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ENTREVISTA

Es uruguaya, hizo jingle para una cadena mundial y hoy compone para estrellas del pop latino

Dahiu Rosenblatt quería ser compositora y en 2021 ganó un premio por "Oye Pablo", el tema que hizo para Danna Paola. La historia de un sueño que se cumplió.

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Dahiu Rosenblatt
Dahiu Rosenblatt.
Foto: Leonardo Mainé / El País

Por Belén Fourment
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El día en que se subió a un escenario como corista de Leonel García e hizo, entre otras cosas, las armonías de “Mientes tan bien”, aquel clásico cortavenas que Sin Bandera popularizó a principios de milenio, Dahiu Rosenblatt no pudo evitar dos cosas. La primera, acordarse de la niña que era cuando una tarde de, posiblemente, 2003, frente al televisor de su abuela en una casa montevideana, escuchó ese mismo tema y vio el videoclip y entonces pensó cómo podía hacer ella, desde Uruguay, para integrarse algún día a ese mundo musical tan lejano y tan querido. La segunda, preguntarse cómo diablos había llegado hasta ahí, cómo fue que había cumplido el sueño.

Rosenblatt, de 36 años, es un caso de éxito. Compositora de Sony Music Publishing, en 2021 recibió el Premio Éxito SACM de la Sociedad de Autores y Compositores de México por “Oye Pablo”, uno de los mayores hits de la cantante Danna Paola, globalmente famosa por su trabajo en la serie Elite. Con su dúo Escarlata, que integra con la mexicana Lulú Mena, firmaron el año pasado con la discográfica Warner y en mayo lanzarán su primer disco, que incluirá una colaboración con artista español y videoclip filmado en Uruguay.

Su voz está registrada en jingles de McDonald’s y en discos en vivo de Emmanuel y La Oreja de Van Gogh, pero su mayor búsqueda es otra: es esa que implica dejar el ego en la puerta, sentarse junto a un artista y escribir hasta llegar a la canción perfecta. Para Dahiu Rosenblatt no hay nada como el disfrute silencioso de estar en un show, anónima entre el público de un auditorio nacional, y escuchar a 10.000 personas cantar a los gritos un tema de su autoría. Está convencida de que ahí hay algo de magia, aunque a veces se pregunte cómo fue que esto, todo esto, le pasó.

Entre 1999 y 2002, pero con consecuencias que se hicieron sentir hasta mucho después, Uruguay vivió la crisis económica más importante de su historia. Se estima que, entre 2001 y 2003, más de 70.000 personas emigraron en busca de oportunidades, de un futuro mejor.

Cuando el padre de Dahiu recibió una oferta laboral de San Pablo, los Rosenblatt —impulsados por el contexto crítico— no lo dudaron. Para Dahiana tampoco hubo titubeos: ella, la chica que iba por la vida escribiendo pedazos de canciones y a la que todos le decían que era buena, se acercaba a su vocación. Dejar Uruguay era terrible, pero había algo que tiraba más.

Estudió en el Colegio y Conservatorio de Música Souza Lima, una institución educativa paulista de renombre. Se empapó de Marisa Monte y los Tribalistas y la MPB, se inclinó hacia el pop y el mundo contemporáneo y el jazz, y obtuvo una beca en el Berklee College of Music de Boston, la universidad privada de música más importante del mundo. En el interín tuvo una crisis vocacional y le dijo a su madre, psicóloga, que iba a seguir sus pasos y que iba a abandonar la música.

“La música da miedo, y más viniendo de un país tan chico”, dice Dahiu Rosenblatt a El País.

Hoy siente que, en su arte, conviven la psicología con su afición al chisme y todas sus herramientas musicales, profesionales. Sabe qué estrategias usar para extraer del fondo las historias que luego convertirá en canción; tanto, que una vez tuvo que firmar un contrato de confidencialidad para que un artista pudiera contarle, sin riesgo, todas sus miserias, materia prima de las composiciones. La historia de la música está hecha de corazones destrozados.

En Berklee, Rosenblatt orientó su carrera a la composición y consiguió graduarse en tres años. La recuerda con cierta vergüenza, pero la primera canción que grabó en los estudios universitarios hablaba de su añoranza por Montevideo. Acá, a 8.600 kilómetros de allá, sus abuelos eran sus principales promotores, los que la animaban a seguir intentando.

Con 20 años, Rosenblatt ya se había convertido en una efectiva autora de jingles para el mercado hispano en Estados Unidos. Era buena, tenía por delante una carrera que prometía éxitos, pero quería más: quería hacer canciones y que las cantaran otros artistas, porque de eso se había tratado todo, siempre. Entonces se fue a Ciudad de México, “la meca” para los compositores latinos: paró un mes en el sillón de unos amigos, luego se instaló en un cuarto y, de repente, era la cara y la voz de un jingle de McDonald’s.

Con “el dineral” que le pagaron calcula que vivió todo un año.

Pero la meta era otra. Fue a las puertas de las editoriales y terminó en el mundo de los camps de composición, uno de los principales esquemas autorales de hoy. Un sello firma a un artista, quiere prepararle un repertorio o un disco, lo lleva a una casa con varios espacios y la llena de compositores que se dividen en grupos, y trabajan en régimen intensivo. La dinámica es esta: hay que crear y crear canciones, porque al final algunas serán elegidas y, con suerte, terminarán alto en un chart de Spotify. Las regalías vendrán después.

Su sociedad creativa con Lulú Mena, hoy la mitad del dúo de bolero y pop Escarlata, nació de uno de esos camps. Estuvieron casi cinco años haciendo juntas canciones para otros, Danna Paola incluida, y luego apostaron a su propio proyecto, cuando escribieron “Criminal” porque se obsesionaron con un chisme de la industria, y terminaron alegrándose cuando ningún artista quiso grabarla. Era una señal.

Tras siete años como artistas independientes, en 2022 firmaron con Warner México. En mayo llegará su primer disco y sueñan con hacer su primera sala grande en CDMX para, algún día, tocar en Uruguay. “Todos, en algún punto, deseamos que se nos reconozca en nuestro país”, dice.

Al final, Rosenblatt asegura que es artista porque dio con Lulú, porque sola nunca saldría a cantar sus temas. Porque el sueño, aquel que ya veía cuando miraba en la tele a Sin Bandera, muchos años antes degirar con Aleks Syntek y Leonel García y de hacerle coros a discos en vivo de La Oreja de Van Gogh o Emmanuel o Yuridia, era escribir historias para que cantaran otros.

“Soy una persona muy feliz con lo que hago, y muy bendecida, porque la realidad es que es una carrera dura. Sí hay un factor Dios muy importante, de que se te abran ciertas puertas o pasen ciertas cosas. Por más de que uno la reme, hay muchas veces que las cosas no pasan”, dice Rosenblatt. “Pero estoy orgullosa de lo que he logrado porque lo he logrado a pulso, con trabajo duro. Y valoro mucho el momento de sentarme a escribir una canción. Ese micromomento de sentarte y componer es un lugar increíble. Resumir un momento de la vida a tres minutos es muy mágico, y lo que pase después ya no está en mis manos”.

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