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Villazul, el proyecto que un padre pensó para su hijo y ya agotó el Solís, ganó Disco de Oro y va por más

Creado por Fabián Marquisio y pensado para ayudar a niños con TEA, Villazul se presenta este jueves y viernes en la Zitarrosa. Antes, el músico charló con El País sobre los casi 10 años del proyecto.

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Villazul Sinfonico.
Villazul en su concierto sinfónico en el Solís.
Foto: Fabian Urquiza

"Cuando viene una madre o un padre y nos abraza cuando bajamos del escenario y dice ‘es la primera vez que lo puedo traer’, yo, que soy padre de un niño con autismo y sé lo difícil que es ir con él al cine o a un espectáculo, siento que ese es el gran logro de estos 10 años de trabajo. Te lo cuento y me emociono”, dice Fabián Marquisio, creador del proyecto Villazul.

Con cuatro materiales discográficos lanzados, y centenares de conciertos por todo el país y también en el exterior, el proyecto musical que idealizó para auxiliar en la enseñanza de su hijo Antonio, diagnosticado con Trastorno del Espectro Autista (TEA), no para de crecer y conquistar logros. Sólo este año creó el primer concierto sinfónico accesible de la región, que agotó las entradas del Teatro Solís con dos semanas de anticipación y, hace una semana, se llevó el galardón de Disco de Oro en ventas por Música Para Aprender, Vol 1.

Sin embargo, más allá de los números, para Marquisio, los principales logros de Villazul en esta década de vida fueron y son llegar a los oídos y corazones de los pequeños; servir de herramienta para las familias de niños neurotípicos y neurodivergentes; lograr plantar la semilla de la información sobre temas como el autismo y, finalmente, ayudar a vencer la ignorancia. Todo eso, lo hizo y lo sigue haciendo a través de las canciones, esas que enseñan sobre el mundo, las tareas y las emociones y que volverán a sonar este jueves y viernes a las 17.00 en la Sala Zitarrosa, en el marco del Festival Rodamundo. Entradas por Tickantel.

“Mi idea era que pudiera ayudar a alguna familia. Si uno o dos padres se beneficiaban, yo ya sería feliz. Nunca me imaginé todo lo que este proyecto alcanzaría. Y lo llamo ‘proyecto’ porque es un colectivo de artistas donde cada uno aporta su granito de arena para hacer un cambio desde el arte, desde la música, desde su referencia en la sociedad”, afirma.

Hace 12 años, tras descubrir que necesitaría de otras herramientas para ayudar en la educación de su hijo, que hoy tiene 14, Marquisio descubrió que, a través de las canciones, lograba que Antonio realizara actividades sencillas y aprendiera de forma divertida sobre temas escolares y del día a día.

Así, gestó en la intimidad de su hogar y con su familia temas que verían la luz en un primer disco en 2014. En Canciones para crecer, 26 temas versan sobre actividades cotidianas como guardar los juguetes, cepillar los dientes, vestirse o dar un abrazo. Con el éxito que tuvieron y acompañando el proceso de crecimiento de Antonio, Villazul creció y creó, también, temas que auxilian en la enseñanza con los dos volúmenes de Canciones para aprender. En total, son 36 músicas que, desde el primer momento, se gestaron en colaboración. Hasta hoy, 150 artistas se han sumado a la propuesta.

Lo más desafiante en estos años, cuenta, fue pensar en los distintos tipos de escuchas que podían alcanzar y en cómo ser accesible a ellas. “Cuando nosotros armábamos una canción para realizar una actividad, lo que más pensábamos era en todas las opciones que teníamos de familias que podían escucharlas; por eso, todas las canciones de Villazul están hechas de forma que se puedan adaptar a distintas realidades”, cuenta.

“Uno de los grandes retos, por ejemplo, fue hacer la canción de la muerte. Una canción infantil que contara que las personas y los animales se mueren y no los vamos a ver más. Dentro de ese tema había que tratar de salir de la religión y de la filosofía. Simplemente contar que un día las personas no estamos más. Y podemos llorarlo, extrañarlo, pero es así. Esa circunstancia creativa de tratar de que la canción no fuera ofensiva ni discriminatoria, fue el reto más difícil que encontramos”, cuenta.

En estos años en que ha podido, a través de Villazul, ser parte del proceso de enseñanza y crecimiento de muchas familias, los relatos y las anécdotas abundan. “Una de las que más me emocionó fue la de una señora que nos escribió a la página de Villazul, diciendo: ‘les quiero agradecer porque nunca le había escuchado la voz a mi hijo, y hoy nos despertamos y estaba cantando una canción de Villazul. Y él no habla, pero sin embargo canta la canción. En su boca había escuchado sonidos, y ahora escucho palabras’. Eso para mí fue la emoción total. Y siguen llegando miles de frases, anécdotas y abrazos 10 años después”.

Recital accesible

En abril, Marquisio dio un paso más en ese camino de intentos, hallazgos y aciertos. Junto a la Banda Sinfónica prepararon el primer concierto totalmente accesible de Uruguay y la región. Una experiencia exitosa que, sin embargo, fue como “pisar sobre arenas movedizas”.

“Yo había investigado mucho para tratar de encontrar algún antecedente y encontré que en Latinoamérica no se había hecho ningún concierto sinfónico centrado en niños o personas con autismo o discapacidad, entonces a partir de ahí comenzó un derrotero con toda la gente que participó del concierto y que trabajaba en el teatro, para tratar de que fuera realmente un disfrute para todos y todas”.

Villazul Sinfónico en el Solís.
Villazul Sinfónico en el Solís.
Foto: Hebe Valla

Desde tener el sonido e iluminación adecuados hasta capacitar el personal de la sala, había que pensar en cada detalle. El resultado fue, una vez más, un trabajo en equipo que involucró a más de 200 profesionales, reunió a un público de alrededor de 2000 niños y niñas y sus familias y resultó en el disco Villazul Sinfónico.

“Creo que, de cierta manera, se sentó un precedente, porque si el más importante teatro que tiene el país, y a la vez la Banda Sinfónica, tiran esa línea de que se puede hacer, es una señal de que el resto de los espectáculos, los festivales y los teatros del país también pueden. Creo que realmente fue un mojón importante a nivel inclusivo en Montevideo y en Uruguay”, finaliza Marquisio, el músico que soñó como padre, realizó como artista, y hoy promueve cambios que, tal cual las canciones, vuelan hacia el colectivo.

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