Ignacio Alvarez con El País: "Hago periodismo según mis valores, mi conciencia y mi ética"

El periodista habla de "Porque (no) todo se sabe", su libro de recuerdos personales y profesionales de sus 30 años de carrera y adelanta algo del proyecto de streaming que lo llevará adelante en 2026

El periodista Ignacio Álvarez desde "La pecera", por Azul FM.
El periodista Ignacio Álvarez desde "La pecera", por Azul FM.
Foto: Captura de Instagram @lapecera1019.

Aunque no estuvo en televisión abierta, tras el final después de 13 años al aire de Santo y seña en Canal 4, Ignacio Álvarez no paró de hacerse notar en 2025. Siguió al frente de La pecera, su programa matinal en Azul FM y mantuvo una presencia fuerte en las redes, en la que suele ser, casi en iguales proporciones, amado y odiado por sus miles de seguidores.

Ahora Álvarez acaba de publicar Porque (no) todo se sabe (Aguilar, 850 pesos), subtitulado “Confidencias de 30 años de periodismo” y que funciona como reveladoras memorias, manifiesto político y manual de sus prácticas periodísticas. Lo hace todo con una prosa que recupera su propio lenguaje oral encontrando una intimidad con el lector.

Así en 250 páginas, Álvarez cuenta entretelones de los casos más sonados de su carrera y (y están todos), sus encuentros con presidentes uruguayos, sus desencuentros con otro, y algunos “detrás de cámaras” de sus programas más recordados, pero también revela su mundo interior, su vida familiar y sus opiniones políticas.

Álvarez nació en 1971 y estudió la carrera de Comunicación en la Universidad Católica y su primer proyecto fue el radial Historias de piel en Del Plata FM; por entonces también escribió en revista Tres y fue productor de Los viajes del 12, entre otras tareas. Durante 20 años estuvo al frente de Las cosas en su sitio en Sarandí, un hito radial de su tiempo. En su carrera televisiva, entre 2003 y 2006 condujo Zona Urbana en Canal 10 y entre 2011 y 2024, Santo y seña.

En una conversación telefónica mientras iba rumbo al este, Álvarez también contó en qué está su proyecto personal de streaming que ya tiene fecha aproximada de comienzo. Este es un resumen condensado de esa charla con El País.
—Porque (no) todo se sabe se mueve en tres zonas claras: memorias personales, manifiesto político y manual de periodismo. ¿Esas líneas las pensó desde el comienzo?
—No. De hecho, creo que en el prólogo digo algo así como que ni yo mismo sabía cómo se iba a articular ni hacia dónde se dirigía. Y es la verdad. Claramente, todo eso estaba dentro mío y quería salir, más o menos conscientemente. A medida que se me iban ocurriendo temas que quería tocar, los iba escribiendo. Por eso no es un relato cronológico, aunque sí tenga cierta lógica temporal. Tiene, sí, una parte muy fuerte de diario íntimo. La primera palabra es “hola” porque es eso: yo hablándole a la gente, como lo he hecho siempre, y también hablándome a mí mismo como hice hasta los veintipico cuando escribía un diario donde contaba lo que había hecho en el día y también reflexiones, introspección, dudas, miedos. Siempre tuve una vida interior muy rica y eso lo dejaba plasmado por escrito. Escribir es muy bueno.

—¿En qué sentido?

—Escribir te lleva a un lugar que no sabés cuál va a ser. Parece una locura, porque uno supone que si escribe sabe lo que va a escribir, pero en un momento la mano empieza a escribir sola. Brotan pensamientos y el hecho de ponerlos en palabras dispara otros nuevos. Uno se sorprende porque se llega a un nivel de profundidad y de autenticidad con uno mismo que de otra forma sería muy difícil. El pensamiento está ligado al lenguaje y en la medida en que ponés palabras a las ideas y a los sentimientos, los vas objetivando, les das vida propia. Aunque escribas sobre lo más íntimo, al hacerlo te ves desde afuera y te reconocés. Eso pasa también en terapia: los grandes descubrimientos que hice en terapia eran cosas que siempre supe, pero no las veía.

—Por eso le agradece explícitamente a su terapeuta en el libro. ¿Sentía que había cosas sobre su vida que necesitaban ser aclaradas?

—Totalmente. Siempre nos guiamos por versiones. ¿Cuál es la realidad? ¿Quién es Nacho Álvarez? Escribí este libro para que mis hijos y mis nietos sepan quien fue “Nacho Alvarez” y no se queden solo con titulares. Que conozcan a la persona y no se queden solo con el personaje que, para bien o para mal, les pudieron haber vendido. O para que se regodeen mis haters y me peguen como por definición hace un hater diga lo que diga, algo que constato a diario. Y también para que quienes me detestan tengan material para hacerlo y quienes me idealizan quizá me bajen del pedestal. Eso me pasó siempre. Mi diferencial es ser transparente y por lo tanto me expongo, lo que tiene sus riesgos y su valor. Y después hay que hacerse cargo.

—¿Qué eligió contar?

—El libro cuenta mucho que no se sabía de mi vida, mi persona y mi trabajo periodístico. Habla de errores, de arrepentimientos, de vergüenzas que sentí en su momento y que pueden servir para matizar la imagen de alguien soberbio o que se las sabe todas. No fue una estrategia comercial. Fue sentarme a escribir y a ponerme en el papel sin cálculo previo.

—¿Cuánto del tamaño de la figura de Nacho Alvarez se debe a los haters y no a los que lo quieren?

—Son las dos caras de la misma moneda. Paso muchas veces por la vida yendo contra la corriente. Eso supone recibir palos, costos personales y profesionales, pero no lo hago por masoquismo ni por llevar la contra, sino porque estoy convencido de lo que digo. Y hay muchísimos uruguayos que se sienten identificados. Como digo en mi perfil de Twitter: “Si estaremos mal, que por decir obviedades te aborrecen o te idolatran”. No es que yo sea Einstein ni esté descubriendo la pólvora. Son cosas obvias como decir que el socialismo fracasó en el mundo, que Maduro es un dictador y no debería estar ahí.

—O titular un capítulo “El peligro de las feministas”...

-Los capítulos están titulados de forma provocativa pero después se explican. Todos debemos ser feministas. ¿Quién no quiere equidad entre el hombre y la mujer? El problema es que se pasaron de rosca y eso trae perjuicios a la sociedad. Decir algunas cosas para mi son obviedades. Lo mismo con la droga: plantear una perspectiva histórica y humana genera resistencias, pero el disenso es necesario. Tiene sentido que haya personas como yo que digan estas cosas y otros que piensen lo contrario o se horrorizan. Siempre en la historia hubo voces que se levantaron contra la corriente.

—Pero en un ambiente tan polarizado, estar contra la corriente, sea cual sea, es tomar partido por una de las corrientes.

—No. La pregunta revela una forma de pensar de muchos uruguayos: o estás con este, o estás con el otro. No todo es blanco o negro. Tengo cabeza propia, y supongo que otros también, por algo tengo tantos seguidores. Lo que pasa es que incomoda porque en definitiva -pero para mí eso tiene que ver no solo con el periodismo, sino también con algo existencial- uno tiene que cuestionar y cuestionarse permanentemente. Y ser fiel a una ética que no justifica determinadas cosas cuando lo hace tu compañero y te llevar a criticarlo cuando lo hace el del otro palo. Los valores son los valores y lo que está bien está bien y lo que está mal está mal. Esa idea atraviesa todo el libro. Yo tomo posición.

—El libro, decíamos, también funciona como una especie de manual de periodismo.

—Voy mostrando mi forma de entender el oficio. Hago periodismo según mis valores, mi conciencia y mi ética. Creo que el periodismo cumple una función social fundamental. Siento que hago un bien a la sociedad y -otra vez- no por una decisión sino porque no me sale de otra manera. A tal punto de que me terminaron echando de dos canales.

—De lo que también da detalles en el libro...

—Quiero ser muy cuidadoso en este sentido: en los años que trabajé tanto en Canal 10 y los 13 años que trabajé en Canal 4, basta ver los programas para darse cuenta de lo libre que era. A mí me bancaron mucho. Pero si te digo una cosa, te digo la otra. Hay algo muy preocupante en que el dueño de un medio lo dirija a su antojo, muchas veces haciendo política directamente, censurando a determinadas figuras. Esas cosas pasan y está bueno que la gente lo sepa. Es más, sé que estoy siendo la voz de muchísimos periodistas, que aún considerándose en las antípodas de mis posturas, íntimamente me tienen que estar agradeciendo, porque por fin alguien se animó a decir esto, que ellos padecen o padecieron. En el libro, más allá de contar mis experiencias, siento que estoy haciendo un aporte al país y a la democracia. Cuando digo para que todo se sepa, es porque estas cosas es bueno que se sepan. Porque si no se saben, es mucho más fácil que se perpetúen. Claro que se pueden saber y seguirse haciendo, pero ahí ya no depende tanto de mí. Yo, por lo menos, estoy poniendo el gato arriba de la mesa.

—¿En qué está su proyecto de streaming?

—Hoy el streaming ha llegado para quedarse, y me ofrece la posibilidad de llegar a la gente en todo el mundo sin intermediarios. Simplemente entrando a YouTube desde el teléfono, la computdora o desde la propia televisión, a partir de marzo van a poder ver el nuevo Santo y seña con gran parte del equipo original pero potenciado. En estos meses me ha gratificado recibir el apoyo de la gente y de las empresas que apuestan a esta “batalla cultural”, no sólo como un negocio redituable, sino también como una forma de buscar un mejor país para nuestros hijos.

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