Ese don artístico que catapultó a Elena Roger a Broadway también la llevó, a los 17 años, a ganar Feliz Domingo y así poder viajar con sus compañeros de liceo a Bariloche. Cuando Silvio Soldán, maravillado por su voz, le preguntó si pensaba dedicarse a cantar, ella le respondió que no sabía, que estaba aprendiendo en una escuela del barrio.
Por entonces, Roger ya era bailarina y profesora de danza, disciplina que estudió desde los 11 años. A los 15, se adentró en la música, y al terminar el liceo, se lanzó de lleno a su pasión. "En este país, me puede ir bien o mal siendo contadora o abogada. Para que me vaya mal, prefiero hacer lo que me gusta", pensó en ese momento. "Mi jugada fue esa, y me salió bien", dice a El País.
Así comenzó una carrera que la llevó de hacer bolos en El sodero de mi vida a protagonizar el musical Mina… Che cosa sei?, dedicado a la icónica Mina Mazzini, y actuar en los escenarios más importantes del mundo.
Mientras trabajaba en la tira Hombres de honor (Pol-Ka), audicionó para ser Evita en un musical en Londres y fue seleccionada en 2006. Seis años después, llegó con ese papel a Broadway, donde coprotagonizó con Ricky Martin, que encarnaba al Che Guevara.
En el medio llegó Edith Piaf, el papel que la marcó para siempre y la llevó a ganar el prestigioso premio Olivier a la mejor actriz en obra musical.
Pero a pesar de haber tocado el cielo con las manos, jamás se le subieron los humos. "Vengo de un barrio, de una familia de clase media, y nunca me la creí", afirma.
En el escenario, Elena Roger es profesional y rigurosa; fuera de él, prefiere ser vista como una más. "Los artistas no somos dioses. Pudimos desarrollar un don, pero todos podemos ser creativos en lo que hacemos", opina.
Su pasado familiar parece sacado de una película: su abuela, Amalia Castelani Corradi de Danesi, era hija de un conde italiano que, frustrado por no poder estudiar para ser farmacéutico, se jugó toda la fortuna, incluido el título nobiliario. Amalia se enamoró del abuelo de Elena y tuvieron que huir a Buenos Aires porque él estaba en la lista negra de Mussolini por no quitarse el sombrero cuando sonaba el himno.
Esa mujer alegre y payasa le cantaba óperas a su nieta y le transmitió el amor por la música sin ser artista. También tiene un tío bandoneonista y otro pintor. "Yo fui la que más se popularizó, pero el arte siempre estuvo dando vueltas", dice.
Ahora, Roger vuelve a Uruguay para ofrecer un concierto en el que repasará los clásicos de su carrera, acompañada por el pianista Nicolás Guerschberg. Además de los éxitos de Evita y Piaf, incluirá canciones que marcaron su trayectoria, como “Cuenta conmigo”, un bolero de Chico Novarro, con quien trabajó. "Nunca lo había cantado, pero siempre lo tuve en la cabeza", confiesa. La cita es el 14 de noviembre en el Teatro El Galpón y las entradas se compran en Redtickets.
En la previa, El País conversó con la artista argentina sobre su carrera, sus espectaculares logros, la experiencia con Ricky Martin, su vínculo con Uruguay y sus proyectos más cercanos.
—Edith Piaf fue el personaje de tu vida e incluso viajaste a París para componerlo. ¿Cómo fue esa experiencia?
—Con mi representante inglés, vimos que era una obra posible para hacer y un director que sabía que yo la quería interpretar me ofreció el papel. Vivía en Londres, así que tomaba el Eurostar a París, donde visité su tumba, el museo y estudié francés.
—¿Te sirvió para componer el personaje?
—No me voy a olvidar nunca que en esa tumba estaba ella, su hija que murió a días de nacer y su último marido. Así que fue más que nada un homenaje y una experiencia emocional.
—Contaste que con Piaf temiste quedar atrapada en el personaje...
—Fue un personaje que cambió mi carrera. Evita también, porque fue la primera vez que trabajé para una productora inglesa, representando a alguien tan importante para Argentina. Después de Piaf, gané el Olivier y tuve mucho éxito en Argentina. Sin embargo, dije: hasta acá, porque necesitaba otros desafíos. Desde entonces, Adrián Suar y Carlos Rottemberg me insistían todo el tiempo con volver. Solo después de la pandemia sentí que era un buen momento para reactivar esas energías.
—¿Cómo fue volver a hacerla 14 años después?
—Muy lindo porque volví con el mismo elenco. Todos estábamos más grandes, con otra cabeza y un recorrido diferente en nuestras profesiones. Eso nos permitió disfrutarlo mucho más.
—Hiciste de Evita en Londres en 2006 y luego en Broadway en 2012, con Ricky Martin. Al principio estabas asustada. ¿Cómo fue trabajar con él?
—Sí, porque pensé que iba a ser muy egocéntrico y altanero. Sin embargo, me encontré con una persona bondadosa y con los pies en la tierra. Es talentoso, trabajador, un gran líder de compañía y buen compañero.
—Hasta los 38 años te dedicaste exclusivamente a la profesión. ¿Cómo cambió tu vida cuando decidiste formar una familia?
—En una etapa me dediqué a la profesión como una obsesión porque era mi modo de vida. Pero cuando ya había hecho Evita, Piaf, Passion, Evita en Broadway, encontré al amor de mi vida (el actor Mariano Torres) y tuve la necesidad de tener un hijo. Terminé Evita embarazada y fue la frutilla del postre. Seguí haciendo conciertos y grabando discos, pero me retiré de esas ligas mayores y me enfoqué en mi familia.
—¿Cómo es la sensación de tener miles de personas aplaudiéndote?
—Es un regalo. El ritual del teatro tiene una retribución energética que es mágica.
—¿Te cuesta reacomodarte al llegar a tu casa?
—Cuando era más chica, quedaba más eufórica. Ahora disfruto, doy todo, pero después me voy tranquila a casa. Estoy más acostumbrada.
—¿Es verdad que Valeria Ambrosio te hizo conocer a Mina Mazzini en Punta del Este?
—Sí, Valeria era escenógrafa y yo actriz en una obra de Pepe Cibrián para la temporada de verano de 1997. Ella me introdujo a Mina y la empecé a escuchar, hasta que nos reencontramos. Ella quería dirigir, yo quería hacer mi show, se dio una fecha en el British Arts Centre de Buenos Aires, y en 20 días creamos Mina, che cosa sei?. Fue muy significativo porque me conectó con mi niñez y mis raíces.
—¿Qué te sigue motivando a subirte al escenario?
—Me motiva cantar lo que quiero, disfrutar de la compañía de Nicolás Guerschberg en el piano, un instrumento que me tranquiliza, y estar en contacto directo con el público. Es como estar en mi casa, pero bien vestida.
—¿Tenés ideas o proyectos a futuro?
—Me gustaría concentrarme e intentar escribir, no sé si canciones o qué. Me gustaría dirigir y seguir ahondando en otros roles. Esos personajes grandes, como Evita o Piaf, vinieron a mí, pero no los busqué.
—Llegará otro...
—Me llegará otro, u otra cosa.
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