La música uruguaya ya tiene la colección que se merecía. En la serie Discos, a cargo de Estuario Editora y que en noviembre alcanzó sus 25 tomos, habita la historia detrás de varios álbumes esenciales de la escena local. ¿Cómo se hizo Mediocampo de Jaime Roos? ¿Qué convirtió a Mateo solo bien se lame, de Eduardo Mateo, en una obra de referencia? ¿Qué mecanismos de la memoria emocional puede desatar la escucha de Tango que me hiciste mal, de Los Estómagos? Desde su lanzamiento en 2017, este proyecto literario no solo reconstruye el proceso detrás de cada disco, sino que realza el impacto cultural y emocional de algunas de las obras más influyentes de los últimos 60 años.
Como todo gran proyecto, la serie Discos es hija de la insistencia. Su director, el académico y escritor Gustavo Verdesio, relató en No solo es rock and roll (2017), el volumen cero de la colección, que la idea surgió en Buenos Aires en 2010, durante una charla con el periodista cultural argentino Martín Pérez. Hablaban sobre la colección inglesa 33⅓, dedicada a comentar álbumes clásicos de The Rolling Stones, Michael Jackson, Miles Davis y Elvis Presley. En medio de la conversación, Pérez lanzó un comentario categórico: “Hay que sacar una colección parecida acá”. Verdesio, por supuesto, estuvo de acuerdo.
Convencer a un editor resultó más difícil de lo esperado. Verdesio preguntaba cada tanto si había novedades, pero la respuesta de Pérez siempre era la misma: “Todavía no hay nada”. La oportunidad llegó recién en noviembre de 2016, casi por casualidad. Durante una visita a Montevideo, Verdesio le regaló a su amigo, el escritor Ramiro Sanchiz, el volumen de 33⅓ dedicado a Low, de David Bowie. En ese momento, sin demasiadas expectativas, le comentó: “Mirá, vos tendrías que sacar una colección como esta, pero de discos y bandas rioplatenses”.
En esa conversación estaba presente Martín Fernández Buffoni, director de HUM y Estuario, que quiso saber más detalles. Para sorpresa de Verdesio, no solo le interesó la propuesta, sino que le ofreció dirigir el proyecto. Así, en 2017, la colección se inauguró con sus dos primeros volúmenes: la introducción No solo es rock and roll y Tango que me hiciste mal, de Los Estómagos, escrito por el periodista Gabriel Peveroni.
El concepto para los libros era claro: cada autor elegiría un álbum significativo en su vida, ya sea por impacto personal, relevancia histórica o valor sociocultural. La diversidad de perfiles —escritores, músicos, artistas y académicos— garantizaba un abanico amplio de enfoques y estilos. La única regla era la libertad creativa. “Por razones que aún no me quedan del todo claras, tengo la convicción de que el proyecto puede llegar a vivir un tiempo razonable”, escribió Verdesio al inicio de aquel libro fundacional.
Ocho años después y con 25 volúmenes publicados, aquella convicción inicial se transformó en una realidad sostenida. Lo que empezó casi como un experimento es hoy una colección fundamental para entender la historia de la música uruguaya. Y todo indica que aún tiene mucho camino por recorrer.
¿Cómo contar un disco?
Cada álbum guarda una historia, pero no hay una única forma de narrarla. Y esa es una de las grandes virtudes de Discos, la colección que también incluye dos tomos dedicados a álbumes argentinos: sus libros se mueven entre el periodismo y la ficción, entre la crónica y el ensayo. Algunos, como la imperdible novela Oktubre en el que Carolina Bello se sumerge en la obra maestra de Los Redondos, recorren todos esos caminos.

Desde una mirada periodística, varios tomos reconstruyen el proceso creativo, el contexto y la influencia de cada disco. La dinámica combina entrevistas con los protagonistas y un análisis canción por canción. Ese es el caso de títulos como Mediocampo, de Andrés Torrón; Otra Navidad en las Trincheras (El Cuarteto de Nos) y Fines (Fernando Cabrera), ambos de Ignacio Martínez; Ideación (Psiglo), por Luis Fernando Iglesias; y De bichos y flores (La Vela Puerca), de Jorge Costigliolo.
Otros títulos convierten al álbum en un punto de partida para explorar la biografía de sus creadores a través de sus canciones. Mauricio Rodríguez ya publicó dos libros en esta línea: Brindis por Pierrot, que mezcla entrevistas con Roos y valioso material de archivo de su primera época, y Zitarrosa en Argentina, que reconstruye la vida de Zitarrosa a partir del repertorio que interpretó en sus recitales de 1983 en el Estadio Obras.
Pero las biografías no solo tienen que ser de los artistas. La colección también invita a trazar un mapa emocional del autor gracias a la huella que el disco elegido imprimió en su vida. Peveroni lo hace con Tango que me hiciste mal, donde combina sus recuerdos con entrevistas antiguas y recientes a Los Estómagos. Diego Recoba, directamente, convierte a Sobredosis, de Karibe con K, en el telón de fondo para relatar su infancia y adolescencia en Nuevo París. Y Ana Tipa transita un camino similar en su mirada de Magic Time de Opa, al cruzar su exilio autoimpuesto con la aventura de Ringo Thielmann y los Fattoruso.
La ficción también tiene su espacio. En Oktubre, Carolina Bello convierte el repertorio de Los Redondos en hilo conductor de una relación epistolar entre un joven porteño y una chica ucraniana, donde se entrelazan la catástrofe de Chérnobyl y los caídos en Malvinas. En Pasajeros permanentes, José Arenas crea a Martín Vicuña, un periodista chileno obsesionado con un disco de Laura Canoura que viaja a Uruguay para desentrañar los mitos que lo rodean.

Algunos libros apuestan por una mirada colectiva, como Mateo solo bien se lame, de Mintxo, que reúne diversas perspectivas sobre la obra maestra de Mateo. Otros ofrecen un análisis sociocultural, como Guitarra negra (Zitarrosa) y Caída libre (La Trampa), ambos de Ramiro Sanchiz, o Todos detrás de Momo (Los Olimareños), de Gustavo Espinosa. En Poemas y canciones orientales, Hamid Nazabay y Martín Palacio Gamboa entregan un libro de riguroso carácter analítico del debut de Osiris Rodríguez Castillos.
Dentro de esta diversidad, también hay relatos que parten del vínculo personal entre el autor y el artista. Zurcidor, de Fidel Sclavo, relata su relación con Eduardo Darnauchans; La fuente de la juventud, de Nicolás Alberte, explora la figura de Gustavo “El Príncipe” Pena; y Mateo y Trasante, de Daniel Figares, narra en primera persona la experiencia de Jorge Trasante en el proyecto.
Ya que se menciona a Mateo y Trasante, algunos volúmenes aportan joyas visuales: ese tomo presenta fotos inéditas de sesiones en Sondor y dibujos de Mateo, mientras que Brindis por Pierrot rescata una sesión fotográfica nunca antes vista de Jaime Roos para la portada de aquella exitosa recopilación de 1985.
Todos los libros se consiguen en librerías (van de 490 a 690 pesos), y quienes prefieran la lectura digital tienen una opción: en la plataforma Biblioteca País hay 17 volúmenes para leer gratis. Lo ideal es sumergirse en cada uno con el disco a mano; así se completa la experiencia.
Cada texto devela sorpresas musicales, y basta con descubrir una para que la colección de Estuario haya cumplido su propósito.