Héctor Numa Moraes detiene su relato y sonríe. Acaba de dar un ejemplo de su versatilidad —“moverse sin esquemas”, dice él— al contar que el primer disco que se compró cuando llegó de Tacuarembó fue uno de Bob Dylan. Habla de Osiris Rodríguez Castillos, Atahualpa Yupanqui, Daniel Viglietti, Horacio Guarany y hasta de Donovan para definir su ADN musical. Pero cuando se le menciona el extraño y atrapante abordaje musical de “Danza negra”, la canción que cierra Macandal, su disco de 1996 que el año pasado se remasterizó y reeditó en plataformas, Moraes hace un gesto de asombro y se ríe.
“Eso tiene su historia”, dice. Luego, se lanza. “Es un poema de Luis Palés Matos, un poeta de Puerto Rico, y nació por culpa de Zitarrosa”.
Era 1971 y el cantor estaba a punto de publicar Coplas del Canto, su sexto disco, que incluía una versión de “Milonga de las Patriadas”, una canción con letra de Washington Benavides y música de Moraes. Originalmente se había publicado en Canto pero también puedo (1970), el segundo álbum de Moraes, y Zitarrosa quería que sus autores la escucharan.
“Fuimos a su casa en Las Toscas y, además de nosotros, estaban El Sabalero, Los Olimareños, Enrique Estrázulas y Anselmo Grau; era una barra brutal”, cuenta. “Alfredo estaba cocinando un pescado a las brasas y el fin era escuchar la cinta del disco que había hecho en Buenos Aires. Cuando llegó la ‘Milonga de las Patriadas’, Benavides le dijo: ‘Hay un cambio, yo no escribí eso’. Alfredo cantaba: ‘Caudillos federales, padres de la nación, inventaron un juego, nadie ganó’, pero en realidad era: ‘Caudillos, generales, padres de la nación...’”, explica.
“Cuando se dio cuenta, Alfredo se agarró la cabeza y quería parar la edición del disco, pero era imposible. Entonces me miró y me dijo: ‘Este pronuncia mal’”, recuerda con una carcajada. Pero en ese momento no le pareció tan divertido. “Yo era un gurí y me quedé pensando si era verdad, entonces cuando volví a mi casa empecé a ponerle música a ‘Danza negra’, que tiene ese vocabulario tan difícil: ‘El Gran Cocoroco dice: tu-cu-tú’, / La Gran Cocoroca dice: to-co-tó’. El ritmo no es común; está dentro del texto”.
Esa anécdota refleja la actitud que acompañó al músico durante toda su vida. “Uno siempre está aprendiendo y sigue encontrándole vueltitas a la cosa”, dice a los 73 años. “A las cuerdas vocales hay que educarlas y cuidarlas, lo mismo con la guitarra; siempre le busco nuevas posibilidades”.
Y Moraes, una de las voces clave del folclore uruguayo, busca expandir su sonoridad con dos grandes proyectos. El primero es Del mismo río, el espectáculo que creó junto a El Alemán y que el último año pasó por la sala Hugo Balzo y por varios festivales del interior. El concierto de Montevideo se grabó y próximamente se editará un álbum, del que ya se lanzó una nueva versión de “Cielo del 69” en la que brilla el coro murguero. “Fue todo un aprendizaje porque no estaba muy cercano a la murga”, dice.
Del mismo río se podrá ver el viernes 20 de octubre en la Sala Zitarrosa; las entradas se venden en Tickantel, de 750 a 1190 pesos. “Es como que este río continúa”, define el guitarrista. “Es muy interesante que El Alemán y todos los músicos de la banda se unan conmigo y que les guste Circe Maia, Mario Benedetti, Osiris Rodríguez Castillos y Romildo Risso. Es un encuentro de generaciones”.
En ese sentido, La vida cotidiana, su inminente nuevo álbum, también se trata de un diálogo intergeneracional; solo que ahora es Moraes quien intercambia con sus mayores. El repertorio estará formado por textos musicalizados de poetas como Washington Benavides, Circe Maia, Mario Benedetti y Juan Cunha; incluso hay un poema de Froilán Vázquez Ledesma escrito en 1907. “Es fundamental decir cosas”, dice sobre el encare que ha definido a su obra. “Benedetti me dijo, mientras yo vivía en Holanda, que a ‘La vida cotidiana’ la iba a entender dentro de muchos años. Y fue así. Uno tiene que cantar algo que tenga sentido y sea profundo”.
Y esa es la búsqueda que lo impulsa a seguir adelante.