Alejandro Ferradás se había olvidado de Noche africana. El disco, su segundo trabajo solista tras el final de Séptimo Velo, llevaba décadas descatalogado y las canciones apenas aparecían en sus shows. Pero algo cambió hace unos meses: cayó en la cuenta de que el álbum cumplía 30 años. Lo que empezó como una simple idea de remasterizarlo para que volviera a circular en plataformas se transformó en un torbellino de recuerdos, en una forma de reconectar con un capítulo clave de su historia.
Todo empezó con una caminata por Montevideo. Tenía una reunión con Bizarro, el sello que posee los derechos de Noche africana, editado originalmente por el ya extinto Orfeo. “Iba a plantearles si podíamos remasterizar el disco, pero hasta ese momento no lo había vuelto a escuchar”, admite. “Así que me calcé los auriculares, me fui caminando desde mi casa hasta las oficinas de Bizarro para ver si las canciones eran defendibles... ¡y me encantó!”, cuenta entre risas. “No solo fue un viaje al pasado: me reconcilié con ese disco que había abandonado”.
Esa no fue la única sorpresa del día. Además de aceptar la propuesta de reeditar Noche africana —que llega a plataformas este viernes—, le hicieron otro ofrecimiento: regrabar tres de esas canciones junto a colegas. Ferradás no dudó. “Pero las tuve que volver a aprender, como si fueran temas de otro”, confiesa. Así, reimaginó “Tiran líneas” junto a Fede Lima, “Analía” con Ana Prada y “Ajedrez” con Max Capote. Todas adquirieron una nueva vida: fresca, luminosa y madura a la vez.
La celebración de Noche africana se completará el viernes 14 de noviembre en Magnolio Sala. Allí desempolvará varias de las canciones del disco, recibirá a los invitados de las tres reversiones y repasará temas de Temple, su último álbum de estudio, de 2023. Las entradas se venden en RedTickets a 500 pesos; hay 2x1 para socios de Club El País.
El viaje retrospectivo que se activó con el rescate del álbum también lo llevó a reencontrarse con un montón de material de la época. “Abrí cajas que tenían sesiones de fotos, notas de televisión y hasta la acreditación para el show que Maná dio en el estacionamiento del shopping Punta Carretas en febrero de 1996, y que me invitaron a abrir”, relata. “Volver a ver eso me encantó porque me reconcilié con esa época, que en un momento dejé de lado porque sentía que no era lo suficientemente maduro. Ahora me gusta más ese Alejandro naif.”
Ferradás, que tenía 28 años cuando salió Noche africana, relata que el disco se gestó entre Montevideo y Madrid. El músico, que además es arquitecto, grabó el álbum inspirado en sus experiencias en la capital española. Llegó por primera vez en 1992, como parte del viaje de Arquitectura, y se quedó nueve meses en la ciudad.
Fue allí donde tuvo una revelación musical. En Séptimo Velo se había encargado del bajo, mientras que en Banderas por banderines —su debut solista, de 1991— construyó las canciones a partir de los demos que había registrado en su cuarto, con un portaestudio en el que grabó con secuenciadores, teclados y máquinas de ritmo. Pero un show en un pub en Madrid cambió su forma de ver la música.
“Me compré una guitarra eléctrica, llamé a un amigo uruguayo y armé un cuarteto”, cuenta. “Cuando tocamos en Madrid, yo me encargué de la guitarra rítmica y, cuando empezamos, se sonó todo. ¡Y yo no tenía que hacer nada!”, relata entre carcajadas. “Ahí me di cuenta de que ese era el sonido que necesitaba: dos guitarras, un bajo y una batería. Desde entonces, todos mis discos tienen esa formación.”
Su estadía en España —donde regresó al año siguiente— tuvo otros dos episodios indelebles. “Allá trabajé como figurante”, cuenta. “Era muy raro: iba a la televisión a hacer de cuenta que acompañaba a los cantantes que se presentaban en los programas. Estaba bien pago y yo hacía de cuenta que tocaba la guitarra, pero si necesitaban a alguien para otros instrumentos, agarraba igual. Una vez hice de saxofonista.”
Sus aventuras por Madrid no siempre fueron luminosas. “En uno de esos veranos pasó algo terrible: día por medio mostraban en los telediarios las noticias de pateras que cruzaban el estrecho de Marruecos para llegar a Tarifa, al sur de España. Esas pateras naufragaban muy seguido porque iban sobrecargadas, sin ningún tipo de seguridad, y las agarraban las tormentas. Entonces, en la televisión se mostraban imágenes de los cadáveres en las playas. Para mí, que venía de Uruguay y no conocía ese fenómeno migratorio, fue muy fuerte.”
La situación de esas personas, que tiraban sus documentos antes de lanzarse al mar, lo impactó tanto que compuso “Noche africana”, la canción que da nombre al disco. Allí, sobre una base rockera, relata la historia de un viaje trunco en condiciones precarias: “La mañana era de sol, / La tormenta terminó, / Y los guardias van contando cuántos son, / No hay un nombre que poner en la caja que volvió, / Repatriados a Marruecos sin color”, canta.
Su travesía europea en el viaje de Arquitectura dio paso a una de las anécdotas más emotivas de su obra. “Cuando llegué a los países nórdicos vi por primera vez el sol de medianoche. Ese sol que nunca se va inspiró a ‘Analía’, una especie de canción de cuna sobre un sol que se queda para cuidarte.” La balada, uno de los puntos altos de Noche africana, solo fue interpretada unas pocas veces por Ferradás. Es más, cuando la tocaba en vivo, la voz principal quedaba en manos de Shyra Panzardo, bajista de su banda.
Pero un mensaje cambió todo. Una mujer le escribió para decirle que todas las noches le cantaba “Analía” a su hija, Siomi, como canción de cuna. Ferradás se sorprendió. “En esto de hacer música, casi a diario me pregunto por qué elegí este camino y por qué sigo en esto. Y ese mensaje fue una confirmación.”
Cuando regrabó “Analía” junto a Ana Prada y se enteró de que Siomi —que ya es adolescente— estaba incursionando en el diseño, le propuso que se encargara de la tapa del sencillo para plataformas. “Nadie tiene un vínculo tan fuerte con la canción como ella”, asegura. “Es la mejor portada que puedo tener.”
Fue un círculo que se cerró y que llegará a un nuevo nivel simbólico en Magnolio Sala, cuando cante “Analia” con Siomi y su madre entre el público. “Eso va a ser lo más especial. Ese día las voy a conocer, y saber que van a estar escuchando esa canción por primera vez hace que todo valga la pena”.
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