La excepcional muestra de un artista del diseño gráfico que hizo tapas de históricos libros y discos uruguayo

La exposición "Volvimos" resume 60 años de la carrera de Carlos Palleiro, un diseñador gráfico con carrera en Uruguay y México llena de color el Museo Nacional de Artes Visuales del Parque Rodó

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Carlos Palleiro
Foto: Darwin Borrelli

Volvimos es una de las retrospectivas más importantes del año: reúne más 500 piezas de Carlos Palleiro, ilustrador y diseñador gráfico uruguayo de larga carrera en México, donde se exilió en 1976 y vivió hasta el año pasado. Ese regreso es uno de las razones porque la muestra en el Museo Nacional de Artes Visuales se llama como se llama.

La primera sensación que se tiene cuando se recorren las dos salas que ocupa en el museo del Parque Rodí es que muchos de los trabajos de Palleiro han acompañado la vida nacional con sus afiches y, principalmente, sus tapas de libros y discos: muchos nos criamos rodeados de sus diseños.

Allí están sus tapas para libros de Don Verídico, Felisberto Hernández, una de El combate de la tapera de Eduardo Acevedo Díaz que es pura psicodelia y tradición o el surrealismo campero de los cuentos completos de Paco Espínola. O sus tapas de discos para Alfredo Zitarrosa, Los Olimareños o El Syndikato. Palleiro siempre estuvo cerca.

Volvimos, que saluda los 60 años de su carrera, revela su apego a los colores, el buen gusto de su diseño y una búsqueda de la belleza que es parte del gesto político de la obra de Palleiro, quien tiene 80 años y empezó haciendo revistas y afiches para el Partido Comunista (junto a sus maestros José María Campaña y Ajax Barnes) y terminó siendo una figura del diseño gráfico latinoamericano.

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Exposición de Carlos Palleiro
Foto: Darwin Borrelli

La muestra incluye también sus ilustraciones -sus bichos, por ejemplo-, los libros y los discos que ilustró en una muestra excepcional y que, seguro, lo va a sorprender. Va hasta el 27 de julio y el museo -que es gratuito y tiene otras tres propuestas destacadas (ver recuadro)-abre de martes a domingos de 13.00 a 20.00. La curaduría es de Gustavo Wojciechowski, Maca, diseñador, poeta e ilustrador.

Este es un resumen de una charla de El País con Palleiro.

-Cuando ve lo que ha hecho en 60 años, ¿no se siente abrumado?

-Más que nada muy sorprendido. Esta exposición debe ser la más grande que he hecho: son 504 piezas. Y siento orgullo y agradecimiento. No solo por lo que está colgado, sino por la gente que vino, por el cariño, por todo lo que se generó. Es como un abrazo muy grande.

-¿Cómo llegó al diseño gráfico?

-Era militante de la UJC (la Unión de la Juventud Comunista). En 1965 dije: “Lo que quiero hacer es lo que hace José María Campaña”, el afichista del Partido Comunista. Le pedí que me enseñara, empezó a darme clases y me hizo su ayudante. Lo primero que hice fue una revista de la UJC que se llamaba Juventud 65. Al año siguiente se llamó Juventud 66. Éramos muy originales (se ríe). En 1969 gané mi primer concurso de cartel, que fue el del Festival de Cine Documental y Experimental del SODRE. Una gran enseñanza fue la imprenta As, donde hacíamos portadas de discos.

-En esas tapas de discos y de libros, se ve una personalidad muy propia. ¿Cómo encontró su estilo?

-Copiándole a Pacho. Hubo un momento en que lo que yo hacía se confundía con lo que hacía él. En el libro sobre la imprenta As, hay cosas mías que dicen “Ayax Barnes” y cosas suyas que dicen “Carlos Palleiro”.

-¿Conserva aquellos carteles de su primera época?

-No. No tengo 10 años de diseño gráfico político. Después del golpe de 1973 arme un rollo y no sé dónde quedó. Una lástima porque perdí muchas cosas.

-¿Cuándo está mal un afiche?

-Primero cuando tiene faltas de ortografía. Tiene que ser, legible: que lo que quieras comunicar la gente lo pueda leer de primera y no complicarla. Y no dar por sentado nada.

-Aunque a menudo se vincula al diseño gráfico con un trabajo anónimo, usted insiste en que el diseñador, por ejemplo, firme su obra...

-Siempre. El diseño gráfico lo hace alguien y quiero saber quién lo hizo. Acá hay gente que viene a la muestra y llora porque no sabía quién había hecho ese libro que había usado en la Facultad, o el disco o el libro que estaban en el living de su casa.

-¿Cómo se inspiraba para hacer esas tapas? ¿Leía los libros, escuchaba los discos?

-Los de literatura, sí. Los discos, no. Y había libros que no. En la muestra hay una colección de la editorial Siglo XXI México de Psicología y análisis, me hubiera vuelto loco si los leía. En Montevideo sí me leí todos los libros de Juan Carlos Onetti, que no pensaba hacerlo, y ahí descubrí uno de los mayores escritores de habla hispana.

-Con todo su trabajo cuando llegó a México, ¿era conocido? ¿se le hizo fácil?

-Llevé mi carpeta y casi enseguida me vinculé con la distribuidora del Fondo de Cultura Económica donde trabajaba un pariente, Carlos Puchet. Lo más difícil al principio fue traducir toda la terminología técnica del diseño. Fue un lío porque no nos entendíamos con los mexicanos. ¡A la retícula le dicen pantalla!

-¿En lo colorido de su obra hay una influencia mexicana?

-Quizás hubo porque allá la luz es otra, el verano es otro, el invierno no es gris como acá. Lo que yo hago es una crítica a esa paleta baja del arte uruguayo. Estaba podrido de eso aunque soy fanático de Torres García o Ribeiro pero precisaba color. De lo que sí me apropié fue de la sección áurea. Y eso fue porque en 1966, Anhelo Hernández me mostró un compás áureo. Y en 1968 me compré uno con el que sigo trabajando.

-Su trabajo siempre ha tenido una fuerte impronta política...

-Maca, mi curador, dice que soy un diseñador de ideas. Y es que cuando uno diseña, opina para acá o para allá. El que se queda en el medio y no opina, ese no es diseñador gráfico.

-Y en su obra hay también humor...

-Es básico para el diseño gráfico. Si uno no se divierte cuando diseña, dejalo. En mi obra siempre hay chistecitos, objetos, algunas guiñadas.

-Hay un debate sobre considerar al diseño gráfico como un arte o un oficio. ¿Dónde se para usted?

-Un amigo, y uno de los grandes diseñadores mexicanos, Rafael López Castro zanjó esa discusión tajantemente: “yo no sé lo que hacen otros pero lo que yo hago es arte”. Esa discusión es ficticia: el diseño gráfico es arte y punto. Hay, sí, diseño gráfico que es una porquería. Toda esa discusión me tiene absolutamente sin cuidado. Acá hay dos salones con muchos metros lineales con diseño gráfico colgado en el Museo Nacional de Artes Visuales. ¿Vamos a seguir discutiendo?

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