Reconocimiento a una trayectoria

| Ante una sala rebosante se inició la programación con la película "Memoria del saqueo"

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GUILLERMO ZAPIOLA

No cabía nadie más, e incluso quedó gente afuera de Cinemateca 18 (una sala con ochocientas quince localidades) en la noche del pasado sábado, durante la inauguración oficial del XXII Festival Cinematográfico Internacional del Uruguay, en la que se exhibió el documental argentino Memoria del saqueo y su realizador, el polémico Fernando Ezequiel "Pino" Solanas, autor de otros títulos de real importancia como La hora de los hornos, El exilio de Gardel y Sur, recibía de manos del Intendente de Montevideo Arq. Mariano Arana la distinción de Visitante Ilustre de la Ciudad.

En la ceremonia participaron también el Embajador de la República Argentina en nuestro país, Hernán Patiño Mayer, y el director de la Cinemateca, Manuel Martínez Carril. Patiño Mayer confesó que hasta ahora nunca había tratado personalmente a Solanas, pero que sus primeros recuerdos de él se remontan a más de treinta años atrás, cuando el actual embajador era un joven militante justicialista y el cineasta un autor de documentales políticos, uno de los cuales, Actualización doctrinaria para la toma del poder, era exhibido en los bastiones partidarios como parte de las movilizaciones que precedieron al retorno de Perón a su país en 1973.

Arana aprovechó la oportunidad para destacar no solamente el aporte creativo de Solanas en el terreno cinematográfico y su compromiso con causas sociales y políticas latinoamericanas, sino más ampliamente el papel del cine como herramienta artística y de comunicación democrática y plural, de la que el festival que se estaba inaugurando era, dijo, una buena muestra. Un poco antes, Martínez Carril había destacado esas mismas características en el festival, que no en vano está presentando casi ciento treinta películas de largometraje y varias decenas de cortos provenientes de alrededor de cuarenta países.

Finalmente habló Solanas, agradeciendo el homenaje, presentando su película como "la exploración de algunos de los aspectos, no todos, de la crisis argentina", y augurando mejores tiempos para la región. Sus palabras fueron saludadas con un aplauso cerrado.

PELICULA. Hubo otros aplausos, largos y con el público de pie, un par de horas después, cuando terminó la proyección de Memoria del saqueo. Es probable que esa reacción del público haya obedecido en parte a razones extracinematográficas: la carga de denuncia política y la cantidad de elementos reflexivos que el film aporta sobre la catástrofe argentina y algunos de sus responsables no van a dejar indiferente a casi nadie, y posee además resonancias que nos tocan muy de cerca.

Pero el impacto que provoca Memoria del saqueo no proviene solamente de sus alcances conceptuales, sino también de la enorme habilidad cinematográfica con que está armado. Solanas y su equipo salieron a la calle con sus cámaras mientras se producían las manifestaciones que desembocaron en la caída de Fernando de la Rúa en diciembre del 2001, y registraron concentraciones, violencias, represión policial, cacerolazos y reacciones indignadas. Ese material integra un cuadro más amplio, que reúne material de archivo, fragmentos de entrevistas televisivas, otras realizadas por el propio Solanas, y periódicos, recurrentes ‘travellings’ a través de pasillos y salones de edificios gubernamentales, empresas y bancos donde se tomaron algunas de las decisiones que arruinaron a un país.

Estilo. Esos elementos aparecen organizados en una serie de capítulos en los que se repasan las ambigüedades, los vaivenes, las contradicciones y hasta las atrocidades cometidas por los sucesivos gobiernos argentinos. A lo largo de esa cabalgata se acumulan corrupciones legislativas, manipulación de los órganos de la justicia, manejos fraudulentos de las deudas privadas y estatales, privatizaciones ruinosas, empobrecimiento generalizado y una vasta red de complicidades empresariales y políticas.

Lo que diferencia al film de un mero noticiero es el grado de inteligencia y puntería con que sus materiales aparecen seleccionados y compaginados. Desde increíbles declaraciones de políticos (habría que robar un poco menos, hay que mentir porque si uno dice lo que va a hacer no lo votan) hasta las peores frivolidades de la "política mediática" (Menem en Hola Susana, otros jerarcas en En la cama con Moria) se entrecruzan con el registro urgente de la agitación callejera, la acción piquetera o la patética exploración de la desnutrición infantil en un hospital de provincia. Algunos recursos expresivos provienen de La hora de los hornos, y acreditan una continuidad en las convicciones y las prácticas cinematográficas del director, en cuya trayectoria este film implica una clara recuperación tras los fracasos llenos de niebla, banderas y papelitos de El viaje y La nube.

No es necesario estar de acuerdo con todo lo que dice Solanas (quien sigue creyendo en soluciones que son en realidad parte del problema, según deja constancia el film en su mitológico apego al recuerdo del 17 de Octubre o el Cordobazo) para reconocer su habilidad como cinematografista y la fuerza impactante de su testimonio. Su Memoria del saqueo es desde ya una película imprescindible, aunque más no sea para pelearse con ella.

Provocativo regreso de Bertolucci

En el complejo Hoyts Alfabeta se exhibe hoy, en el marco del Festival, el polémico film italiano de Bernardo Bertolucci Los soñadores.

Al igual que hace tres décadas con Ultimo tango en París, Bertolucci ha podido sobresaltar a su público con una cuota de audacia sexual en esta nueva película. La acción transcurre durante los días cruciales de la rebelión estudiantil de mayo de 1968. Sus jóvenes protagonistas, hermano y hermana, quedan solos en su departamento parisino mientras sus padres toman vacaciones. Los muchachos invitan a su amigo Matthew, un estudiante norteamericano, a pasar unos días con ellos. En los tres días que siguen los personajes inventarán sus propias reglas, al tiempo que experimentan con sus emociones y su sexualidad y desarrollan una serie de juegos psicológicos cada vez más absorbentes.

El film ha podido ser entendido como una vuelta a las fuentes. El veterano director Bertolucci regresa a su inicial inspiración "sesentista", la que hizo de él, en sus primeros films y particularmente en Antes de la revolución (1964) una suerte de Godard italiano (y no hay que olvidar que también el cine de Godard estuvo marcado a fuego por el espíritu transgresor y ‘anti-establishment’ de la rebelión de mayo). Estos personajes derivados de una novela de Gilbert Adair tienen probablemente la edad de Bertolucci en la época en que transcurre la acción, y sus sueños son los del director y de muchos entonces. La evolución posterior de Bertolucci, que ensayó otras provocaciones sexuales (Ultimo tango), repasó la historia italiana (Novecento), fue y vino en sus relaciones con el Partido Comunista y hasta tuvo su período de misticismo oriental (Pequeño Buda), confirma rasgos de inconformismo y desazón frente a la sociedad en que vive. Actúan Michael Pitt, Eva Green, Louis Garrel, Robin Renucci, Anna Chancellor, Florian Cadiou.

Juventudes perturbadas

Otro de los títulos significativos que se exhibe hoy en el Festival es Dulces dieciséis, uno de los films más recientes del muy radical y crítico cineasta británico Ken Loach, el de Riff Raff, Mi nombre es todo lo que tengo, Ladybird Ladybird, La canción de Carla y su muy estimada Tierra y libertad. El protagonista es un adolescente delincuente de Glasgow, con quince años y una vida familiar perturbadora, y en definitiva un pequeño criminal.

Ha podido señalarse que la simpatía no alcanza para quebrar las distancias entre esa realidad y la mirada del film, entre otros motivos porque no es, justamente, su intención. En lugar de la visión convencional de una delincuencia juvenil lo que el espectador presencia es un desgarramiento, la demolición del potencial humano de ese personaje. Y el film, deliberadamente, se cierra sobre una interrogante sin respuesta, con lo que el espectador es invocado a pensar en qué hubiera sido necesario hacer. De la delincuencia y de la conducta del personaje, ni Ken Loach ni el espectador saber mucho, pero a la vez no se ocultan los hechos objetivos de su comportamiento. El estilo en que está construido el relato, seco, con montaje muy cortado, hace que sea más fuerte la asociación entre el efecto de lo real y la toma de conciencia, a partir de una realidad compleja, opaca, en cierto modo íntima. El elenco incluye a Martin Compston, William Ruane, Annmarie Fulton, Micelle Abercromby, Michele Coulter, Gary McCormack, Tommy McKee y otros.

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