de sus personajes en la serie "Chespirito: sin querer queriendo", la serie biográfica de Roberto Gómez Bolaños que está entre las tendencias de Max.

Imagen de la serie "Chespirito: Sin querer queriendo".
Imagen de la serie "Chespirito: Sin querer queriendo".
Foto: Difusión.

No es una imitación de El chavo del ocho, ni una nueva versión del clásico mexicano que llegó a los hogares de millones de personas, aclaran Paola Montes de Oca y Arturo Barba, dos de los actores de Chespirito: sin querer queriendo, la serie biográfica sobre Roberto Gómez Bolaños que estrena episodios los jueves en Max.

Tanto Montes de Oca como Barba tienen caminos muy distintos en la industria. Mientras que para la actriz de Ciudad de México se trata del primer proyecto importante, el actor que se conecta desde su casa en la ciudad de Querétaro tiene más de dos décadas de trayectoria en series como Los ricos también lloran, Mujeres asesinas, Capadocia y Señora acero.

Montes de Oca interpreta a María Antonieta de las Nieves, o sea La Chilindrina en la serie, Barba es Rubén Aguirre, que en “la vecindad” era el Profesor Jirafales.

Imagen de la serie "Chespirito: Sin querer queriendo".
Lorena Montes de Oca (izquierda) y Arturo Barba (derecha) junto a parte del elenco de la serie "Chespirito: sin querer queriendo".
Foto: Difusión.

En una charla vía Zoom, los actores de Chespirito: sin querer queriendo cuentan cómo se sumaron al proyecto, qué descubrieron de sus personajes, y los desafíos de hacer esta serie que se encuentra entre las tendencias de la plataforma de streaming.

—¿Cómo llegan a Chespirito, que se convirtió en la serie más vista en Max desde su estreno?

Paola: Todo comenzó hace casi dos años. Vi un casting en redes sociales que decía: “¿Te pareces a ella o conoces a alguien que se le parezca?”. Yo recién había egresado de la universidad, estaba en plena búsqueda de oportunidades como actriz, así que envié un video. Pensé que ahí terminaba todo, pero a las dos semanas me mandaron un texto para preparar. Después vino el callback, ahora con los hijos de Chespirito, Roberto y Paulina Gómez Fernández, y con uno de los directores, Rodrigo Santos. Imagínate la presión de estar frente a todos ellos. Hice la audición desde lo más honesto de mí, tratando de encontrar a María Antonieta en mi interior. Y luego vino la espera, como en tantos castings, pensando que tal vez no quedaría. Pero me llamaron. Fue mi primera gran oportunidad.

Paola Montes de Oca en la serie "Chespirito: sin querer queriendo".
Paola Montes de Oca en la serie "Chespirito: sin querer queriendo".
Foto: Difusión.

Arturo: Hace dos años y medio, otra casa productora abrió el casting. Iba a ser un proceso abierto en toda Latinoamérica, y sinceramente —con totak honestidad y un poco de vergüenza— me dio una hueva tremenda. Había que subir un video, competir con miles, y pensé: “No me voy a pelear con 4.000 candidatos”. Luego cambió la casa productora, cambió el casting y cuando llego a la audición, mis compañeros me dicen: “Te están buscando”. Había unas 40 personas abajo diciendo que me parecía a Rubén Aguirre. Yo no lo había notado, pero sí: tipo alto, delgado, moreno, cejón, con voz grave... Era yo. Y pensé: “Las pequeñas diferencias serán el cultivo de mi creatividad”. Y lo demás es historia.

—El público conocía al Profesor Jirafales y a la Chilindrina, pero no tanto a Rubén Aguirre y a María Antonieta de las Nieves. ¿Qué les sorprendió de ellos al interpretarlos?

Arturo: Rubén era muy parecido a sus personajes. Roberto Gómez Fernández me contó que su padre decía que le hubiera gustado hacer más personajes con Rubén, pero que su paleta actoral era corta. Lo decía con objetividad y cariño, porque eran grandes amigos: Rubén, Edgar (Vivar, en la serie a cargo de Eugenio Bartilotti) y Roberto (a cargo de Pablo Cruz Guerrero). Compartían cultura, gustos refinados, eran bon-vivants. Pero sí, Rubén tenía un rango actoral limitado. Y sin embargo, lo que hizo fue tan eficaz que quedó grabado en la memoria de todo un continente. Nadie mira El chavo del ocho pensando si tal es buen actor o no. Los personajes están tan bien construidos, con tanta minuciosidad, que se te olvida que están actuando. Rubén aprovechó al máximo lo que tenía, y eso me parece una lección enorme como actor.

Paola: En mi caso, leí la autobiografía de María Antonieta, Había una vez una niña en una vecindad. Al principio no conocía mucho de su vida, y ese libro fue una gran fuente. Me sorprendió saber que veía a Roberto Gómez Bolaños como una figura paterna, un guía en su carrera. Ella trabajaba desde los seis años, fue actriz de doblaje, pero su carrera realmente despegó con El Chavo del 8. Todo eso me ayudó a construir el personaje.

Arturo Barba en la serie "Chespirito: sin querer queriendo".
Arturo Barba en la serie "Chespirito: sin querer queriendo".
Foto: Difusión.

—¿Cómo fue mostrar ese lado desconocido de estos actores tan populares?

Arturo: Eso fue lo que nos dio aire fresco. Porque replicar los capítulos originales sería un suicidio. Hay clásicos con los que no se puede competir. Lo que nos salvó fue interpretar a los actores, no a los personajes. Porque la gente no conoce tanto a los intérpretes. Entonces pude imaginar que Rubén caminaba con los pulgares en el cinturón porque era norteño, que se limpiaba los dientes con la lengua, que siempre conciliaba en los conflictos. Hay escenas grupales donde verán que él se hace a un lado. Era muy grupal, pensaba en términos colectivos, no individuales. Eso me parece una cualidad humana inmensa.

—¿Cómo fueron las grabaciones? ¿Cómo era un día de rodaje?

Paola: Muy divertido. Fueron diez semanas intensas. Nos llamaban muy temprano y grabábamos hasta tarde. Pero siempre hubo buena vibra. Parecía que cada quien se impregnó de la energía de los actores originales. Miguel Islas, que interpreta a Don Ramón, o Juan Lecanda, que hace de Carlos Villagrán, pasaban el día riéndose y haciendo chistes. El set de la vecindad era casi idéntico. Ver el barril, los apartamentos... se nos iluminó la cara al entrar.

Arturo: Fue una delicia. Yo crecí con El Chavo del 8, y de pronto estaba ahí, con el traje del Profesor Jirafales, el ramo de rosas, el sombrero... y pensaba: ¿qué está pasando? Los metafísicos dirían que es un tiempo sin tiempo. De pronto, ese tipo que me hizo pasar tan bien de niño, estaba en mi cuerpo. Ver el set tan idéntico fue volver a la infancia. Incluso abrí la puerta de la Bruja del 71, como si fuera un niño. Quería ver qué había detrás. Era un set, claro, pero yo quería abrirla. Este proyecto fue más que un trabajo: fue un viaje a la memoria. No importan las críticas o los halagos. Lo importante fue ese viaje personal. Y así lo viví todo el tiempo.

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