El periodista y editor español recuerda a su amigo y confidente Mario Benedetti a los 96 años del nacimiento del escritor uruguayo. En diálogo con El País, rememora sus primeros encuentros y subraya que todavía hay muchos benedittianos españoles en la vida contemporánea.
—¿Cuál es su primer recuerdo de Benedetti?
—Fue una noche de 1980, probablemente; Juan Luis Cebrián, mi director de El País lo invitó a cenar junto a José Amado, director de la revista literaria Litoral, que había fundado Altolaguirre, muerto en el exilio. Fue una noche muy vivaz, porque Amado era dicharachero y divertido, como Carlos Arniches, su pariente. Benedetti era, cómo no, tímido y risueño. Acababa de llegar a Madrid desde Puerto Pollença, donde empezó su exilio español.
—¿Cómo lo conoció?
—Lo conocí esa noche; pero lo había leído mucho antes. Era uno de los referentes de la izquierda progresista española. Con él nos pasaba, o me pasaba, lo que siempre sucede cuando alguien, como Julio Cortázar o como Juan Carlos Onetti o Guillermo Cabrera Infante, que son libros y no personas hasta que los conoces, y como es natural son personas. De eso nace mi libro Egos revueltos, de conocer a todos esos mitos como personas.
—¿Cuáles eran sus preocupaciones cotidianas?
—Muy simples. Primero, que hubiera buenos productos para luchar contra el asma, mal que compartíamos. Después, que la gente fuera puntual en las comidas o en los actos públicos. Después, que no hubiera espina en el pescado. Después, que no le hicieran fotos con flash. Y después aún que nadie confundiera Nacional, su equipo, con Peñarol, su archienemigo.
—Se dice que en determinado momento había un libro de Benedetti en cada mesa de noche de Madrid. ¿A qué cree usted que se debe su éxito?
—A la sencillez con la que describió lo cotidiano de la vida, y lo cotidiano del amor. Además, que era un hombre fuerte de apariencia frágil, como el padre, y luego el abuelo, que cada uno hubiera querido tener. Su literatura, además, llenó un vacío producido por el excesivo intelectualismo de los escritores de su generación. Él trajo la vida, con sus ideas, a la lectura contemporánea.
—¿Qué tenía Benedetti que encantaba a los españoles?
—Creo que él representaba un exilio y un espíritu radical que la gente relacionó, me parece, con el exilio español, que entonces estaba muy vivo en la memoria de los españoles.
—Usted ha sostenido que el trabajo del escritor, también uruguayo, Juan Carlos Onetti, fue un "revolución" para los jóvenes escritores españoles y de América. ¿Qué revolución provocó Benedetti?
—Creo que su poesía nos dio palabras para contar el amor sin tener que decirlo nosotros mismos.
—¿Usted cree que el arte de Benedetti está vigente?
—Evidente. Escribí una nota en El País de España en su 96 aniversario y fue lo segundo más tuiteado. Se tuitea mucha tontería, pero esta vez acertaron.
—¿Qué parte de su obra quedará en la historia?
—Creo que su libro más testimonial, La tregua, y todo lo que explicó en torno al exilio y qué lo produjo.
JUAN CRUZ RUIZ