Eté y Los Problems: darle la vida a las canciones, el sueño del Teatro de Verano y el milagro que lo cambió todo

Eté y Los Problems cumple 20 años y los celebra el 29 de noviembre en el Teatro de Verano. Antes del show más importante de su vida, Ernesto Tabárez volvió a un lugar clave para charlar con El País.

De vomitar rabia a construir profundidad. De verse como un solitario a entregarse a la fuerza del colectivo. De tocar para dos —una noche en BJ, frente al periodista Marcelo Jelen y su novia— a creer, ahora, que llenar un Teatro de Verano es posible. De no tener nada a encontrar una canción que, de golpe, equivalió a tenerlo todo.

El día que Ernesto Tabárez escribió “Jordan” supo que, de pronto, era millonario en canciones: “Tenía una canción para ser feliz el resto de mi vida. Y no me ha fallado nunca”, dice a El País una tarde de primavera furiosa, mientras rema un bote en el mismo lago del Parque Rodó en el que, un día, encastró las piezas de la obra más importante de su camino.

La canción que hizo cuando estaba desahuciado, casi a la mitad de la vida de Eté y Los Problems, cambió para siempre el curso de la banda, una de las más importantes del rock uruguayo actual y que está lista para su mayor hazaña: festejar los 20 años en el Teatro de Verano, un escenario como una catedral y, a la vez, un sinónimo de Montevideo.

“Es el show que soñé toda mi vida”, dice Tabárez cuando ya dejó el Parque Rodó y es una mancha negra sobre las butacas verdes del Ramón Collazo, cuya bóveda contempla como quien mira, por primera vez, los frescos de la Capilla Sixtina.

“Vos podés hacer un Antel Arena, que es enorme, importante y debe ser dificilísimo, pero es otra cosa”, dice. “Esto es territorio sagrado”.

Ernesto Tabarez
Ernesto Tabárez, cantante y guitarrista uruguayo, en el Panteón de la Música del Parque Rodó.
Foto: Estefanía Leal / El País

Esto, el Teatro de Verano, es el lugar que Eté y Los Problems conquistará el 29 de noviembre, en su primera vez en solitario y con un plan ambicioso: grabar un disco en vivo, recibir un montón de invitados, Martín Quiroga —con quien tocaron en el Cosquín Rock— incluido.

Hace un par de años, Inés De Rossa, encargada de prensa de Los Problems, le dijo que ya estaba para dar el salto. Ernesto, que venía de encadenar dos Trastiendas como mucho, pensó que era una locura.

Se entusiasmó igual.

Por entonces, el teatro apenas superaba las 4.000 localidades. Hoy, tras su reforma, tiene más de 5.000. “Es un jugadón, lo estamos produciendo nosotros, es muy poco recomendable lo que estamos haciendo. Pero al mismo tiempo, si nos sale más o menos bien, nos vamos a mirar y decir: hicimos un Teatro de Verano nosotros. No nos llamó nadie. Nos llamamos nosotros a hacerlo”.

Las entradas están en Tickantel. Los de siempre ya compraron, y ahora toca la difícil parada de convencer gente nueva. Pero “por alguna cosa” que no se explica, él cree que todo saldrá bien.

“Yo tengo la certeza de que va a ser una noche histórica para nosotros. Histórica. Y por eso también lo hacemos: porque es una noche histórica, porque son 20 años y porque tenía que ser en un lugar así. En un lugar así no: en este lugar”, dice.

Es tan extraño.

El origen de Eté y Los Problems, una banda con una misión

Eté y Los Problems nació el 3 de junio de 2005 en el calor del Living, el bar de la calle Paullier que ha sabido ser trinchera para una movida de la cultura uruguaya.

Antes, a Ernesto Tabárez lo echaron de una empresa de software y se separó de la novia con la que estaba desde los 14. Entonces, y como cada vez que las cosas se complican, se puso a hacer un disco.

De esa turbulencia nació Malditos banquetes, un disco del que ha renegado y que ahora, ensayándolo con la sangre fresca que habita Los Problems —Iván Krisman, Bárbara Jorcin, Martín Iglesias—, ve con cierta compasión. Con aquella artillería reclutó músicos, ensayó, y en 2005 abrió un concierto de Max Capote.

La mañana del 3 amaneció con llagas y fiebre, un síntoma que se iba a repetir una y otra vez en estos 20 años. Salió a la cancha en “un estado muy particular”. Estaban Santiago Peralta en bajo, los hermanos Machado en guitarras y Andrés Coutinho, el único sobreviviente —un hermano y un superhombre, dirá Ernesto después—, en batería. “Y la gente no entendía nada. Yo sentí que había empezado ahí”.

Recital de Ete y Los Problems
Eté & Los Problems en vivo, en 2024, en La Trastienda.
Ignacio Sanchez/Archivo El Pais

En 2006, el torbellino Pilsen Rock empezaba a amainar y Los Problems vieron cómo, de la noche al día, los públicos se reducían hasta la mínima expresión. Una vez, por un problema de comunicación, dieron un show del que nadie se enteró y al que solo fue Jelen con su novia. Lo ha dicho mucho: durante años, para Ernesto, ese fue su recital favorito.

Pero en 2007 salió Malditos banquetes y en 2008 los Graffiti los certificaron como revelación. Desde entonces, fueron ganando el respeto de la escena (críticos, periodistas, colegas) y, bastante más lento, de la audiencia. En 2011 llegó su segundo álbum, Vil. En 2014 vino “Jordan”. Y Ernesto fue millonario para siempre.

“Nosotros recién pasamos los 100 tickets con El éxodo. Durante mucho tiempo tocamos para muy poca gente. Y era doloroso a veces, pero no fue un problema”, dice. “Teníamos un compromiso con otra cosa. Porque hay algo que sentimos cuando tocamos estas canciones que es sagrado. Es irreemplazable lo que a mí me da subir a tocar estas canciones. Es irreemplazable. No hay nada parecido a componer una canción desde el fondo de tu corazón y después cantarla a los gritos. Es una misión”.

"Jordan", la canción milagrosa que cambió todo

Ernesto se separó un domingo de 2013 a las 11 de la mañana. Se fue a tirar a una cancha de básquet, en Ciudadela y la Rambla, y entonces apareció un estribillo: “Sos como Jordan flotando sobre las manos del resto / y en las alturas estas tan sola. / Y yo sentado jugando con la pelota en la plaza. / No pasa nada y no entra una”. Le pareció bellísimo. Le pareció, también, que era imposible para el cuerpo de Los Problems.

Algunas tardes después, todavía en pena, fue al Parque Rodó, donde una amiga pintaba las antiguas lanchitas en el marco del proyecto 1 lancha 1 artista. Le llamó la atención un bote a remo, de madera. Él tenía la sensación que se tiene en la tragedia de una ruptura: esa sensación de que nada es tan real, de que la vida es algo que se deforma .

Empezó a remar. Pensó: “Es tan extraño”. Vio los botes, el lago, los gansos, los vehículos pasar por Gonzalo Ramírez. De pronto, el estribillo bonito de la cancha de básquetbol le cayó encima como un rayo.

Remó con desesperación, llegó a tierra, escribió en un papel, hizo preguntas —“¿eso son patos o son gansos?”—, pasó la melodía a una guitarra, fue a casa de su compinche Santiago Peralta e intentó mostrarle su hallazgo, pero la canción se le iba desarmando y el entusiasmo también, y entonces Peralta, guitarrista de Los Problems por años, le dijo algo definitivo: “No querés saber lo que pienso de tu nueva canción”.

Quizás ese fue el secreto.

Ernesto Tabarez
Ernesto Tabárez en el mismo lago del Parque Rodó donde "Jordan" se terminó de armar.
Estefania Leal/Archivo El Pais

“Yo me fui muy frustrado a donde estaba viviendo, una casa que me había prestado el Enano [de La Vela] al lado de una vía del tren, en un lugar muy raro en Montevideo, y le pegué de corrido sin dormir", cuenta. "Escribí la última estrofa, la terminé y se la mandé a Peralta para ponérsela. Y a los 15 minutos Peralta me llamó y me dijo: ‘Che, es increíble’”.

El video, filmado en cámara lenta y en plano secuencia para reflejar esa extrañeza que envolvió aquel día y aquel tiempo vital, salió el 10 de diciembre de 2014. Desde entonces, “Jordan” se fue convirtiendo en himno. Hizo de Los Problems una banda popular, acumuló millones de reproducciones y hoy suena en publicidades de marcas importantes, en vivo en la cancha de Verdirrojo, en la voz de un montón de niños.

“Esa canción es un milagro de mi obra”, dice Ernesto Tabárez. No necesita que nadie más lo crea.

Es “Jordan” —pero también son tantas otras canciones, una épica colectiva, la convicción de la manada— la que lo lleva, ahora, al Teatro de Verano. De aquellos que comenzaron en el Living solo quedan Ernesto y Andrés. Y la certeza de que aunque esto pueda parecer minúsculo, en hacer canciones también uno puede jugarse la vida.

“Veinte años son un montón, y yo le he dedicado la vida a esto, todas las veces, todos los días, toda la vida. Y no ha sido fácil este camino. No lo fue para nosotros porque no lo es para nadie”, dice. “Y siento que nos merecemos una fiesta. Una vez nos tiene que salir. Hay que tirar hasta que entre, y una vez va a entrar. Algo me dice que va a ser esta”.

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