"Esto no es la Noche de la Nostalgia”, aclara Carlos Benavides en un momento de la charla. A su lado, Braulio López asiente. “Estas son canciones que siguen vivas porque la gente las adoptó. Nosotros solo fuimos los mensajeros. De las 200 que grabamos, dos o tres quedaron, y nos tenemos que dar por satisfechos”.
Pero cuando se trata de canciones que resisten el paso del tiempo, ambos cargan con mucho más que ese puñado modesto que menciona Benavides. Braulio, por si hiciera falta recordarlo, integró junto a Pepe Guerra el dúo más influyente del folclore uruguayo: Los Olimareños. Su repertorio dejó clásicos como “A Don José”, “De Cojinillo”, “’Ta Llorando”, “Cielo del 69” y “Orejano”, canciones que todavía hoy interpelan.
Benavides, de una generación posterior, no se queda atrás. Junto a su tío Washington —“Bocha” para los amigos y seguidores—, le dio forma a un repertorio propio. Uno en la música, el otro en las letras, Carlos no solo grabó “Como un jazmín del país” y “Guitarrero viejo”, sino que también fue parte de la composición de emblemas como “Cuando cante el gallo azul” (Larbanois & Carrero), y trabajó con referentes como Zitarrosa, Darnauchans y Numa Moraes.
El viernes 25, López y Benavides se reencontrarán en el escenario de El Galpón para celebrar esos clásicos. El espectáculo se llama Canciones de resistencia y, aclaran, no será un concierto a dúo: cada uno actuará por su cuenta. Eso sí, compartirán escena para dialogar con el periodista Nelson Caula, que los invitará a repasar el período que va del inicio de la dictadura hasta la vuelta de la democracia.
Dividido en capítulos como “La noche”, “La censura” y “El regreso”, el concierto propone un recorrido por una de las etapas más difíciles —y más fermentales— de la música uruguaya. Las entradas se venden en RedTickets, de 1470 a 1670 pesos. El show promete.
En la previa, va un extracto de la conversación con ambos.
—Carlos, ¿qué le aportó a tu obra la influencia de Los Olimareños?
Benavides: Yo me crié con ellos y con Zitarrosa. Un día mi madre compró un disquito que de un lado tenía “A Don José” y del otro “De Cojinillo”, y parecía milanesa: vuelta y vuelta siempre (se ríe). Los Olimareños fueron un ejemplo en todo el Uruguay porque encontraron un camino para cantar a dúo. En Tacuarembó escuchábamos a muchos conjuntos argentinos, que eran hermosos, pero le cantaban a los paisajes de Salta o de Córdoba, no a los de acá. Y Braulio y Pepe le cantaban a ese paisaje que está a tres cuadras de tu casa: al cerro, al río y a sus personajes. En base a eso, yo fui construyendo un cancionero que hablaba de Tacuarembó, haciendo milongas, habaneras y polcas.
—Braulio, ¿te llegaban los discos de Carlos y de otros referentes de la época mientras estabas en el exilio?
López: Sí, llegaba lo que mandaban las familias, y estaba atento a las canciones que iban apareciendo de cantores nuevos. Era un movimiento que empezó de abajo y creció con mucha valentía y firmeza, porque había que enfrentar al ogro. El arte, por suerte, tiene espacios que son insondables, porque cuando se prenden en la memoria popular no hay dictadura que lo borre. Está comprobado: la cultura popular tiene un poder muy grande, porque como está ahí para todos, cualquier hombre que ande por la calle lo agarra y se lleva un pedazo. Eso es lo que ninguna dictadura pudo destruir.
—Carlos, en tu trabajo de composición con tu tío se notaba el interés por escribir canciones que desafiaran la censura. ¿Qué ejemplos son los que más destacás?
Benavides: “Si digo Punta del Diablo”, que salió en el 76, y en ese momento era un pueblo de pescadores muy artesanal. La última copla dice: “Y digo Punta del Diablo, pueblo heroico, no aflojés, que el tiburón de tus sueños está temblando en la red”. ¿Sabés cómo se entendía eso? (sonríe). Nosotros seguíamos trabajando con personajes de nuestro pueblo, oficios y el diario vivir, y ahí aparecían coplas con un verdadero mensaje. “Si digo Punta del Diablo” no la prohibieron, pero sí “Chamarrita de una bailanta”...
—Esa era más directa...
Benavides: Sí, como la “Zamba de Tacuarembó“, que decía: “Es lindo cantarle al pago, pero hay algo que me apena: ver a hermanos que viven en la más cruda pobreza”. ¡La rayaron! (se ríe). No decía nada que no fuera verdad, pero tuvimos que ir a Inteligencia con el Bocha. Yo fui preso en el 76, y después estuve con libertad vigilada hasta el 78. Estuve censurado en Montevideo y recién pude volver a cantar cuando se empezó a abrir todo y vino Zitarrosa. Después, cuando llegaron ellos (señala a Braulio), fue el paso definitivo: ahí el pueblo estuvo en el Estadio Centenario con tamaña garganta para decirles que no los habían olvidado y que sus canciones no iban a morir nunca.
—Braulio, ¿qué imágenes te vienen a la mente cuando pensás en aquel concierto de mayo de 1984?
López: Lo primero que me acuerdo es que todo el Estadio cantaba: “El Goyo va a caer con todos los fascistas que están en el poder”. También que estaba Seregni y todos los políticos prohibidos en ese momento. Y bueno, para mí esa fue una de las cosas emocionalmente más lindas que me tocó vivir con el dúo. Nosotros veníamos desde Argentina y nos llevó horas ir al Estadio, porque desde el aeropuerto eran caravanas y caravanas de gente. También me acuerdo que Seregni, que estaba en el camarín con nosotros, se nos acercó y nos dijo: “¿Y cómo van a hacer ahora pa’ salir?”. Nosotros no entendíamos, al principio, qué nos quería decir (se ríe). Y cuando salimos al escenario: ¡el Estadio estaba que bufaba! Claro, él se refería a la carga emocional de ese momento. En el disco se refleja mucha de esa cosa... En mi vida, otra cosa como esa es imposible.
—El 13 de junio se cumplió un año de la muerte de Pepe Guerra. En este tiempo, ¿se han reconfigurado tus recuerdos de tu época con él?
López: Te voy a responder con un poema de Miguel Hernández (hace una pausa, suspira y me mira a los ojos mientras recita): “Un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado, No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos , ando sobre rastrojos de difuntos, y sin calor de nadie, y sin consuelo voy de mi corazón a mis asuntos”... (Hace un largo silencio) Recordando ese poema digo: “Pah”. Después la desaparición física del Pepe es... realmente como dice el poema: te duele todo.
—El consuelo es que las canciones quedan...
López: Claro, es una forma de tenerlo siempre. Estuvimos mucho tiempo con el dúo y realmente hubo un momento en que se nos hacía difícil esa responsabilidad, por eso decidimos tomarnos un descanso para que cada uno hiciera lo suyo. Después nos juntamos unas veces más. Pepe va a estar pa’ siempre, por todo lo que hizo, por el gran artista y compañero que fue.
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