De Peñarol a México: Sofía Alvez, la artista que hay que escuchar para estar al día con la música uruguaya

La artista uruguaya que edita su música de forma independiente, viene de girar por Argentina, Chile y México, y este domingo actuará en el festival Sonorama Uruguay. Sobre eso, va esta entrevista.

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Sofía Alvez.
Sofía Alvez.
Foto: Belén Betancor.

El algoritmo de Spotify parece frío, pero tiene buen instinto. Y cuando se trata de música uruguaya de raíz —esa donde la guitarra respira candombe y la voz revela intimidad—, todos los caminos conducen a Sofía Alvez. En especial a su disco Ventilar (2018), cuyas canciones “Carlos María Ramírez 361”, “Rompí” y “Jazmín del país” figuran entre sus sugerencias predilectas y la colocan junto a emblemas locales como Gustavo “El Príncipe” Pena, Martín Buscaglia y Martín Ibarburu.

Para Alvez, que desde hace años publica su música de forma independiente, ese impulso digital fue una puerta inesperada. Le permitió acercarse a un público nuevo que la descubrió casi por azar. Hoy la escuchan más de 68 mil personas al mes, y canciones como “Rompí” superan los cinco millones de reproducciones. Esa visibilidad no solo amplió su audiencia, sino que también la llevó a cruzar fronteras: en lo que va del año se presentó en siete ciudades de México, cuatro de Chile y seis de Argentina. A principios de noviembre, además, se lanzará a siete conciertos en distintas salas y centros culturales de Buenos Aires.

Antes de eso, Alvez se presentará este domingo en la nueva edición de Sonorama Uruguay, el festival que se celebrará desde las 16.00 en la carpa de Sitio. Compartirá escenario con Mocchi, Zoe Gotusso, El Kanka, Ainda e Idoia; las entradas están a la venta en RedTickets por 1890 pesos. Será la oportunidad perfecta para descubrir su obra en vivo, con esa mezcla de cercanía y sutileza que define su propuesta.

“Me parece impactante”, le comenta a El País sobre el alcance que lograron sus canciones en las plataformas. “Me acuerdo que en la escuela nos hablaron de la globalización, pero nunca pensé que la iba a ver de forma tan directa: de golpe, mucha gente estaba escuchando mi música en, justamente, una red social musical”.

A sus 31 años, Alvez —que asegura no entender cómo funciona el algoritmo— vive una sorpresa constante. “Yo amo mi música, pero a la vez no confío en que a alguien le pueda gustar realmente. Entonces, cuando pasó eso, quedé pirando”, dice. “Acá, desde mi casita de Peñarol, te digo que no puedo creer que vengo de México y Chile, y que estoy por irme a Argentina de nuevo”.

Más allá de los viajes, fue durante uno de sus conciertos en México que Alvez comprendió hasta dónde puede llegar su obra. En pleno show, alguien del público le pidió que cantara “Canción para morir”, una de las piezas más delicadas y honestas de Canciones de tapa blanca y negra (2023). Ella dudó: no estaba segura de recordarla. “Dije que la iba a tocar aunque saliera mal, y cuando terminé me puse a llorar. No me podía controlar”, recuerda.

Al término del show, el hombre que se la había pedido se acercó. “Me contó que había perdido a un familiar y lo que significaba esa canción para él, y me conmovió muchísimo”, relata. “Fue muy viajero porque los varones tal vez no son tan de expresar y abrazar, y veníamos de ver que los varones están más en tensión en México. Y de repente nos dimos un abrazo que trascendió todo. No importaba si era hombre o mujer: era un humano herido”.

Esa noche, la música fundió mucho más que dos nacionalidades.

La escena no solo carga con el poder de lo emotivo, sino que se viste de un simbolismo más profundo: para Alvez, la música es un puente. No solo para expresarse —sus discos son una bitácora de su vida y de la evolución en su forma de relacionarse—, sino también para fomentar el encuentro. En ese espíritu se inscribe Otoño denso (2023), un impecable álbum que reúne colaboraciones con Camila Ferrari —su compañera de gira por México—, Miel, Isabella Acerenza y Emilia Colman.

“Para mí es importante aprovechar los recursos y compartirlos con las personas”, explica. “Si me gusta mucho cómo canta alguien, pienso que la gente la tiene que escuchar más. Entonces digo: ‘bueno, ¿cuánta gente me escucha a mí?’. Grabo con esa persona para que quienes me escuchan también la conozcan. La música es lo que nos une, y para mí, compartir es la forma”.

Esos encuentros, además, funcionan como un laboratorio musical. Ventilar, su primer disco, refleja su faceta de cantautora, con la bossa nova y el candombe como faros: la guitarra y la voz son protagonistas, y la intimidad se refuerza con sutiles enramados de guitarras eléctricas y percusiones. En Febrero, su sonido se expandió con batería, coros, mayor presencia de guitarras eléctricas y aportes de colegas como Mocchi y Berta Pereira.

Otoño denso marcó un quiebre. Alvez sorprendió revelando su faceta como rapera, con canciones como “Cade você”, “Cerillos” y “F.C. Carak”, donde el fraseo relajado y los climas cercanos al R&B conviven con la intensidad confesional de “Sol de cumpleaños”, en la que dispara: “Soy una panza que no va a parir, / Unas rodillas que ya hacen ruido, / Soy del examen cinco para arriba, / Soy exigencias que no hay que cumplir”.

Al año siguiente, en La forma del lodo, reemplazó la delicadeza y la calidez de su canto por una furia contenida, con letras ácidas. “En ese EP, como en Otoño denso, me permití hablar desde el enojo porque siento que en otro ropaje, como la bossa o el candombe, no me nace tanto poder expresar esos sentimientos. Es una catarsis lo que pasó en esos discos; una catarsis que no volví a repetir”.

Aunque Alvez asegura que atraviesa un proceso de replanteo creativo (“No estoy haciendo música, pero sí escuchando muchísima música”, dice), tiene varios proyectos a punto de salir. Grabó un EP con Camila Ferrari y otro con la pianista cordobesa Clara Presta, que se titula Jardín las delicias y se lanzará el viernes 31. “Lo grabamos un poco en Córdoba y otro poco acá. Estoy satisfecha porque nunca había trabajado con una pianista, que tiene sus propios métodos de composición, y salió un EP precioso que espero que la gente disfrute y goce, porque nació de la amistad”.

Hace tiempo, además, trabaja en un disco que aún no sabe si publicará. “Va por un lado medio experimental: tiene cosas de mi música, como la bossa y el candombe, que es donde vibro, pero muestra otras formas de cómo pienso y percibo el mundo”, revela.

Una de las canciones es “Aún no morí”, grabada con Isabel Lenoir, cuyo disco Piscina libre la consolidó como una de las voces más frescas de la nueva escena afrouruguaya. Allí, el pulso mántrico de tambores y batería sirve de colchón a un solo de guitarra con tintes jazzeros, mientras los teclados tiñen la pieza de sombras sutiles. Es una invitación a acercarse a ese fogón de playa que incendia una casa de madera, como muestra la fotografía que ilustra el sencillo. Cuando las voces se entrelazan, el tema se llena de luz: “Tu curva es para mí, / Hazme feliz, / Aún no morí”.

Ese adelanto revela la evolución constante de Alvez, y la fascinante “De dos”, su último lanzamiento, lo confirma. Quien quiera ponerse al día con la música uruguaya no puede dejar de escucharla.

Más allá de que el disco se publique o no, Alvez asegura: “La música es lo más importante que tengo. Todo va por ahí, y todo tiene su musicalidad: las conversaciones, las risas, cómo te acomodás la ropa… todo. Y yo la vivo así, todos los días”.

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