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José Luis Perales, o cómo la falsa noticia de su muerte reavivó el cariño por un ídolo de bajo perfil

La semana pasada, la "fake news" sobre su fallecimiento lo obligó a cortar sus vacaciones para dar señales de vida. Retirado de los escenarios y en pleno proceso creativo, Perales sigue vigente.

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El músico español José Luis Perales.
Foto: Difusión

Fernando Neira, El País de Madrid
Durante tres o cuatro largas horas, medio mundo dio por hecho que José Luis Perales, de 78 años, había fallecido. Fue la noche del pasado 7 de agosto, cuando docenas de tuiteros se lanzaron a improvisar sus panegíricos para despedir al magno autor de “¿Y cómo es él?”, “Porque te vas” o “Un velero llamado Libertad”, al tiempo que medios de prensa latinos replicaban la noticia.

Tuvo que ser el propio interesado quien, con gesto entre estupefacto y molesto, grabara con el celular un desmentido en plena calle Reeves Mews, a un paso del Hyde Park londinense, avalando su óptimo estado de salud y confesando que la situación le había sorprendido mientras cenaba con su familia, de vacaciones.

¿Un descomunal absurdo? En efecto: así es la vida (y la muerte) en la muy avanzada y comunicada era posindustrial.

Además de los ingredientes grotescos, el episodio del lunes 7 sirvió para evidenciar al menos un par de circunstancias relevantes. La primera y más evidente, la facilidad con la que, en tiempos de viralidades digitales, podemos propagar entre miles de personas una noticia falsa que muchos difundirán sin la más elemental verificación. Y la segunda y más alentadora, la admiración sincera que despierta un artista inusual, por discretísimo, y de la que ha podido ser conocedor directo gracias a esta condición de “resucitado”.

El cantautor, fiel a su proverbial alergia a todo protagonismo que no se corresponda estrictamente con su actividad artística, prefirió no hacer declaraciones a El País de Madrid sobre este “desagradable asunto”. “Después de este lío, al que tampoco quiere dar más importancia, estará desconectado una buena temporada”, avisa su hijo y representante, Pablo Perales, que pospone cualquier aparición de su progenitor “hasta el momento en que tenga nueva música, que es lo verdaderamente real e importante”. Nada sorprendente, a sabiendas de que el artista del pequeño municipio de Castejón aborrece el ruido y jamás ha buscado notoriedad en su vida cotidiana.

Lo relevante está en esas mismas palabras, aunque haya que leerlas entre líneas, y se materializará más pronto que tarde. El cantautor, ya retirado de los escenarios —quiso el destino que su último show fuera en Uruguay, en abril de 2022— trabaja “sin fecha” en una nueva colección de composiciones propias, una labor que había orillado en los últimos años. Y avanza en el proyecto sin prisas, “pero con muchas ideas”. Es decir: con las musas reactivadas y de regreso al bloc de notas.

Músico con faceta literaria

Perales, siempre bajo perfil, ni siquiera se jacta de su faceta literaria, por lejos la actividad creativa a la que más horas ha dedicado a lo largo de esta última década. Mientras su última colección de canciones originales, la excelente Calma, se remonta a 2016, en este periodo ha alumbrado tres novelas casi consecutivas: La melodía del tiempo (2015), La hija del alfarero (2017) y Al otro lado del mundo (2020), de corte entre costumbrista y autobiográfico, acogidas con la sorpresa de quienes no tienen que limitarse a aplicar una diplomática indulgencia.

“En realidad, esas novelas son una continuación natural de su extraordinaria labor como compositor y letrista”, dice Alberto Marcos, su editor en Penguin Random House. Emotivas, líricas y sentimentales, enmarcadas en esas coordenadas manchegas que tan familiares le resultan, Perales sorprendió por su condición de escritor más solvente que párvulo.

“Son novelas corales en las que se mezclan las historias de amor y familia, llenas de personajes maravillosos y escritas con la misma pasión y humanidad que sus canciones”, concluye Marcos, que nació en los años setenta, la misma década de los hijos de Perales, y refrenda la pasión intergeneracional que suscita su obra. Solo así se explica, por ejemplo, el éxito que Elefantes ha obtenido con su versión de “Te quiero”, registrada en 2015 en compañía de Sidonie y Love of Lesbian.

Perales, un hombre sigiloso

Al contrario que otros compañeros de oficio y generación, mucho más dados al estruendo, José Luis Perales ha tenido que verse envuelto en la pintoresca circunstancia de esta “muerte en vida” para abandonar por unos minutos su sempiterna y anhelada condición de hombre sigiloso. Nada que ver con el ya desaparecido Camilo Sesto (que hoy tendría 76 años), envuelto en un estruendo permanente, o con el perfil mediático y eternamente ceñido a la primerísima persona que encarnan Julio Iglesias o Raphael, hijos ambos de la generación del 43, aunque el primero no adquirirá la condición de octogenario hasta setiembre.

Incluso las dos mitades del Dúo Dinámico, los afables y modosos Manuel de la Calva y Ramón Arcusa, ambos de 86 años, han ejercido de artistas más mediáticos que Perales, un tímido de manual al que su madre, de veinteañero, le repetía, contrariada: “Qué bonitas canciones haces, qué pena que nadie las conozca”.

Al final las hemos conocido, pero nunca por motivos extramusicales. José Luis siempre se sintió más compositor que intérprete, pero debutó como artista en solitario hace justo medio siglo con la extraordinaria “Celos de mi guitarra” y ya no se bajó de los escenarios hasta abril de 2022, cuando su gira Baladas para una despedida bajó para siempre el telón en el Antel Arena de Montevideo.

Era una manera de explicitar su agradecimiento por el mercado al otro lado del océano. “Latinoamérica me abrió tanto, tanto las puertas, que ya se olvidó de cerrármelas”, había resumido, con ese azoramiento tan suyo, cuando emprendió su penúltima gira, la de 2016.

El del repertorio descomunal

En este medio siglo hay que contabilizar dos docenas de álbumes propios, discos enteros para otros cantantes (imposible obviar los casos de Rocío Jurado, Isabel Pantoja o Raphael) y cerca de 600 canciones con su rúbrica; entre ellas, un puñado de clásicos imborrables (“Y te vas”, “Quisiera decir tu nombre”, “Cosas de Doña Asunción”…), algún éxito puntual más difícil de reivindicar con los años (“Que canten los niños”) y hasta curiosidades de encargo, como la sintonía de la serie televisiva y animada Érase una vez... el hombre o “Baila con el hula-hoop”, celebérrima coreografía con aro en la cintura que el dúo Enrique y Ana popularizaron en el año 1979.

Este repertorio valiosísimo y descomunal asegura la solvencia económica de los herederos de Perales durante varias generaciones (los derechos de autor no se extinguen hasta 70 años después de la muerte del titular), y ha figurado durante años entre los más prósperos de la Sociedad General de Autores y Editores española (SGAE), en reñida pugna con las obras de Joaquín Rodrigo y Alejandro Sanz, sobre todo a raíz de la eclosión mundial de “Corazón partío”, en torno al cambio de siglo. La discreción que caracteriza todos sus movimientos hizo que Perales ni siquiera hiciera pública su marcha de la SGAE, que decidió a raíz de que trascendiera el escándalo conocido como “La rueda”, las maniobras de un grupo de autores poco relevantes para obtener grandes ingresos con las emisiones televisivas de música a altas horas de la madrugada.

Aquellas triquiñuelas enfurecieron al autor de “Te quiero”, decepcionado ante un ejemplo clamoroso de picaresca y gestión descuidada. Pero, como de costumbre, prefirió cerrar la puerta sin hacer el menor ruido. Tal como vive ahora.

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