Pedro Pastor no exagera cuando dice que Uruguay es su segundo país favorito. El cancionista español ha forjado con esta tierra una relación que no se parece a ninguna otra. Se siente honrado, confiesa, por el cariño que recibe cada vez que viene por aquí, de ahí que Montevideo se haya convertido en la parada inaugural de sus giras latinoamericanas. Eso, hasta ahora: el miércoles próximo, en Sala del Museo, cerrará el tour porque también hay algo especial en las despedidas, en los finales.
Esta vez vendrá con Escorpiano, un disco escrito en la gira de cinco meses que hizo por América Latina entre 2022 y 2023 y, esencialmente, hecho de canciones nacidas en Uruguay. Aquella vez, su compañero de banda Álvaro Navarro le dijo que tenía ganas de pasar el 31 de diciembre en Cabo Polonio. Al final se quedaron en esa tierra sin luz eléctrica, tan aparte del mundo, “demasiados” días, dice Pastor; luego, recorrieron por primera vez la costa e hicieron el circuito típico del músico local. En la mayoría de los bares, la programación de verano lo mostraba a él como el único extranjero colado en una lista de charrúas.
La primera vez que pisó Punta del Este escribió “Sapiens”, la crítica colectiva que abre Escorpiano y en la que dice: “Qué poco sapiens / El homo sapiens / Confundiendo el poder con el amor / Acumulando en vano tanta nada / Ignorando que al final todos iremos al cajón / Cuando nos suene la última llamada”.
En otro paisaje escribió la letra de “un bolerito”, “Nada nunca es suficiente”, que luego asumió como un candombe con final murguero. Se ríe con vergüenza cuando cuenta que intentó hacer la clave de candombe rasgueando la guitarra, hasta que entendió que estaba yendo por el camino equivocado. Se apuntó vía Facebook a un taller de Nicolás Ibarburu, aprendió el patrón para su instrumento y luego puso a su banda “a estudiar como cabrones”.
Ahora, en esa casa de puertas abiertas en la que vive en Rivas bajo un espíritu comunitario, tiene al cantautor montevideano Sebastián Ulivi parando “en un cuartito”. Fue él quien le allanó el camino para que fichara a la bajista Julieta Taramasso: ahora, entonces, la banda de Pedro Pastor tiene una parte uruguaya.
Es que después de 10 años de tocar con los mismos laderos de siempre, Nico Martos y Alan Denis le informaron que no podrían hacer el tour latinoamericano.

Lo primero fue “vértigo, inseguridad, incertidumbre, todo junto”, dice en videollamada con El País. Pero Álvaro Navarro seguía a su lado y, con él, la enseñanza de esa década con Los Locos Descalzos, como llama a su grupo. Entonces Ulivi lo llevó hasta Taramasso y completaron el cuadro con un viejo conocido del grupo, el baterista Marc Pinyol.
El resto es historia. “La banda está cohesionada en todos los sentidos y nos estamos riendo mucho”, dice a El País desde una parada de la gira y en la cuenta regresiva para su retorno a Montevideo.
“El ejemplo que se me viene a la cabeza es el del adolescente que empieza una relación de pareja, y está 10 años con la misma persona y se entiende, se lo pasa rico, pero claro, el mundo es infinito. Y las posibilidades de relaciones son todas”, dice hablando de esta especie de renacer. “De repente, después de 10 años tocando con los mismos músicos, descubro que la música suena de otra forma, que hay otras maneras. Tocar con otros músicos es superenriquecedor, y ese es el aprendizaje, ¿no? Es hermosísimo tener un proyecto cerrado de banda y también es hermosísimo permitirte hacer música con otras personas. O sea, ¡es pura poligamia! Algo que en la vida tengo muy entendido, y en la música no lo había atravesado”.
Cómo Pedro Pastor echó raíces en América Latina
El tejido de Pedro Pastor con Uruguay sumó, en el último Carnaval, su presencia en el repertorio de la categoría murgas. La Gran Muñeca tomó “Los olvidados” —su canción favorita y de la que acaba de lanzar una nueva versión junto a Rozalén—, la intervino, la reinterpretó, la volvió “gigante”, dice. Al momento de la charla con El País fantaseaba con poder hacer algo con la Muñeca en esta fecha de la Sala del Museo. “También para terminar de sellar este lazo, estas cosas que Uruguay me regala. Porque Uruguay es generoso, ¿sabes?”, dice. “Es un país que no todo el mundo visita, no es una de las plazas más importantes para las bandas de afuera, y para mí lo es, entonces me siento muy honrado de que Uruguay me permita o me entregue ese honor. Tanto cariño me abruma, ¡que yo vengo de España! Me siento muy conectado y muy en sintonía con muchas de las cosas que suceden allí, a todo nivel”.
—Te leí decir que cada vez que uno sale de gira y se va tanto tiempo a otros lugares, hay como un desenraizarse, un desarraigo con la patria propia. Es interesante que vos, a medida que eso sucede, vas echando raíces en otros lugares. América Latina se te ha vuelto otra casa. ¿Cómo se explica?
—Hay que tener una apertura muy grande para eso, hay que quitarse una mochila muy pesada y salir de esa línea de pensamiento que tiene mucha gente que viaja, que compara todo con su país y piensa que su país es lo bueno y el resto es lo malo. Porque esa idea, en realidad, es bastante idiota: te hace perder algo espectacular, que te va a enseñar muchísimas cosas. Hay algo muy interesante y es que cuando cuanto más sales de tu lugar, más aprendes a quererlo. La perspectiva me hizo querer más a España, un país al que políticamente, con toda la historia reciente, la falta de memoria y la incapacidad de hacer una verdadera transición de la dictadura a la democracia, nos ha costado mucho asumir como patria a todos los que estamos alineados con otra manera de entender el mundo. Viajar y tomar perspectiva es interesante si es con la capacidad de que el resto del mundo te atraviese. Si no, ¿para qué uno sale de casa? La forma moderna que tenemos de viajar es una basura, puro consumo, no tiene nada que ver con conectar con la parte humana, con la parte cultural. Yo he tenido la posibilidad de viajar por muchos lugares y he tenido la suerte de vincularme con esos lugares, sobre todo a través de la música, que es una herramienta espectacular y te abre muchísimas puertas, pero también a través de las personas. Hacer grandes amistades y vincularte con las personas en sus territorios hace que generes un arraigo con esos nuevos lugares. Cada vez que vas, resuenas, vuelves a comunicarte con ellos y empiezas a generar una red. Porque es realmente una red. Yo tengo red en muchos lugares del mundo y es maravilloso porque es eso mismo que tú dices. Para mí, también hay algo de hogar en muchos de los lugares a los que llego en este continente.
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