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Fito Páez presentó "EADDA9223": por qué regrabó su mayor clásico y cómo Sofía Gala lo salvó del caos

El País participó del lanzamiento de la nueva versión de "El amor después del amor", la obra maestra de Fito Páez que reimaginó junto a numerosos invitados.

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Fito Páez.
Foto: Val & Musso / Sony Music Argentina.

Desde Buenos Aires
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En el barrio bonaerense de Chacarita, una gigantografía con el rostro de Fito Páez se roba las miradas. El efecto toma por sorpresa a los ciclistas que pasan por la puerta del Centro Cultural Artlab. A la izquierda se ve al Fito de pelo largo y rostro delgadísimo de la época de El amor después del amor. Sin embargo, al avanzar unos pasos, la imagen se transforma en la de su presente de pelo corto, barba canosa, el mentón en alto y los ojos llenos de confianza.

Es martes al mediodía y Páez está a punto de presentar EADDA9223, la nueva versión de El amor después del amor, que reimaginó junto a invitados estelares. El evento consiste en una escucha del álbum y una conferencia de prensa, y dentro de Artlab todo está dedicado al protagonista: una proyección con fotos suyas ocupa una pared y tres pantallas muestran más retratos. En el centro, una vitrina expande el diálogo entre épocas dispuesto en la puerta: se exhiben los vinilos, CDs y cassettes de las versiones del disco.

El lugar está repleto de periodistas y camareras que ofrecen jugos detox, platos con frutas y medialunas. De fondo suena Futurología Arlt, la aventura sinfónica de Páez, pero las conversaciones opacan la música. La puerta del auditorio, con la portada de EADDA9223 estampada, tendría que abrirse a las 13.00 pero Fito quiebra la formalidad. Empuja la puerta con tanta fuerza que golpea el brazo de la humorista Dalia Gutmann —que estaba parada al lado de la barra— e irrumpe en medio de un trencito formado por otras dos personas de su equipo. Es una escena fugaz y delirante: da pequeños saltos, saluda y sonríe mientras se abre paso entre la gente. En menos de 15 segundos sube la escalera y se escabulle en la sala de control.

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Presentación de "EADDA9223" en Artlab.
Foto: Rodrigo Guerra.

Cuando llega el momento de entrar al auditorio, una postal, una lapicera y una gacetilla reposan en cada asiento. “Para mí no es solo un álbum”, reza el texto escrito por Páez. “Fue toda una odisea musical alucinante, permanentemente sorpresiva. Había que vejar el material original. Ese fue el primer concepto, en el sentido de no tenerle miedo, poder arrasarlo, darlo vuelta. Había que probar que no hay discos sacros, intocables, que no se pueden volver a grabar. ¡Sí se puede!”.

Tras unas palabras de introducción del presidente de Sony Music, Páez ingresa al lugar. Camina entre el público con un micrófono en la mano. “¡Hola a todo el mundo! Es una situación extraña la escucha de un disco”, dice, desde el escenario, y enseguida se interrumpe para saludar a una amiga que le elogia los lentes. “He tenido la suerte de poder comprarme estos anteojos; prostituyendo mi vida, por supuesto”, responde con una picardía que dispara carcajadas.

Gesticula con exageración, estira la última vocal de cada frase y recorre el escenario como si estuviese al frente de una charla TED. Dice que EADDA9223 fue una “odisea de un año”, habla de las colaboraciones con artistas de varios países y anuncia un decreto que define como “monárquico y dictatorial”. “Es sencillo: hay que apagar los teléfonos. Es una hora, no pasa nada; el mundo va a seguir ardiendo allí afuera, así que vamos a intentar viajar acá adentro y disfrutar... Espero. Después de asistir a este sacrilegio musical, me hacen las preguntas que correspondan y yo veo cómo salgo del paso”.

La escucha de "EADDA9223"

Las luces se apagan y lo único que queda prendido es una pantalla gigante que anuncia el nombre e invitado de cada tema. El viaje inicia con una versión inesperada de “El amor después del amor”: las voces sobregrabadas de Páez dialogan con un crescendo orquestal que lleva a la canción hacia un terreno épico. Donde debería irrumpir la furia de Claudia Puyó, se oye la voz dulce de un coro de niños que repite las frases finales como si se trataran de una plegaria: “Una llave por una llave, y esa llave es mi amor”. Es, como dijo Páez, un sacrilegio musical, pero uno verdaderamente encantador.

El disco continúa con “Dos días en la vida”, ahora interpretado junto a Lali y Nicki Nicole en una versión orquestada y de impulso rockero. La calma sobrevuela el lugar cuando se escucha “La Verónica” —escrita en honor a una mujer que murió ahogada en las playas de José Ignacio—, que Páez canta junto a Nathy Peluso. Allí participa el guitarrista uruguayo Leonardo “Bolsa” Amuedo, que aporta delicadeza al tema con aires de bossa nova.

La primera ovación llega sobre el final de la explosiva “Tráfico por Katmandú”, que cuenta con la participación de Elvis Costello. “¡Claro que sí!”, grita una de las periodistas tras escuchar ese experimento bilingüe de vientos salvajes y riffs rabiosos, y todos se sacan las ganas de aplaudir. Más adelante llegan clásicos como la preciosa “Pétalo de sal”, que canta con un elevado Chico Buarque; “Un vestido y un amor”, que Marisa Monte interpreta como si se tratara de una de las baladas acústicas de Paul McCartney en el White Album; y “Tumbas de la gloria”, que gracias a la voz de la soprano María Castillo de Lima y a los delicados arreglos de cuerdas se lleva otra ronda de aplausos.

EADDA9223 incluye varias canciones que podrían consagrarse como versiones definitivas. “Sasha, Sissí y el círculo de Baba”, que cuenta con la participación de Mon Laferte, suena como un spaghetti western musicalizado por Los Lobos; “La balada de Donna Helena”, ahora con Wos y Ca7riel, fusiona marimbas, jaranas, rock pesado y un fraseo enfurecido de la mano de Wos; y en “Detrás del muro de los lamentos”, con Antonio Carmona y Estrella Morente, el folclore argentino dialoga con un espíritu gitano que recuerda a lo mejor de Lágrimas negras, aquel álbum de Diego El Cigala y Bebo Valdés.

La conferencia de prensa

Tras el final de “A rodar mi vida”, con Leiva y David Lebón —y los coros de Julieta Rada, que también aporta en “Creo”—, se emiten los créditos del álbum y el público se pone de pie para una última ovación. Casi sin descanso, Páez vuelve al escenario listo para dar inicio a la conferencia de prensa.

Un periodista le pregunta sobre el desafío de “empatar” a El amor después del amor, y el rosarino lo interrumpe. “Eso es lo que vos querés cuando vas a escucharlo, no cuando yo lo quiero volver a hacer”, dice, entre risas. “Por supuesto que es imposible empatarlo, yo voy en pos de otra cosa. El otro día leí una frase de Arthur Rubinstein que decía que no hay nada superior en el arte, y acá es donde aparece un poco en broma y un poco en serio la idea de lo sacrílego, porque no hay nada sacro. Es como si no pudieras grabar algo de nuevo porque significa algo muy importante para mucha gente, pero, ¿en qué tabla sagrada está escrito que no se puede? La música, en definitiva, es un juego”. “

Luego comenta: “Igual está bueno lo que dijiste sobre empatar. No hace falta hacerlo y ese era el efecto que yo quería provocar: que vos quisieras escuchar algo y que yo no te lo dé, pero que sí te pueda dar unas cosas muy hermosas para las que hay que estar dispuesto a vejar el sentido ontológico que significa El amor después del amor”.

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Presentación de "EADDA9223".
Foto: Rodrigo Alonso / Sony Music.

Más adelante, le consultan cómo fue su trabajo con los invitados. “No hubo casting, pero a cada cantante y artista que participó se le pidió específicamente algo muy directo. Todos ellos se comprometieron a full, no lo hicieron por turisteo; lo dieron todo”, asegura. También se toma un momento para hablar sobre el renovado interés por su figura tras el éxito de la biopic El amor después del amor: “No pasa nada, se acordaron de vos un ratito y después el mundo sigue andando. No cambia nada: lo importante siguen siendo mis hijos, el amor que está puesto en mi familia y mi vínculo con mi banda, que es uno de los más hermosos que me dio la vida”.

Luego, El País le pregunta sobre el rol de la actriz Sofía Gala —a quien agradece en los créditos— en el proceso creativo del disco. “Yo estaba en un bosque desconocido porque no sabía qué hacer con El amor después del amor; tenía casi todo resuelto, pero me faltaba el comienzo. No es moco de pavo porque en ese momento podía tirar abajo todo el proyecto si no aparecía algo que me convenciera. No iba a repetir la versión original porque no estaba dentro de los preceptos del álbum”, relató. “Entonces Sofi, con esa intuición de maga que tiene, me sienta frente a los parlantes extraordinarios de su casa y me pone un disco de la banda Spiritualized, y ahí termina de aparecer el álbum. Entendí que necesitaba ese mar de cuerdas indefinidas, medio como si fuera una música contemporánea y una suma de capas de sonidos que podrían estar regrabados y editados de diferentes pedazos de orquestas”.

En esa línea, se le consulta si su trabajo en Futurología Arlt influyó en el abordaje orquestal de EADDA9223. Sobre eso, comenta: "Fue influyente, sí, porque fue la primera vez que me dediqué a orquestar y eso me llevó mucho tiempo porque obviamente fue todo de oído. Si bien hace muchos años escucho ese tipo de música, una cosa es escucharla y otra es pasarla al papel, al teclado a la acción. Fue importantísimo porque en Futurología Arlt aprendí un montón de cosas que las sabés en la teoría pero que cuando las pasás a papel no funcionan. Y aquí me ahorró mucho tiempo al momento de exigir determinada cosa a los arregladores".

Al respecto, menciona algunos ejemplos: "Cuando lo llamé a (el arrelgador ) Rob Mounsey para hacer 'La Verónica', le dije: 'Esto es Claus Ogerman en 'Dindi' con Jobim'. Se habrá reído un montón de tiempo después de que cortamos, pero hizo aquel arreglo extraordinario donde se pemitió meter unos metales, unas maderas y hastas un timbal con plato, que no estaba en Ogerman. Lo mismo con (el arreglador) Ruy Folguera, que en un momento dobla todos los melotrones que están en el original de 'Dos días en la vida', y sobre el final le dijo: 'No, hagamos a John Williams, man. Que sea una épica total, tipo Jurassic Park, y lo trabajamos así".

Al final, con la misma desfachatez con la que irrumpió en el hall de Artlab con un trencito inesperado, dice: “Me gustaría que la gente baile, lo disfrute, que coja, que se bese y que tenga hijos con este disco. Todo esto es para la emoción, no tiene ningún otro sentido ni ningún otro objetivo”.

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