Urbano Moraes, uno de los bajistas más admirados de la música uruguaya, está de estreno. En mayo publicó un EP grabado junto al también bajista Felipe Fuentes, en la que el exmiembro de El Kinto reimagina cuatro clásicos de su repertorio. Editado a través de Little Butterfly Records, Urbano Moraes y Felipe Fuentes, nació, según Urbano, de forma sorpresiva. “Conozco a Felipe desde que era niño y sabía que tocaba pero nunca lo había visto tocar en vivo”, relata a El País. “Un día me llamó y me mostró dos músicas mías que había hecho con el bajo, y me dijo que quería que las cantara. Era un trabajo lindísimo y después de que me mandó otras dos, quedamos en grabar. Fue todo muy espontáneo”.
El EP, disponible en plataformas digitales, es el primer lanzamiento de Moraes desde Vuela más alto, de 2015, y es un buen resumen de 50 años de carrera. Está compuesto por “Musicasión III”, “Hola! Desde todos los sueños”, “Paloma azul” y “Velas”. “Es un trabajo minimalista de bajo, voz y alguna cosita que sumó Felipe”, dice sobre el trabajo con el músico de 29 años, que en 2020 grabó junto a AVR el excelente Sankofa.
La salida de Urbano Moraes y Felipe Fuentes es una buena oportunidad para repasar la vida del artista de 74 años. Su carrera inició en 1966 con The Knacks, una banda de influencia beatle. Al año siguiente ingresó a El Kinto, el grupo pionero del candombe-beat, que se volvería referencia para varias generaciones de artistas locales. “No éramos conscientes de lo que significaba en ese momento porque todo lo que hicimos fue jugando”, dice sobre el proyecto del también participaron Ruben Rada y Eduardo Mateo.
“Entiendo que después surgió una cosa histórica porque cuando nosotros estábamos con El Kinto, todo el mundo cantaba en inglés y nosotros éramos los únicos que cantábamos en castellano y además poníamos un par de tumbadoras en el escenario. Estábamos probando cosas; no pensábamos si iba a ser importante o no, o si iba a perdurar en el tiempo”, explica.
Más allá del valor de su escueto pero histórico repertorio grabado —la recopilación Circa 1968 lo confirma—, Moraes destaca el valor humano del grupo. “En El Kinto nos queríamos todos; nunca hubo una pelea ni un malestar. Laburábamos con placer”, dice. “Nosotros tocábamos todas las noches en un boliche de Carrasco que se llamaba Orfeo Negro; hacíamos tres pasadas por noche y solo descansábamos los lunes. Fue un cambio en mi vida porque yo tenía 18 años y hasta ese momento solo sabía los bajos de Paul McCartney, pero ahí tocábamos lo que fuera: tropical, tango, pop, música brasileña, standards de jazz... Fue una escuela única”.
La banda también fue parte de los históricos espectáculos Musicasiones, donde nació “Musicasión III”, una improvisación de Urbano al piano que se convertiría, junto a “Yo volveré por ti” (El Kinto), en uno de sus primeros clásicos. “Yo no la quería grabar porque era un disparate”, asegura. “Pero Mateo me insistió tanto que me senté al piano para probarlo. Cuando le dije a (el productor e ingeniero de sonido) Carlos Píriz que estaba listo, me respondió que ya estaba grabado. O sea, que lo que salió fue una prueba”, dice sobre la canción que sería incluida en Musicasión 4 ½ (1971).
Lo mismo le sucedió con “Mirémonos un poco más de frente”, que sería editada en Musica de acá, una recopilación del sello De la planta. “En 1972 (con El Kinto ya separado), fui a Buenos Aires para grabar mi primer disco solista. Era alucinante porque tenía mi primera banda solista, pero cuando fui a hacer ese tema me sentía muy mal de la garganta, así que le pedí a Píriz que borrara lo poco que había cantado. La quería hacer de nuevo, pero me divagué tanto que nunca volví”, rememora. Sin embargo, Píriz no le hizo caso y al año siguiente la publicó en Música de acá. “Gracias a que no me dieron pelota, la gente me conoció”.
Aquel debut solista nunca se terminaría, pero tres canciones serían rescatadas en 2022 y editadas gracias al trabajo de los argentinos Juana Molina y Mario Agustín de Jesús González, que rescataron unas cintas pertenecientes a Píriz y que incluían material de ese álbum y de inéditas de El Kinto, Mateo, Rada y Diane Denoir. “Cuando Juana me llamó y me contó, me puse a llorar. No lo podía creer”, comenta sobre las grabaciones que se editaron en Musicasión 4½ (50th Anniversary Edition).
Moraes vivió en Uruguay hasta 1974, cuando decidió radicarse en Argentina. “Me fui en la dictadura porque me había agarrado el Escuadrón del Muerte y me había dado para que tenga. Fue un desastre”, relata. “Me mudé a Argentina con la madre de mis hijos, y allá pasé los peores dos años de mi vida; no toqué una sola nota”. En esa época tuvo dos trabajos: pintó muñequitos de madera y se dedicó a la serigrafía para lencería femenina. “Tenía que comer y juntar la guita para rajar”.
Se mudó a España porque alguien le dijo que allá había trabajo, pero cuando llegó la persona se “había borrado”. “Quedé prácticamente en la calle. No encontraba forma de salir adelante porque no conocía a nadie ni tenía instrumentos”, admite. “Hasta que me salvaron la vida: no sé por qué, un músico que era pianista de Serrat me llevó a su casa, me compró un instrumento y me dijo dónde se podía laburar. Empecé de a poquito y viajé por toda España”.
Tocó en boliches, grabó en discos de bulerías y sevillanos, trabajó con Kiko Veneno y hasta participó del grupo Imán Califato Independiente. Con ellos grabó el disco Camino del águila, de 1980, que fue un éxito. “Fue un año hermoso: vivimos en comunidad y cerrábamos todos los shows en las Plazas de Toros”.
A Uruguay volvió en 1982, decidido a reconectar con sus raíces. Fue parte de clásicos como Siempre son la cuatro, de Jaime Roos; y Cuerpo y alma, de Eduardo Mateo, y luego viajó a Argentina para ser parte de la banda de Ruben Rada. “El ‘Negro’ era el número uno allá, y la banda que tenía era alucinante. Laburábamos mucho y el repertorio de Rada era increíble”, dice sobre En familia, La cosa se pone negra, Adar Nebur y La yapla mata, los discos de Rada en los que participó.
La vuelta a Uruguay tras acompañar a Rada sería la definitiva. En 1991 lanzó Vamos a mirarnos más de frente, un tardío pero esencial disco solista que incluye genialidades como “Paloma azul” y “Llamada de la Casa Grande". En todos estos años grabó otros cinco álbumes —entre ellos, Desde todos los sueños, de 1998 producido por Rada—, pero Moraes tiene sus motivos. “Yo no compongo nunca, sino que las canciones son pedacitos de mi vida que aparecen cuando me pasa algo. Ahí llega la música, y trato de escucharla y componer en base a lo que siento en ese momento. Si lo dejo para después, marché”, dice, con una carcajada. “Por eso tengo tres discos locos”.