Por Rodrigo Guerra
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Un simple “¿Hola?” alcanza para reconocer a Joaquín Levinton al otro lado del teléfono. Su tono burlón, que mezcla una buena dosis de elegancia con un pizca de arrogancia rockera, es similar al que suele imprimir en sus canciones al frente de Turf.
El argentino, que dialoga con El País en la previa de su show de este viernes en La Trastienda (entradas en Abitab, de 1200 a 1500 pesos), se ríe cada pocos minutos, interrumpe un concepto y luego lo retoma como si nada hubiera pasado, y domina la conversación con respuestas inesperadas. Es, en definitiva, una extensión de los videos que se viralizaron durante su paso por Masterchef Celebrity Argentina y que le permitieron generar un nuevo público.
Levinton regresará a Montevideo con su banda para repasar sus éxitos y presentar las canciones de Renacimiento, su primer disco en seis años. “El vivo es uno de los mejores momentos de Turf”, dice y enseguida comenta: “El solo hecho de ir a Uruguay, que es un país maravilloso, nos pone muy felices, así que vamos a ir con tutti”.
Sobre su nuevo trabajo, que incluye unos cuantos estribillos pegadizos (“Todo x Nada”, “Cuál?” y “Malas decisiones”), una colaboración con Los Auténticos Decadentes y un clima optimista, dice: “Tiene letras divertidas, algunas un poquito más superficiales, otras que hablan muy en serio y varias que son voladas. Con este disco quisimos que sea como un menú de pasos”.
—Ya que hablaste de un “menú de pasos”, esa ha sido la clave del éxito de Turf: en cada uno de sus trabajos hay alguna canción con la que uno puede identificarse. ¿Cómo lo analizás?
—Sí, aunque estaría bueno definir qué es el éxito, porque es una cosa rara. La clave de Turf es haberse mantenido fiel a su propio estilo, su sueño y, especialmente, hacer lo que se nos cantó el orto (se ríe). Justo ayer vi una entrevista en la que Charly García decía que para llegar al éxito primero hay que bancarse las trompadas. Y para estar donde estamos hoy primero nos tuvimos que bancar ser novedad e ir un poco al choque, y después la gente gustó de nosotros. Creo que entendieron nuestra manera de ser y de expresarnos y, en definitiva, cacharon que tenemos re buena onda. Turf es como el amigo con el que podés contar siempre: solo tenés que convocar a una de nuestras canciones para que te pongas contento o, al menos, te sientas acompañado.
—Y si hablamos de las trompadas, a ustedes los echaron de su discográfica después de su disco debut...
—(Interrumpe) ¡Nos echaron de varias discográficas! Bueno, ahí tenés la respuesta a la pregunta anterior: la clave es mantenerse firme con lo que uno quiere y no aflojar nunca. Ese es un buen consejo para el que quiera hacer algo que le gusta, ya sea música o cualquier otra cosa.
—Si nos vamos a tu lugar como frontman, el saber reírse de uno mismo ha sido fundamental en tu camino...
—Has dado en la tecla. La herramienta clave es el humor, porque si no nos tomamos la cosas con humor... (Hace una pausa) Bueno, nos pegamos un corchazo...
—¿Cuándo descubriste que había que ir por ese lado?
—Primero, yo soy una persona que viene de familia de mucho humor. Después por una entrevista a Keith Richards donde le preguntaron cuál era el arma fundamental del rock, y él respondió: “El humor”... Así que ahí tenés una buena sabiduría. Incluso cuando se muere alguien hay algo tragicómico... (Hace una pausa) No quiero sonar raro, pero si se cae el cajón y el muerto se sale y hay que levantarlo, la situación pasa a ser un poco cómica, ¿o no? Eso es lo que pasó con mi abuelo...
—¿En serio?
—Sí, fue increíble, pero se recuerda con gracia. Es como ver Cha cha cha o Benny Hill (se ríe). Volviendo al humor en las canciones, nosotros nunca anduvimos de quejosos, no tuvimos un sonido de protesta ni un estilo de rock convencional. En nuestros discos siempre vas a encontrar algo entretenido; incluso la música en sí misma tiene humor. “Ese ser”, del nuevo disco, es tremendamente profunda y, sin embargo, está hecho con sonidos del jueguito Wonder Boy. El título del disco también es una broma...
—Es por eso que el álbum comienza con un instrumental de clavicordio, evocando la idea del Renacimiento, y luego irrumpe “Todo x nada”, un tema bien bailable y electrónico...
—¡Exactamente! Cuando empieza es un disparate total (se ríe). De hecho, esa canción que abre el disco está hecha sin instrumentos, es solo un teclado. Y eso te hace dar cuenta de la parte experimental de Turf: abrir un disco que supuestamente es de rock con algo así es una declaración estética, porque no vamos a hablar de principios (se ríe). Sí podemos hablar de un amplio sentido estético y artístico, que es lo que a nosotros nos hace bien y, supongo, también le hace bien al oyente.
—Lo destacable en el camino de Turf es que ustedes encontraron ese sentido estético desde el primer disco. Mirado a la distancia, ¿qué tan importante fue mantenerlo a lo largo del tiempo?
—Para empezar ese primer disco ya arranca con un chiste porque se llama Una pila de vida, que es un slogan publicitario. Nosotros lo hicimos en un momento en que no existía la idea de bromear con lo comercial porque eras un vendido. Eras un pelotudo, te tildaban de puto y de todas esas cosas que son totalmente precarias, dinosáuricas y prehistóricas. Entonces, visto a la distancia, nosotros tuvimos una manera adelantada de pensamiento que le abrió camino a muchas bandas para que tengan el camino más liso. Lo que me sorprende es que muchísimas de las bandas nuevas son fanáticas de Turf... y pensá que varios nos escuchaban cuando tenían cuatro años.
—Esa, al final, es la confirmación de que el camino que tomaron era correcto.
—Sí, ahora estamos cosechando lo que sembramos. Cuando voy por la calle la gente me dice: “Ey, ¡aguante Turf!” o “Che, gracias por la música”. Recibimos mucho cariño... (hace una pausa) Aparte, nosotros nunca nos casamos con ninguna especie de nicho rockero, nosotros no tenemos parangón.
—¿Qué esperás del show de este viernes en Montevideo?
—Esperamos recibir el cariño que siempre hemos dado, y que sea un concierto recordable.