La crónica roja de Malvín desde una puesta brechtiana

CRITICA / CARLOS REYES

RESCATATE

Autor. Gustavo Bouzas

Dirección. Ruben Coletto

Escenografía e iluminación. Freddy Núñez Batlle

Vestuario. Francisco Bentos

Ambientación sonora. Alfredo Leirós

Elenco. Mary Da Cuña, Julieta Denevi, Horacio Nieves, Mario Santana, Juan Manuel Gómez, Bouzas, Coletto.

Sala. Teatro del Notariado

Apenas el espectador se sienta en su butaca y ya nota que va camino a estar ante un montaje poco común, al menos en Uruguay. Una potente música villera avisa sobre el tema de la obra, que apunta a poner en el tapete el estrato más pobre de la sociedad montevideana.

En cuanto las luces de la sala se apagan, alarmas, gritos y focos de linternas buscan sorprender al público imitando un atraco. No tarda en entrar en acción un grupo de chicos que representa con acierto la difícil tarea de dar vida a la cultura marginal.

Ahí se encuentra un primer acierto de esta puesta en escena de Ruben Coletto: la pintura que traza de la cultura "plancha" está conseguida.

Otro acierto suma puntos al conjunto: hay una anécdota bien planteada, que va siendo administrada inteligentemente a lo largo del espectáculo. En Malvín norte tres delincuentes juveniles (por cuenta de Gustavo Bouzas, Horacio Nieves y Juan Manuel Gómez) deciden robar un local de Abitab en un momento clave: el día de pago de las jubilaciones.

El asalto se complica, derivando en una vuelta de tuerca atrapante, capaz de poner en descubierto el lado oscuro de las clases sociales acomodadas. Otros personajes refuerzan la trama, principalmente el policía encargado de la custodia (Mario Santana) y la muchacha que atiende el local (Julieta Denevi), que es también la hija del dueño.

Una especie de concepción brechtiana infiere el director a la puesta, interrumpiendo continuamente la acción principal para incluir otras voces: la de la televisión (papel que realiza el propio director), y la de la madre de uno de los chicos (Mary Da Cuña), quien va contando su versión de los hechos.

Esta estructura de escenas entrecortadas y discursos opuestos intercalados (para que sean comparados por el espectador) logra dar a la obra un tono reflexivo -y hasta simbólico- que afortunadamente no ahoga los aspectos emotivos del argumento.

Algunos elementos escenográficos, como una gran red que va cayendo poco a poco sobre el escenario, remarcan el sentido metafórico, a la vez que otorgan personalidad un montaje dinámico, que atrapa al público. Por su parte, el texto también colabora con constantes toques de humor negro, alivianando el clima sin hacerle perder verosimilitud.

La voluntad de retratar a la marginalidad está presente en buena parte de la literatura dramática uruguaya, desde Florencio Sánchez hasta Juan Carlos Patrón, Mauricio Rosencof y Andrés Castillo. Con esta obra, Bouzas vuelve sobre ese tema tan cambiante, arrojando una visión actual de ese sector social, sus comportamientos, frustraciones, miedos y también esperanzas.

Coletto, junto a los encargados de los rubros técnicos y al elenco, se pliega a esa voluntad del autor, concretando un ejemplo acabado de teatro político uruguayo.

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