Antonio Larreta
No es un título irónico sobre las explosiones sociales en la Unión Europea, protagonizadas esta vez por Francia, pero que amenazan derramarse en su vecindario. Es sólo el reconocimiento de una bienvenida corriente cinematográfica que tiene los visos de un movimiento. Siguen llegando muy buenas comedias, no sólo italianas, que se inscriben en una larga tradición, sino también francesas, españolas, alemanas, incluso nórdicas, de daneses y suecos y hasta finlandeses, con lo mucho que parece costarles a esos hermanos del norte la marca de un luteranismo lóbrego.
Francia sorprendió con el El gusto de los otros (excluyo intencionadamente la tan sobrevalorada Amelie) y ha perseverado en el camino, Alemania se atreve a ironizar sobre su propio desconcierto en Good-bye Lenin. Hay algo en común en todo ese cine: la calidez, la reivindicación de la condición humana, la exaltación de la solidaridad y la exploración de su contrario. Se me ocurre en este momento una hipótesis tan osada como entrañable. Todo ese cine derivaría de la maravilla que llego del otro lado del océano, el segundo desafío del imperio americano, del genio de Denys Arcand. ¿No es una buena teoría?.
Y sí, falta hablar de Hollywood. El año pasado celebramos un acontecimiento: Entre copas. Hasta ese momento ningún genero parecía más decadente del que sustentó por mas tiempo la gloria del cine norteamericano, desde Chaplin y Keaton hasta los mas sofisticados del medio siglo, que también supieron continuarse en Robert Altman y Woody Allen, por ejemplo. No creo que el hecho indiscutible de que Jack Nicholson nos hace reír, signifique una resurrección de la comedia.
Se nos va el espacio, y todavía no hemos nombrado las dos comedias que dieron motivo a estas divagaciones. Fueron dos estrenos del reciente festival: la alemana Los eduKadores y la italiana Después de medianoche. Son muy diferentes: Hans Weintgartner cuenta con una sonrisa un episodio dramático de la crónica policial (un secuestro operado por tres jóvenes idealistas en la persona de un burgués poderoso, y su accidentada convivencia en una granja abandonada); Davide Ferrario se encierra en la celebre Mole de Turín, escenario mágico de un Museo de Cine absolutamente "de película" y cuenta la mas simple historia de amor reviviendo en el vigilante del museo y en su evasiva pareja nada menos que a Buster Keaton y a cualquiera de sus difíciles metejones. El alemán se juega a la inteligencia y a la emoción desnuda. El italiano a la fantasía y la melancolía. Si tengo que recomendar una sola de las películas al lector, renuncio a elegir. Elija usted. Pero vea las dos, en cuanto pueda. Los exhibidores deben haberlo hecho antes que usted.