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Maia Castro en el Teatro Solís: crónica de la noche redonda que convocó a Zitarrosa, el tango y el rap

La cantante Maia Castro se presentó este sábado en el Solís, con varios invitados, versiones especiales y homenajes a Alfredo Zitarrosa y Amalia De la Vega.

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Maia Castro, su banda e invitados en el Teatro Solís; 27 de mayo de 2023.
Foto: Mauricio Rodríguez

Con las canciones propias y las ajenas. Con el sello propio, sencillo, delicado, y con la raíz como una bandera para intervenir y enaltecer. Con dos bloques para explorar otros mundos, tan distintos, tan alineados. Con invitados, con inquietudes, con intenciones. Con todo, el sábado Maia Castro hizo suyo el Teatro Solís. Unió pasado, presente y futuro en un recital que sonó a confirmación y cosecha.

La cantante que alguna vez fue de tangos, después de ritmos criollos y hoy atiende más bien como cantora a secas, actuó a sala llena ante una platea que acompañó con entusiasmo y cierto fervor las casi dos horas de un show cuidado, prolijo.

Pensado como un espectáculo global, el recital de Maia Castro atendió con el mismo recelo las visuales y las luces, el vestuario y la puesta, el canto y los arreglos musicales. La consigna fue de un paseo por un terreno amplio, que a veces se exhibió desde la potencia de una banda completa y otras tantas, desde lo acústico y despojado de las guitarras criollas.

La joya de la noche fue un bloque con quinteto de cuerdas que de tan atractivo se sintió insuficiente, demasiado breve. Para ese ambiente, Castro se reservó su canción “Calendario amarillo”, que consiguió entre violines y contrabajos una renovada belleza, digna de un registro de estudio; y los tangos clásicos “Soledad”, de Gardel y Lepera, y “El pañuelito”, que ofreció en versión en portugués.

Fueron tres aciertos.

Menos revelador pero igual de efectivo fue el segmento con cuarteto de guitarras con el que homenajeó a Alfredo Zitarrosa y Amalia De la Vega, e inauguró de alguna forma su nueva senda sonora; había adelantado a El País que, con esa impronta, planea grabar un disco. Destacaron “Tristeando” y “Milonga de ojos dorados”, aunque la ovación se la llevó “Chamarrita de los milicos”, que había hecho en el Estadio Centenario por los 80 años de Zitarrosa, y que aquí interpretó con ligereza para cerrar con puño en alto.

La voz de Castro, que es cristalina y cálida, se lució en cada uno de los formatos propuestos y con cada uno de los invitados. Ahí estuvieron “Simplemente”, su milonga sobre acoso callejero que aquí fue intervenida por la rapera Eli Almic; la presencia solemne de Cristina Fernández para una conmovedora lectura de “Lejana tierra mía”; Gabriel Peluffo, que unió su faceta tanguera con la del rock a la hora de milonguear “Carretera perdida”; y Maxi Porciúncula y Benja, que le dieron sus personales matices a “Solo tus ojos”.

Maia Castro lo recorrió todo —lo antiguo y lo moderno, lo innovador y lo clásico, los diferentes ensambles y las diferentes visitas—, y lo dejó enmarcado entre “Golpe” y “Salto”, sus dos insignias autorales, dos formas de entender la música, de cantar, de decir. Las dos canciones que mejor resumen su obra, su melancólica fuerza, y que fueron apertura y cierre de una noche global y sólida.

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