En diciembre, cuando Fito Páez trajo a Montevideo la gira que celebraba los 40 años de Del 63 y los 30 de Circo Beat, reafirmó una idea que ya se insinuaba desde hace tiempo: con su lugar como compositor plenamente reivindicado, el rosarino hoy se siente más libre para jugar con su pasado. Novela, su flamante ópera rock, es apenas el último piso de una torre que no quiere parar de construir.
Solo desde la pandemia hasta ahora, el artista de impulso creativo incansable se embarcó en una seguidilla de proyectos retrospectivos. Publicó Infancia y juventud, el primer volumen de sus memorias; impulsó la serie sobre su vida, El amor después del amor, que arrasó en Netflix; y llenó estadios en todo Latinoamérica con la gira que conmemoraba los 30 años de aquel disco. En Uruguay fue más allá: agotó tres Antel Arena y luego reunió a 60.000 personas en la Rambla.
Sin dejar de publicar discos —como la notable trilogía pandémica Los años salvajes—, Páez también se animó a reescribir su propia historia. El ejemplo más radical fue EADDA9223, el proyecto lleno de invitados que reimaginó El amor después del amor bajo la premisa desafiante de que no existen los álbumes intocables. “Había que vejar el material original. Ese fue el primer concepto, en el sentido de no tenerle miedo, poder arrasarlo, darlo vuelta”, explicó entonces. Aun cuando la mayoría prefirió quedarse con el disco original, EADDA9223 entregó al menos dos versiones que se sintieron definitivas: “Sasha, Sissi y el círculo de Baba”, con Mon Laferte, y “La balada de Donna Helena”, con Ca7riel y Wos.
Ese ejercicio de revisión también le permitió concretar dos proyectos largamente postergados. El primero fue Futurología Arlt, una aventura sinfónica inspirada en Los siete locos de Roberto Arlt, concebida en 1996 para un proyecto inconcluso con Julio Bocca. Y el segundo se trata de Novela, la ópera rock optimista que Páez empezó a escribir en 1988, justo en una de las épocas más oscuras de su vida. Inspirado en las históricas Tommy y Quadrophenia de The Who, el álbum adquirió estatus mítico entre sus fans más fieles, luego de que los demos de 14 canciones empezaran a circular en discos pirata. Todos están en YouTube.
El proyecto es, como le dijo al escritor Cristian Alarcón, “una oda al amor, el único tema” que le interesa. Novela era ambicioso en sus intenciones: no solo iba a ser la contracara necesaria de Ciudad de pobres corazones (1987), el visceral disco inspirado en el asesinato de su abuela y su tía abuela en 1986, sino que también iba a tener una película. Pero el motor creativo de Páez no le dio respiro. En esa época —como le contó en 2019 a El País— la música lo “salvó del loquero y de la cárcel”. Así que siguió componiendo y le dio forma a Ey! (1988). Luego vino Tercer mundo (1990) y, cuando se quiso dar cuenta, El amor después del amor lo había convertido en una estrella continental. Ya no había tiempo para mirar atrás.
Después de varios coqueteos con la idea de retomarlo (“solo necesitaba mucho tiempo”, le aseguró a Rolling Stone), el año pasado se decidió. Mantuvo cinco canciones de la idea original, compuso 17 más y le presentó el proyecto a los directivos de Sony, el sello con el que trabaja. “Necesitaba una gran cuerda, que grabáramos todos juntos, hacer mucha tarea de escritura de orquesta y de grabar, para después pasarlo a papel”, explicó. “Había que hacer mucho laboratorio, y para eso necesitás tiempo y dinero. No es así nomás”.
Es que, como definiría en otra entrevista, Novela “no es un disco convencional”. Claro que el rótulo de ópera rock ya lo adelanta, pero la historia no está solo en lo que se pone en palabras. “Cada instrumento está contando algo del relato principal”, aseguró. Por eso, necesitó que su paleta musical fuera lo más amplia posible: además del grupo que lo acompaña en sus giras y de músicos sesionistas, el proyecto se apoya en arreglos orquestales majestuosos, grabados en los estudios Abbey Road.
En un mundo donde los discos tienden a sonar de fondo —o, directamente, no se escuchan—, Novela exige presencia. Con 25 canciones y múltiples capas narrativas, se planta como un acto de resistencia al consumo fugaz. “Es tan compleja la obra, tan compleja, y tiene tantos significados, que creo que cada uno tiene que bucear ahí y nadar, si tiene ganas. ¡Pero necesitás tiempo, te quita una hora y 10, con el teléfono apagado!”, advirtió.
En ese ritual casi extinto de sentarse a escuchar un álbum entero —sin pausas y sin prisa— Novela recupera algo que parecía perdido: la experiencia de sumergirse por completo en una obra. Acá, escuchar no es solo oír: es entregarse. Es seguir las letras, detenerse en las ilustraciones que acompañan el disco, imaginar las escenas y acompañar una historia que se despliega en tiempo real, y que solo se revela del todo cuando uno está dispuesto a prestarle toda su atención.
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El álbum despega con “Universidad Prix”, una carta de presentación funky y festiva que coloca a los jugadores en el tablero. La historia se ambienta en TON 618, el agujero negro más grande del universo, a unos diez mil millones de años luz de la Tierra. La universidad se especializa en brujería, y allí estudian Maldivina y Turbialuz, las protagonistas de esta primera parte. La rectora Rectitud Martínez está harta de ambas, y una de sus travesuras la lleva al límite. Organiza una anuencia del concilio superior de brujos, que, para no expulsarlas, les asigna el examen más difícil de la Universidad: “la formación de un romance perfecto en parajes lejanos”.
Sí, la historia parece un delirio. Y no, no tiene nada que ver con Harry Potter. Pero una vez que uno acepta las reglas del juego, la historia se vuelve cautivadora. En el rock mid-tempo “Brujas salen de Prix”, el relato termina de delinearse: Maldivina y Turbialuz son enviadas a Villa Constitución, un pueblo santafesino, con la misión de unir a Loka y Jimmy. Ella es hija del Jok, el dueño del Circo Beat —sí, ese mismo—, que acaba de arribar a la ciudad. Él es guitarrista del grupo Los James Dean y sueña con triunfar.
Ambos, que pasan al primer plano en “Cuando el circo llega al pueblo”, cargan con la herida de la ausencia paterna. Jimmy perdió a sus padres en un accidente y es cuidado por su tía —un guiño autorreferencial de Páez—, mientras que a los tres años Loka oyó la muerte de su madre en un extraño episodio ocurrido en la jaula de elefantes de Circo Beat. Ese momento se narra en “Miss Understood” —un juego de palabras que refiere al apodo de Loka y a la traducción al inglés de “malentendido”— y en la desgarradora “Balas y flores”, donde la voz de Páez se quiebra con un reclamo angustioso y tan personal: “Ay, ay, ay, / ¿Dónde estás, mamá?”.

Las brujas, entonces, se vuelven las celadoras de ese “romance perfecto”. A la distancia, Maldivina acompaña a Loka, y Turbialuz a Jimmy. El resto de la historia hay que escucharlo. Para eso fue pensado.
Novela es un viaje lleno de sorpresas musicales y microrelatos que expanden su universo, como el de la vida dentro del Circo Beat. Con este álbum, Páez demuestra que todavía existen discos que merecen ser escuchados de principio a fin. La travesía lo vale.
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