Ruben Rada, a pleno: la final de "La Voz Kids" en Canal 10, su nuevo disco y la vuelta de "Terapia de murga"

El músico de 82 años acaba de publicar "Gamurgatrónica", un disco que celebra sus raíces murgueras, y se prepara para llegar al Teatro de Verano con la Catalina y León Gieco. Sobre eso, dialoga con El País.

Ruben Rada.
Ruben Rada.
Foto: Estefanía Leal.

Ruben Rada vive la plenitud creativa. A los 82 años, está inmerso en plena temporada murguera y lidera Terapia de murga, el espectáculo en el que reinventa su repertorio y lo fusiona con el de Agarrate Catalina.

Estrenado en marzo, agotó tres funciones en el Auditorio Nacional del Sodre, se presentó en la Semana de Lavalleja, giró por Argentina y volverá a escena el miércoles 17 de diciembre en su máxima apuesta: el Teatro de Verano, con León Gieco como invitado. Las entradas están en Tickantel, los precios van de 1200 a 3800 pesos, y hay 2x1 para socios de Club El País.

Sobre la experiencia de cantar con la murga, Rada asegura: “Es maravilloso. Lo mejor del espectáculo es cuando los tambores y la murga se juntan haciendo candombe. Además, se armó una barra divina”.

Mientras tanto, el músico celebra otra faceta de su pasión: su rol como coach en La Voz Kids, de Canal 10. Su team está representado por Santino Sosa, de 11 años, quien mañana disputará la final del certamen de canto.

“Estoy muy contento con los pibes que llegan a la final. Ganar La Voz es una gran alegría, pero ya estar en el programa es importante. Si cantás aunque sea tres veces, ya te vieron miles de personas, y eso está divino. Más allá de que ganen o no, les digo lo mismo: no se mareen ni sufran; la felicidad de poder cantar ya vale oro”, dice.

Entre escenarios y televisión, Rada acaba de publicar Gamurgatrónica, un impecable disco que celebra su amor por la murga, aquel género que descubrió en los tiempos en que salía en La Nueva Milonga. Trabajado junto a Gustavo Montemurro, su eterno cómplice musical, el álbum incluye cuatro temas inéditos —como “Murguero amor”, firme candidato a convertirse en clásico de su obra— y reedita otras cuatro joyas que dan cuenta de la amplitud de su estilo.

Sobre todo esto y más habla Rada en la entrevista con El País.

Gamurgatrónica, tu nuevo disco, es un homenaje a tus raíces murgueras: una faceta que descubriste a finales de los cincuenta, cuando salías en La Nueva Milonga. Fue ahí donde aprendiste a arreglar voces. ¿Cómo fue?

—Sí, porque… no sé, me dio ese talento Dios. El Tito Pastrana se iba, y yo conocía todas las melodías que él mostraba a los músicos; me quedaban grabadas más que a quienes les tocaba. Ensayábamos en el Club Aldea, y cuando el Tito se iba, yo le pasaba las voces a los muchachos. Cuando volvía el Tito, la murga estaba cantando bárbaro. Entonces, me decía: “Zapatito, me voy a ir de nuevo” (se ríe).

En esa época subías a los tablados con un traje de Pierrot y una radio Spica, y cantabas éxitos del momento...

—Sí, hacía la "radio portátil". Era un éxito total. Iba a los tablados y la gente estaba enamorada de mí porque mechaba canciones de Ray Charles, Edmundo Rivero, Gardel y Los Plateros mientras hacía el ruido del dial e imitaba a los locutores del momento. Nunca cantaba las retiradas con la Nueva Milonga porque me mandaban en un camión, un auto o una moto por Propios y Avenida Italia para llegar antes al siguiente tablado. Mientras los murguistas comían chorizo, yo hacía la radio portátil. Al final del carnaval me enteré de que al Tito le daban 20 dólares para mí… ¡nunca los vi! (se ríe). El Tito era un personaje, de esos tipos que amás toda la vida, con un talento increíble. Creador de una murga no campeona, pero querida por todos.

Ruben Rada.
Ruben Rada.
Foto: Estefanía Leal.

—En “El éxito”, uno de los rescates de tu nuevo disco, aparece una de las claves de tu obra: “Cómo me gusta el éxito, no lo hago para ofender, / yo solo quiero crecer con el Uruguay…”.

—Claro, totalmente. Yo siempre canto para el Uruguay. Cuando me fui, hice un montón de canciones sobre eso: “Montevideo”, “El ómnibus”, “Terapia de murga”, “Mi país”, “Lo bueno es lo malo, lo malo es lo bueno” y “Sudamérica”. También “Melanco”, que habla de Peñarol, los amigos del barrio y la sonrisa de mi madre.

—En el álbum también se reedita “Mamita”, de 1996. Casi 30 años después se cumplió lo que dice la letra: el candombe suena en Nueva York y hasta giraste por Japón...

—(Interrumpe) El tipo soñaba y al final se dio.

—Y todavía con el disco en el que Julieta homenajea al candombe nominado a los Latin Grammy.

—Julieta arriesgó su carrera con ese disco y todos los que hacemos candombe tenemos que sentirnos muy halagados por el trabajo que hizo. No solo por las canciones, sino también por los músicos que participaron: Leo Genovese —ganador del Grammy como mejor solista de jazz—, Fito Páez, Pedrito Martínez, iLe, Facu Balta… Es increíble. Y, además, Juan Campodónico hizo unos arreglos divinos de “El tambor”, de Jaime.

—Y en Montevideo, el candombe también crece: cada vez hay más tambores y la Rueda de Candombe convoca a un público enorme.

—Sí, estoy muy agradecido con toda la gente que hace cosas por el candombe. Realmente los aplaudo. Lo de la Rueda es increíble. Tengo que decirte que al principio me sentía un poco mal, porque pensaba que si se tocaba gratis en la calle todo el tiempo, después a los músicos se les hacía difícil cobrar. Y la música no se puede regalar. Pero también entendí que lograron algo maravilloso, y me enseñaron que lo importante no es si es gratis o no, sino mover el candombe de la forma en que lo mueven. Es una alegría bárbara ver todo lo que lograron, cómo viajan a otros países a tocar, cómo lo hacen suyo. Cada cual lo hace como puede: yo soy un tipo que corta entradas, y hay otros que quizás no, entonces tal vez la onda sea juntarse con la barra en pos del candombe.

Ruben Rada.
Ruben Rada.
Foto: Estefanía Leal.

—Como el festival Candombe Vivo, en Sala del Museo, donde incluso te homenajearon.

—Sí, estuvo divino. A mis conciertos suelen ir muy pocos afrodescendientes, no sé por qué, y eso que he hecho un montón de candombes maravillosos. Entonces, ver un festival de candombe lleno me puso muy feliz. Por eso agradecí tanto que la gente de mi raza me homenajee. Algunos lo creerán o no, pero para mí es así: trabajé toda la vida para ellos.

—Volviendo a tu disco, la fusión de estilos reafirma eso que siempre alimentó a tus canciones: la música es una especie de juego donde todo puede juntarse. ¿Es así?

—Es un juego, sí, y me encanta. Por eso me costó tanto llegar. La gente se pregunta: “¿Qué es Rada? ¿Es candombero? ¿Blusero? ¿Hace dixieland?”. He cantado tango, bolero, rock… Rada es nada: es un músico que ama la música y compone canciones para el pueblo.

Ruben Rada.
Ruben Rada.
Foto: Estefanía Leal.

—¿Qué te emociona hoy?

—Subir al escenario con mis hijos. Eso es impresionante. Y después, otra cosa por la que me rompí toda la vida —y que yo nunca tuve— es para que Lucila, Julieta y Matías tuvieran un lugar donde vivir. Siempre pensé en eso, porque vi a muchos jugadores de fútbol comprarse autos de 50 mil dólares, después se lesionan y se quedan sin casa. En eso, le agradezco mucho a Patricia, que tuvo la idea de no tirar la guita y ahorrar para las casas de los gurises. Qué harán después, no sé, pero tengo la tranquilidad de saber que cuando llueva van a estar cubiertos. Eso me emociona. Como decía mi vieja: “hay que tener un techo; lo demás se va arreglando”.

—Ya que nombraste a tu madre, ¿qué valores te dejó Carmen que mantenés hasta hoy?

—La humildad, la paciencia y el respeto: al artista, y al hijo.

—En tu historia hay algo muy fuerte: creciste con un padre poco presente, y hoy tus hijos son el centro de tu vida. ¿Qué significa para vos haber cambiado esa forma de crianza?

—Eso te marca. Vi a mi madre y a mi tía criando solas a sus hijos, y yo no quería eso. En Europa, en Estados Unidos o en Argentina conocí a mujeres que me quisieron mucho y querían tener hijos conmigo, pero yo les decía que no. Primero tenía que saber que iba a tener trabajo y sentir que era una persona útil para la sociedad, como músico o como actor. Cuando llegué a Buenos Aires, grabé “Rock de la calle”, empecé a convertirme en un artista de rock argentino, conocí a la mamá de Lucila y me casé. Después me separé, vino Patricia, tuvimos a Matías y a Julieta, y hace 42 años que estamos juntos. Seguimos firmes, a muerte (sonríe).

—A los 82 años, ¿qué representa el canto en tu vida?

—Es como respirar. Ojalá pudiera cantar todo el día, así como respiro. Si hablás conmigo, vas a ver que siempre estoy tarareando algo por lo bajo. Y si estoy en un bar, estoy repiqueteando la mesa. Si no canto, me ahogo; es como taparle la boca a un pájaro... Soy música por todos lados.

Así es "Garmugatrónica", su nuevo disco

En Gamurgatrónica, Rada celebra sus raíces murgueras con un disco lleno de cruces musicales. Logra un trabajo admirable al encargarse de todas las voces en tres de las cuatro canciones inéditas —en “Canción canción” comparte con La Nueva Milonga— y hace que la murga se encuentre con el rock, el candombe, los sintetizadores, la armónica y hasta la samba.

El álbum se completa con el rescate de cuatro incursiones murgueras de su obra: la infaltable “Terapia de murga” y tres joyas como “Mamita”, “El éxito” y “El Uruguay es una taza de oro”.

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