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Es uno de los grandes nombres de la música uruguaya y acaba de publicar su primer disco en 25 años

Con "Una mirada", Rúben Olivera consigue emocionar con su guitarra y un puñado de canciones en las que, también saluda a su generación

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Foto: Leo Mainé

Es uno de los nombres ilustres de la ilustre generación de fines de la década de 1970, fermental promoción que incluye a Fernando Cabrera, Leo Masliah, Jorge Lazaroff y Eduardo Darnauchans, entre otros. Tan importante y respetado como ellos, sin embargo, Rúben Oliveraha mantenido una carrera de cierto perfil bajo. Pero de un valor altísimo.

En casi 50 años de carrera, eso sí, coescribió “A redoblar”, una de las canciones uruguayas más emblemáticas y ha editado una media docena de discos, todos destacados. Es docente, investigador y comunicador y todo lo encara con un acercamiento interesante y divulgador del hacer musical. Y con un rigor que comparte con su obra.

Es por esas cosas que la salida de Una mirada (Ayuí/Tacuabé) hay que saludarla como un acontecimiento. Es, además, su primer disco de material inédito desde Una tarde en abril y eso fue en 1998.

Ahora entrega 11 canciones acompañado únicamente por su guitarra y sus versos. Como en un guiño generacional hay una canción de Leo Masliah (“Interferencias”), una con Fernando Cabrera (“Consejos del alfarero”), una versión de una de Popo Romano (el instrumental, “Bajos de blanco”) y un medley/homenaje a Darnauchans (precisamente, “Darno”). También aparecen algunos compañeros de ruta más recientes (Diego Kuropatwa, Ernesto Díaz y Gonzalo Victoria) y un trabajo arreglístico y guitarrístico que aportan gran parte del encanto.

Es un gran disco que empieza hablando sobre fotógrafos y momentos (“Una mirada”), y termina con un saludo a Hilario Barrera, el luthier que le hizo la guitarra con la que Olivera grabó el disco y se presenta en vivo.

La tocó para El País, una mañana de primavera en el Cordón. Pero eso, lamentablemente, no está en este resumen de la charla que acompañó un momento así de mágico.

-Aunque parezca una obviedad. ¿Cómo define lo suyo?

-Yo siempre hablo de música popular uruguaya y siempre la pienso en colectivo. Cuando sale un disco de los colegas, lo disfruto tanto como si fuera mío. Es que pienso la música uruguaya como un álbum de figuritas en movimiento, un rompecabezas que se está construyendo eternamente y en el que cada pieza ilumina el resto. Es un concepto de identidad cultural móvil que no es solo la copia del pasado, sino la construcción de futuro: es tan importante no quedarse en el pasado como no quedarse sin pasado. En ese sentido es un honor que alguien pueda decir que soy una de esas figuritas. No me considero ningún renovador pero a veces también hay que apisonar lo hecho.

-¿Se siente más guitarrista o cantante?

-Creo que ninguna de las dos cosas. Suelo comentar que el llamado cantautor, a veces no canta muy bien, ni compone muy bien pero todo junto llena el ojo. Yo engaño un poco en las dos cosas.

-Eso no es así pero bueno. ¿Cómo surgió Una mirada?

-Me hice el truco de decir “tengo seis canciones que no grabé pero están en YouTube así que estaría bueno pasarlas a estudio”. Con eso le plantee a Riki Musso de grabar tres horas por semana durante el tiempo que sea. Al final fueron dos años.

-Es distinto, me parece, en su enfoque a sus dos últimos discos, como más despojado. ¿Cómo trabajó los arreglos para este disco?

-La arreglística es todo un tema porque un arreglo es compositivo no es solo relleno. Es muy importante qué instrumentos, qué timbres usar y que no sean solo impresiones sino que aporten contenido en relación a la composición. Y eso lo convierte en un laboratorio. En mi caso, como compositor es probarme a buscar instrumentos que sumen y no interfieran, por ejemplo. El arreglo es tan importante que por eso muchos compositores -sobre todo intérpretes- tuvieron sus épocas doradas cuando se juntaron con un buen areglador. En este caso fui haciendo los arreglos a partir de lo que la música decía. Y como era una grabación a largo plazo y que no podía ser costosa, decidí pararme sobre lo guitarrístico. Así le dije a Riki que quería una guitarra gorda, “yupanquiana”, pero que a la vez sonara moderna. Entonces la grabó con dos micrófonos y hasta hoy hay gente que me dice qué tuneado está el sonido y no hay nada: es simplemente un trabajo de planos y ecualización.

-Disculpe pero, ¿no es un poco mucho, 25 años entre un disco y otro?

-Este año cumplí 45 años dando clases, y eso derivó en programas de radio y eso en hacer un libro. Así, el terreno creativo lo pienso no solo en hacer canciones: incluye sacar ese libro (Sonidos y silencios), dar una clase, asuntos por los que siento tanta responsabilidad como hacer una canción. Componer requiere soledad, apartarse, concentrarse y estar una semana, un mes, desesperado por encontrar una solución expresiva para algo. Y cuando llevas la energía a otros lados se empieza a oxidar esta parte porque estás todo el tiempo pensando en la clase, en el libro. Cada programa de radio que hice durante 12 años, por ejemplo, para mí era una tesis semanal. ¡Y están los hijos! Con todo eso, minga de hacer una canción.

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