Entrevista
Radicado hace 50 años en Estados Unidos, el reconocido músico habla de la cultura musical en Uruguay, qué se precisa para ser una figura internacional y el concierto que ofrece con la Filarmónica
Se fue de Uruguay en 1973 y, desde Estados Unidos, Enrique Graf ha desarrollado una carrera internacional: es un uruguayo en el circuito de los grandes pianistas del mundo.
Tiene 68 años y está en casa porque se presenta con la Orquesta Filarmónica en un concierto apropiadamente titulado Grandes maestros uruguayos. Es en el Teatro Solís mañana, jueves, a las 19.30. La orquesta la dirige Ligia Amadio y las entradas están en Tickantel a 350 pesos.
Graf tocó con la Filarmónica hace medio siglo, un hecho que le recordó el lunes en el primer ensayo con la orquesta. “Es muy emotivo volver y sobre todo cuando voy a interpretar mi concierto para piano y orquesta favorito: el cuarto de Beethoven”, cuenta. “Es el summun de la música”.
El 5 febrero, aprovecha la ocasión para anunciarlo, va a tocar su obra favorita de piano, la sonata de Litz. Será con el violinista Daniel Laska a beneficio del Fondo Ruben Melogno (creado para mitigar los efectos de la pandemia en los trabajadores de la cultura) en la sala mayor del Auditorio del Sodre.
Antes habló con El País.
—La cantidad de lugares en los que trabajó es enorme . ¿Cuál fue el público más extraño?
—Nunca lo pensé. Encuentro los públicos bastante similares. La diferencia es en la efusividad. En Europa y en algunos lugares de Estados Unidos, la gente es menos efusiva que por acá. A mi el público uruguayo me encanta porque aún hay mucha cultura musical. Me gusta mucho tocar acá.
—Uruguay se caracterizaba por la proliferación de profesoras de piano barriales, grandes conservatorios y una cultura musical muy expandida. ¿Existe una forma uruguaya de tocar el piano?
—En los últimos años no se puede hablar mucho de una escuela uruguaya pero cuando estaban Nibya Mariño, Victoria Schenini, Luis Batlle, Fanny Ingold, ahí si había una escuela uruguaya, por ejemplo, alrededor del conservatorio Kolischer,. Para el tamaño del país teníamos muchos pianistas de un nivel destacado en el mundo.
—¿Cuándo y por qué se terminó eso?
—Es una cuestión cultural global. A mi me da mucha lástima que el Uruguay no sea como antes. Parte es que no hay profesores y que no hay pianos. Cuando era chico había pianos en todos lados. Cuando gané los primeros concursos, el ministerio me mandaba a tocar por todo el interior. Ahora está complicado porque los pianos son los mismos de hace 70 años y en el interior no hay afinadores. Y en Montevideo quedan dos o tres pianos decentes y pará de contar. Es una pena porque está demostrado que a los chicos que estudian música, les va mejor en otras materias. Y acá sacamos música de la currícula. Es una lástima. Me parece bárbaro que se promueva la música popular pero no descuidemos la música clásica.
—¿Cuál es el principal factor para que un músico, usted por ejemplo, llegue a la elite de su arte?
—La disciplina es lo más importante. Eso lo aprendí en Estados Unidos. Fui con una beca a estudiar con Leon Fleischer, uno de los grandes pianistas norteamericanos, y vi que el nivel era tan alto que sentí que no pertenecía ahí. De a poco me empecé a acostumbrar. No es tanto la cantidad de horas, sino la calidad de concentración cuando se estudia.
—Emigró en 1973 y a los pocos años ya estaba ganando competencias de piano. Ya llevaba algo de acá...
—Escucho mis grabaciones antes de ir y noto que tocaba bien. Mucho es el talento con el cual naciste: me doy cuenta que nací con algo especial. Mi primera profesora era de barrio y en 10 años nunca la vi poner las manos en el piano: no sabía si tocaba o no. Pero yo tocaba bien. Por entonces conocí a Raquel Boldorini que me empezó a ayudar a estudiar y ahí me empecé a poner las pilas. Y cuando me fui me las tuve que poner del todo porque sino me echaban. Y también está la suerte, de estar en el lugar justo en el momento justo.
—¿Cuál fue el momento en que su carrera dio un salto?
—Cuando gané el Concurso Internacional William Kapell en 1978, al otro día me llamó un agente para trabajar conmigo y me empezaron a salir giras. Fue un empujón grande.
—Y por entonces también se dedicó a la docencia...
—De muy joven. No quiero decir que me distrajo de mi carrera pero era un dinero seguro. Como concertista un año tenés muchos conciertos y al siguiente dos o tres. No podés pensar en vivir de esto a no ser que seas de los pocos que están muy arriba. Al principio enseñé por dinero pero me gustó y lo hice por 38 años. Me retiré y ahora estoy de nuevo en lo mío y concentrándome en mi carrera y aprendiendo cosas nuevas. Estoy muy contento con mi nueva vida.
Un evento en Colonia que vuelve en 2022 con todo
Enrique Graf nació en Montevideo pero está radicado en Estados Unidos desde 1973. Actualmente vive en Charleston, la ciudad de Carolina del Sur, en la que fue docente universitario durante casi 40 años. La lista de sus actuaciones es interminable y se ha presentado en los grandes escenarios del mundo y al servicio de los grandes directores del mundo.
En Uruguay, un lugar donde siempre lo pone muy feliz presentarse, organiza, además, el Festival Internacional de Colonia, un evento en el que combina música, ballet, teatro y cine durante una semana. La pandemia impidió su continuidad pero ya está trabajando para volver en noviembre de 2022. Consiguió fondos públicos y está en la búsqueda de patrocinadores que, para esta edición, recibirán beneficios fiscales.
Como para ir preparándose, ahora el 15 y el 16 de diciembre con el trío de jazz de Ricardo Nolé y un recital de guitarra de Eduardo Fernández. Es gratis en el Bastión de Carmen coloniense.
“Siento que le debo al Uruguay porque mi educación fue acá y esta es una manera de devolver algo”, dice Graf.