Un empujón inevitable. Eso, dice Eugenia Mosca, es lo que sintió en algún punto de 2024. Algo que no logra definir —“parte de una necesidad, no tanto de un deseo”— y a lo que, sin embargo, le encuentra todo el sentido del mundo. Ella, integrante del coro Coralinas; ella, que en 2018 sacó un par de canciones propias; ella, que después se frenó y se dedicó a otras cosas, hizo la carrera en Artes Visuales, emprendió un proyecto audiovisual, nadó varias aguas; ella, que en 2023 ganó el primer Premio Nacional de Música en la categoría pop rock, tarde o temprano iba a saltar.
En 2024 volvió a entregarse a la música, a esta vocación que estuvo siempre ahí, dando vueltas, y de la que Coralinas, además de “una casa, un refugio”, siempre fue “un recordatorio”. Ahora, Eugenia Mosca está lista para un hito: el jueves se presentará en la Sala Balzo con el show Sobre la medianoche, donde todas sus inquietudes se articularán al servicio de la experiencia. La invitación no es solo a escuchar canciones: es a meterse en un ambiente, una película, un mundo que reivindica lo difuso. Será con banda e invitadas y las entradas se consiguen por Tickantel.
En Sobre la medianoche, una propuesta que es directamente hija “de la nocturnidad, lo onírico y el desvelo”, Mosca unirá los temas de sus dos EPs, No dicho y Casa, y ofrecerá un vistazo al álbum de larga duración que está construyendo junto a Diego Cotelo y que llegaría en 2026. Todo lo paisajístico que aparece en sus primeros trabajos cortos, anticipa, se potenciará “a la ene”.
“Está llevado mucho más al extremo, más a fondo. Yo me estoy divirtiendo un montón haciendo estas canciones y creo que los EPs son súper honestos. Pero esto, mucho más”.
De la inspiración a la fascinación por lo difuso
A Eugenia Mosca la inspiran: la melancolía, la noche, el cruce de cuestiones disruptivas, consumir películas, ir a ver bandas, la psicología, las Juanas —como se refiere a las músicas argentinas Juana Molina y Juana Aguirre—, “intentar armar como un collage de estados”, el talento de sus compañeras de Coralinas y lo compartido con ellas, pero sobre todo la búsqueda, la experimentación y el punto en el que se enredan las diferentes ramas del arte. Ese es su “motorcito”.
Eso explica que sea licenciada en Artes Visuales, fotógrafa, realizadora y directora audiovisual en la dupla Amas de Caza que conforma con Magui Mieres, y que esté terminando una maestría en psicología clínica. Pero también explica que en sus canciones se combinen el indie, la electrónica, el pop, un audio de WhatsApp, una puerta que se abre, hasta los maullidos de su propia gata.
“Vuelco la investigación al momento de componer: probar cómo se solapa un sonido con otro, generar atmósferas íntimas, incluso cinematográficas, levantar imágenes. Evocar, más que otra cosa. Me gustan las cosas que te sacan un poco del eje estrictamente musical”, dice en charla con El País.
Por ahí pasa su mayor obsesión: el territorio de lo difuso, de lo híbrido, un lugar que le apasiona “de maneras impresionantes”.
“Hoy en día escasea bastante ese momento de pausa, porque estamos saturados de pantalla, de información, de vueltas, de mucha ansiedad, mucho estrés, y siento que esos momentos de pausa que dan la nocturnidad, la soledad o lo íntimo, generan un caudal de exploración infinito, y para mí muy enriquecedor”, explica.
La pausa, ese “frenazo” que ocurrió en su carrera musical entre 2018 y 2023, tuvo que ver con inseguridades, admite, pero también con no tener una búsqueda clara. “Obviamente, el síndrome de la impostora lo tengo a flor de piel, como todas las mujeres. Por eso no me gusta definirme, no me siento cómoda diciendo que soy ninguna de todas las cosas que hago”, admite. “Pero sin dudas, hoy en día me siento mucho más segura en todo, porque le quité un poco el peso a los títulos”.
En otro momento dirá: “Bastante poco definible, pero bueno, está todo bien con eso. Con no nombrar las cosas”.
De eso está hecho el núcleo de Sobre la medianoche, un show al que concibe como “un antes y un después”, ya que será su primera oportunidad de “esparcir” esa enredadera artística que la toma por dentro.
Quiere salir de la Balzo liviana, con la certeza de que lo dio todo.
Quiere más. Quiere “contagiar esta cosa de mezclar todo, salirse un poco del formato de que los toques en vivo son así y asá, estirar todo hasta el cruce de las cosas, invitar a curiosear un poco más. Romper los límites. Abrir esa puertita”. Y seguir haciendo canciones, porque ahora sabe que eso es lo inevitable: “No lo controlo. Es lo que está ahí, adentro”.
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