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Morat: cómo hacer canciones de amor en el mundo actual y el hallazgo que Simón Vargas hizo en Uruguay

El grupo colombiano y se presenta el 31 de octubre y 1 de noviembre en el Antel Arena. Antes, Simón Vargas charló con El País sobre masculinidad, los números de su música y el ser una banda familiar.

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La banda colombiana Morat.
Foto: Difusión

No siempre hay tiempo para hacer las cosas así, con calma, dice Simón Vargas. Desde Bogotá, pasa estos días en el estudio con su banda, Morat, entre grabaciones, planificación de lanzamientos y la preparación de la gira de 2024, y aunque abundan los asuntos que atender —“lo que hay ahorita es trabajo”, dice—, hay cierta calma que le da un poco de aire a la ajetreada rutina.

Con Juan Pablo Isaza, Juan Pablo Villamil y Martín Vargas integra desde hace 12 años uno de los fenómenos más curiosos del pop latino: en temporadas de trap, reggaetón y alrededores, Morat es un rara avis que defiende en solitario el mermado cupo de bandas de pop romántico en español.

El grupo de “Cómo te atreves” y “No se va” vuelve a Montevideo para hacer dos Antel Arena con entradas prácticamente agotadas: estará el 31 de octubre y el 1 de noviembre y quedan los últimos lugares solo para la fecha del 1°, en Tickantel.

Tiene por delante shows en Centro y Sudamérica, acaba de concretar un doble sold out en el Estadio El Campín bogotano para 2024, y anunció show en la cancha del Atlético de Madrid. Esa es su escala.

Antes del regreso, Simón Vargas —admirador absoluto y eufórico de Joaquín Torres García— charló con El País sobre el presente, los números, los cambios.

—¿En qué momento está Morat ahora?

—Ahorita lanzamos “Feo” que es el inicio de una nueva temporada, no solamente de música sino de un montón de fechas para el año que viene. No sacábamos música hacía un rato largo; estuvimos girando un año sin sacar nada desde nuestro último disco. Además esta época coincide con tiempo de estudio y de grabación, entonces estamos en Bogotá, tenemos tiempo para hacer las cosas bien, y eso es agradable. No siempre es así (se ríe).

—¿De qué lugar sale “Feo”?

—Creo que sale de un lugar un poquito más casual. Cuando estábamos empezando nos tomábamos muy en serio la historia que estábamos contando, y con “Feo” nos parecía que, por un lado, podíamos hacer una toma un poquito más casual, y al mismo tiempo hacer canciones que hablen de cosas que nos parecen desagradable. Es un poco de donde parte el video; decidimos tomar el lugar del bar porque sentimos que es uno de los espacios donde las pequeñas violencias desagradables, medio invisibles, suceden. El clásico hombre que ofrece un trago a una mujer, le dicen que no y no es capaz de entender ese “no”, y se mete a bailar y le dicen que “no”, e insiste en que es por feo. El juego de que se convierta en monstruo es para hacer la alegoría de que lo feo no es cómo te ves.

—¿Qué lugar ocupan estas conversaciones en la interna de Morat en tanto artistas jóvenes, varones, con la carga que la fama suele aportar, y a la vez en una era en la que se construyen nuevas masculinidades. ¿Cuánto charlan de cosas como las que terminan generando esta canción?

—Es una conversación constante. Siento que la gran ola de feminismo en Latinoamérica y estas conversaciones que han empezado a pasar de unos cinco o seis años para acá, ha sido un ejercicio interesante. Porque al final hace que te tengas que enfrentar con los privilegios y, con la honestidad del caso, nosotros hemos sido muy privilegiados desde el principio. No solo por ser hombres blancos y en gran medida heterosexuales, sino porque también hemos sido muy suertudos en la industria. Y esa es una cosa que de una manera marca, y en la manera en la que uno escribe canciones de amor, la forma en la que tú has sido educado se transmite. Para el video de “Feo” nos asesoramos con expertos, porque también enfrentar el privilegio es enfrentar el sesgo. Y de la misma manera en que no vamos a salir nosotros a hablar de feminismo porque qué carajos estaríamos haciendo ahí, hay que saber desde dónde se puede hablar. Y nosotros podemos hablar de las nuevas masculinidades, de cuestionar qué es ser un hombre hoy en día, qué significa; y de cosas como “Feo”, porque el hombre que te diga que nunca ha estado en una posición similar a esa, sin malicia incluso, es porque no se ha hecho las preguntas que se tiene que hacer.

—De alguna manera, con Morat están insertos en una tradición de canción de amor latinoamericana, y es muy diferente cantar una historia romántica hoy en relación a cómo se la contaba antes. Pienso en las canciones de artistas que han abordado el “no” desde un lugar cuestionable...

—Totalmente, pero no te vayas más lejos. Creo que hay muchas canciones nuestras que compusimos hace ocho, nueve años, y hoy uno mira para atrás y dice: esto no era lo que había que decir, esto carga un significado que en su momento no veíamos. Y tener una plataforma y que a uno lo oigan y pueda tener un impacto sobre la percepción de la gente es una responsabilidad, porque la realidad es que en las relaciones hay un montón de violencia, y hacerse el ciego es problemático. Hay que tratar de hacer el mayor esfuerzo para que lo que nosotros cantamos no perpetúe estos problemas que hoy en día son tan evidentes.

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La banda colombiana Morat en 2023.
Foto: Difusión

—Hacías referencia a los privilegios. Algunas cifras alrededor de Morat indican más de 622 mil boletos vendidos en 2022, que son la primera banda de pop en español en Spotify global, que tienen 11.8 billones de streams y así se podría seguir. ¿Qué dicen de Morat esos números?

—A mí me gusta pensar que hablan más de la suerte que hemos tenido que de algo más allá de nosotros. Si te soy sincero, y hablo por mí porque acá hay opiniones encontradas en el grupo, yo sí creo que una gran parte de que a uno le vaya bien en una industria como esta es estar en el lugar indicado, y que hemos sido muy afortunados. Porque además nosotros no hacemos lo que hace todo el mundo. Hoy, 12 o 13 años después de haber empezado la banda, sí somos parte del mainstream, pero cuando arrancamos hablábamos de que estábamos tranquilos de que no íbamos a sonar en la radio, porque la radio en Colombia en ese momento estaba totalmente cooptada por el reggaetón. Entonces es un privilegio poder hacer lo que uno quiere y como quiere y que funcione, porque es una industria superhomogénea, empezar en un país como Colombia es superdifícil. Una gran parte de lo que ha llegado no tiene que ver con que nos hayamos esforzado o hayamos sido muy buenos, porque hay gente que se rompe la espalda el doble y probablemente es más talentosa y no le va igual. Yo procuro no tomarme ninguna de esas cifras como algo que hable de nosotros, porque ese es el momento en que a uno se le empieza a nublar la vista. Cuando te oigo decir todas esas cosas, solo pienso: qué fortuna que a la gente le gusta oír lo que a nosotros nos gusta escribir. Pero no creo que diga nada acerca de cómo somos.

—De lo que sí habla es de una aceptación, y a lo mejor tiene que ver con eso: no solo con las canciones, sino con cómo han construido la relación con sus seguidores.

—Y porque con nosotros, no sé si intencionalmente o no, ha sido muy evidente que no comulgamos con esta idea del artista actual, 50 por ciento influencer y 50 por ciento inalcanzable. Nosotros nos sentimos mucho más aterrizados y eso, explícito o por omisión, se muestra y es algo que la gente aprecia. Es una vaina que ha tenido un efecto muy bonito, porque al final somos una banda familiar. Nos lo dicen constantemente: somos la banda que ponen las familias en el carro y nadie se queja. Y eso es muy cool.

El amor por Uruguay y Torres García

“Desde la primera vez que fuimos a Uruguay ha sido una experiencia espectacular”, dice Simón Vargas sobre el estrecho vínculo de los Morat con este país. “Creo que los cuatro coincidimos en que tocar en Montevideo es absolutamente fenomenal, no solo por ver al público sino porque es un país que tiene una cultura hermosa. Poder caminar por la ciudad, ir a los museos, darse la vuelta en bicicleta por el río es muy emocionante y divertido y nutre mucho nuestra experiencia de girar”.

Morat, hoy banda consolidada en el mundo iberoamericano, llegó por primera vez a Uruguay en 2018, para un show en el Teatro de Verano. En 2021 y tras una postergación pandémica, se estrenó en el Antel Arena con doble función. Repetirá el formato ahora, el 31 de octubre y el 1 de noviembre, y solo quedan tickets de campo para la segunda fecha, a $ 3.250.

“Tenemos muchísimas ganas de ir, es un placer lo que se puede hacer allá, y estoy seguro de que esta vez no va a ser la excepción”, dice Vargas, que en Uruguay hizo uno de los hallazgos más significativos de sus últimos años: la obra del pintor Joaquín Torres García.

“Soy refan, tengo acá en mi estudio su mapa de Sudamérica al revés, y tengo un fascímil que compré justo en Montevideo. Ha sido una gran influencia en mi trabajo más gráfico, por fuera de la música; Joaquín Torres García es monstruo, cien por ciento. Y lo descubrí caminando por las calles de Montevideo”.

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