Cuando presentaron el disco Maraviya y el público se subió al escenario y copó los espacios y fue un descontrol. Cuando festejaron sus 10 años de historia y, de alguna forma, volvieron a nacer. O cuando estrenaron en vivo Mientras, de 2003, y confirmaron que habían vuelto a hechizar a un nuevo público. Como en cada momento importante: en el álbum de fotos de Buitres, el del Teatro de Verano es un escenario que se repite una y otra vez.
Tiene sentido, entonces, que esta sea la primera banda en actuar en el renovado Ramón Collazo, que pasó de mayo a setiembre cerrado por reformas y que ayer reabrió al público con un show gratuito y municipal.
Buitres inaugurará formalmente la nueva etapa del lugar. Se presentará este sábado y domingo a las 21.00, y aunque las entradas para la primera noche están agotadas, quedan algunas para el domingo (Tickantel). Los recitales servirán de celebración y repaso, pero también para defender el repertorio prominente de Mecánica popular, el disco lanzado en diciembre de 2019 y al que la pandemia le pasó factura.
Ahora, que es un viernes de primavera y que un manto de butacas plásticas y verdes recubre la flamante platea baja del Teatro de Verano, sentado al sol de una tarde radiante, Gabriel Peluffo se confiesa. “Antes este tipo de shows nos generaba mucha angustia, como si fuera un punto de inflexión hacia algo que no lo es”, dice a El País. “Es más algo del compromiso con la gente. Todavía tenemos la capacidad de, en algunos shows, identificar a la gente que te viene a ver poco, que recién te vino a ver o que viene por primera vez, y ya queda marcada para toda la vida. Y lo seguimos manteniendo”.
Como esa capacidad, Buitres mantiene otras cosas. Mantiene la llama de la composición, el verdadero combustible que activa a esa maquina que hace 35 años lidera Peluffo junto a Gustavo Parodi y Pepe Rambao, que completan Orlando Fernández y Caco Bianco y que llega al Teatro en pleno proceso creativo.
También mantiene el público, la popularidad, los pies en la tierra, la responsabilidad asumida, la claridad. “La gente es fundamental en todo esto”, dice Peluffo, como si cada encuentro en vivo se tratara de renovar un pacto antiguo, ancestral. De eso, parte de esta charla con El País.
—¿Qué es el escenario para vos?
—Forma parte de mi energía vital, estoy vinculado a él. Es también un conflicto, pero lo tengo resuelto.
—¿Por qué?
—Porque soy consciente de la importancia que tiene. Obviamente te tenés que descargar un poco de lastre a la hora de subirte, pero el escenario es una responsabilidad. No es un día más, eso es lo que dice la canción (se ríe). Tiene una responsabilidad y un compromiso, es la arena artística. No me importa tanto lo cuantitativo sino lo cualitativo, no intento estar muchas veces sino que las veces que estoy, esté muy bien. Y sé lo que implica. Subirse al escenario es un cúmulo de responsabilidades, y después sí, tiene un premio maravilloso. Es tremendamente excitante, hermoso, es energía vital.
—¿Qué define al Peluffo del escenario con Buitres, que no es el mismo que el que canta tangos, por ejemplo, en relación a los otros Gabriel Peluffo que sos en tu vida?
—Podría ser todo una puesta en escena, ¿no? Y estoy en derecho de. Sí que el escenario es un lugar diferente, no me siento atado en absoluto y es el lugar al que me subo hasta con curiosidad de saber qué va a pasar. Sé que van a pasar algunas cosas que no están programadas. Sé que voy a ser tremendamente feliz.
—Entre Los Estómagos y Buitres ya llevás 40 años de ese ida y vuelta con las gente. ¿Cómo se convive tanto tiempo con el aplauso, con el grito, con la euforia?
—(Piensa) Es complejo, en lo cotidiano se hace difícil. Hasta fines de los 90 era fácil porque nos conocía la gente que venía a los shows, determinados grupos de personas, por más de que éramos muy populares. Tampoco había tanto acceso a la información de las personas. Eso empezó a cambiar y de repente la bajada a tierra se complejizó porque empezás a darte cuenta de que sos una persona pública y tenés que asumirlo. Después ya pasas de ser una persona publica a una especie de famoso, donde más allá de tu circulo donde se ama u odia lo que hacés, la gente te conoce porque te conoce. Entonces es muy complejo. Pero uno no tiene que perder la idea de bajar a tierra y la única forma de hacerlo esa través del contacto cotidiano con tu gente, la gente que querés, tus afectos, tu familia, tus hijos… Pero prefiero esta opción a vivir aislado por ser extremadamente popular. Acá todavía tenés la posibilidad de manejarte libremente con las personas.
—Qué es lo que mas resiste de aquel que eras en los ochenta?
—Todavía tengo una cosa de ser impulsivo, de ir para adelante, meterme algo en la cabeza y hacerlo; me parece que es un poco eso. Siempre fui medio testarudo. Si bien en algunos aspectos cumplo cuestiones formales, he elegido el camino distinto. En mi formación como cantante, en mi formación musical que es mínima e intuitiva, en la forma de acercarme a la música y de escucharla. Por más de que hice medicina y tuve que seguir un método, igual siempre anduve en los márgenes de cosas raras, de aprender las cosas de otra manera, de seguir caminos diferentes. En la parte laboral también. Sigo siendo igual, en ese sentido. Siempre por un camino distinto, a tal punto de que ya no me preocupan las interpretaciones, porque acá siempre te quieren poner en un cajoncito: el médico que canta, el cantante que hace medicina, esas cosas. Y en realidad hago muchas cosas más. Y está bueno, porque al final terminé siendo medio inclasificable. Creo que en ese momento era inclasificable, y aún lo sigo siendo.
—Hace poco dijiste a Montevideo Portal que estabas por lo menos pensando si era el momento de dejar la medicina para dedicarte de lleno a la música. Mirás a tus compañeros de banda de hoy, tenés estos shows por delante, ¿y cómo ves el futuro de Buitres?
—Me parece que hay una condición fundamental para la viabilidad de la banda que es la relación entre sus integrantes, las ganas de seguir y tocar juntos, y sobre todo las ganas de componer y sacar material juntos. Con ese checklist de cosas, te diría que la última es la fundamental: tener la carta. Porque componer forma parte de mi vida como artista, y con las personas con las que compongo es con ellos, y es un lugar que me llena. Me llena componer con ellos. No he formado núcleos compositivos con otros, creo que es un desafío que tengo y en eso está el proyecto de abrirme un poco, pero con ellos quiero seguir componiendo. Eso es lo que veo del futuro. Pero uno no puede decir que es para toda la vida. El año que viene hay una fecha, son los 35 años, pero también hay un proyecto que empezamos hace dos o tres meses, de componer canciones, y queremos grabarlas. Y me parece que, ahora, Buitres es eso.