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Coti Sorokin vuelve a Uruguay y habla de la exposición, sus comienzos y la música

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Coti Sorokin. Foto: Difusión

ENTREVISTA

El cantante argentino estará en América Rockstars y el próximo domingo se presentará en Montevideo, en Complejo Sala. Sobre eso, charló con El País

Maldonado, Madrid, Buenos Aires, La Plata, San Rafaela y, en los últimos días, su Rosario natal. La agenda 2021 de Coti Sorokin lo ha llevado por varios puntos y ahora vuelve a recalar en Uruguay, por partida doble. El sábado, el músico será parte del evento América Rockstars de Punta del Este al igual que su pareja, Candelaria “Lelé” Tinelli. Y el domingo, llegará a Montevideo para presentar un show íntimo y con invitados en Complejo Sala (Río Branco 1627). Será a las 21.00; hay entradas en Redtickets.

En charla telefónica con El País, Coti dice que cuando canta en suelo rosarino, todo está plagado de la emoción del reencuentro con su tierra y su gente. Dice también, que el oficio y la experiencia son las claves para pisar de la misma manera, con la misma entrega y sensibilidad, cualquier escenario. La intimidad, eso sí, invita a hablar más y a generar otras atmósferas, y eso estará en Complejo Sala.

El autor de éxitos como “Me muero de amor”, “Color esperanza”, “Antes que ver el sol” o “Nada de esto fue un error” ha tenido mayor exposición en los medios en el último tiempo, en parte por su noviazgo con Lelé y antes por un conflicto con Diego Torres por, justo, “Color esperanza”. Pero Coti mira todo a distancia y asegura que nada de ese ruido se ha colado en sus caminos artísticos.

“Jamás gasté mi energía en salir a hablar de tal o cual cosa. Que esas cosas tengan repercusión no depende de mí ni me afecta tampoco. No ha cambiado mi manera de hacer música, mi tiempo, mi profesionalismo; sigo dedicándole el mismo tiempo a las cosas a las que siempre se lo dediqué, incluso cuando no me conocía nadie”, asegura. “Yo ya tengo mis años de carrera y ya aprendí muchas cosas que tienen que ver conmigo, con cómo preservar mi energía y ponerla donde a mí me interesa”.

—Cuando pensás en Rosario y en la música, ¿que imágenes son las primeras que te vienen?

—Yo viví en dos etapas en Rosario. Recuerdos tengo de muy chiquito —hasta los tres años estuve ahí—, una casa muy antigua, de pasillo, y el hecho de jugar en la calle con los vecinos, cuando se podía, por más de que era un barrio marginal en ese momento. Y después volví más de grande, a estudiar música, y ahí está el recuerdo de las primeras bandas, los conciertos en pubs, mi etapa de maestro de música y de estudiante, donde conocí a mucha gente que estaba en la misma sintonía que yo.

—¿Cómo recordás tus años como maestro de música?

—Bueno, hacía lo que podía (se ríe). Siempre tuve buen feeling con los chicos. Tenía de jardín de infantes a séptimo grado en escuela primaria, y creo que me sirvió mucho esa etapa de aprendizaje, sobre todo para luego subirme a un escenario. Eso de estar frente a 20, 30, 40 chicos, y estar intentando atraer la atención, lo cual siempre es muy difícil, y mantenerla, son todo cosas que increíblemente después te sirven para el escenario.

—En junio lanzaste una versión muy espontánea de “Agua”, de Jarabe de Palo, a dúo con Lelé. ¿Cuánto de ese espíritu podés llevar al estudio cuando trabajás en un nuevo disco, como ahora?

—Son cosas diferentes. Esto fue grabado en vivo, de una forma medio casera, porque la intención era conservar la frescura del momento. En las grabaciones de los discos, por supuesto que uno tiene salvar el espíritu de la canción en todo momento, porque a veces en ese “manoseo”, hay mucho riesgo de que se pierda la esencia. Entonces el trabajo del artista es saber mantener esa esencia, incluso hacerla crecer, mejorarla, pero nunca vaciarla. Y eso es de lo más difícil del proceso de grabación.

—¿Qué hacés cuando sentís que se te va esa esencia?

—La busco hasta que la vuelvo a encontrar. Por eso terminar un disco no es hacer unas canciones, grabarlas y ya. Terminar un disco es un proceso creativo de idas y vueltas, alegrías y frustraciones, de retrocesos, de idas para adelante y después mil veces para atrás. De sentir que está abierto el disco hasta que se edita.

—Ahora estás en eso. ¿A dónde se perfila el disco nuevo?

—Siento que estoy en un lugar que me gusta y me entusiasma, y lo estoy disfrutando. Estoy haciendo un disco experimental, y por otro lado volviendo mucho a las raíces, a lo que fue mi primer disco, mi forma de cantar y mi tipo de arreglos en aquella época. Sí estaba buscando mi propia emoción, en aquel disco que salió hace casi 20 años, y ahora también. Quizás sea un disco que sorprenda.

—¿Qué tenía aquel Coti de que ya no tiene el de hoy?

—Mucha frescura, también mucho miedo y mucha presión. Eso va cambiando y se va modificando; la presión ahora es de otra manera, la búsqueda es de otra manera, las inseguridades son otras... Sobre todo quise buscar aquella ilusión constante, la ilusión de que lo que uno está haciendo te emociona, te motiva, y que nunca la factura de un disco se transforme en un trámite. Pero yo siempre hice lo que quise en ese sentido, porque no creo en ese proceso de componer-grabar-editar-salir de gira. Creo que el artista tiene que ser mucho más libre. Mi tercer disco (Esta mañana y otros cuentos, 2005), por ejemplo, fue un disco en vivo, y todo el mundo me decía que era algo que se hacía cuando ya tenías, no sé, 10 discos grabados. ¡Y fue el más exitoso que tuve! Y era un disco totalmente a contracorriente. O por ejemplo ahora, que grabé dos discos en vivo seguidos (Tanta Magia y Coti Sorokin y Los Brillantes en el Teatro Colón). A mí eso me da igual. La industria de la música es muy abierta, y yo siempre hice lo que sentí.

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