"Partimos de la premisa de cómo se filma lo que no se ve”, cuenta Alejandro Rocchi sobre el proceso que los llevó a Volver a la luz, la película que codirigió con Marco Bentancor y que está en Cinemateca Uruguaya y Sala del Auditorio Nelly Goitiño. Las funciones contarán con dispositivos de audiodescripción disponibles para quienes lo requieran.
Su documental sigue a Noelia, quien se quedó ciega a los 29 años como consecuencia de su diabetes. A la trama se suma su vínculo con su hija y su historia de amor con Sebastián, un músico también ciego. Volver a la luz utiliza sus testimonios y los ilustra e interpreta con una poética y poderosa imaginación visual.
Rocchi y Bentancor están al frente de Polisemia Pictures, con la que produjeron, en 2018, el documental Caritas.
La historia de Volver a la luz empieza mucho antes. En 2010, para un trabajo para la materia de no ficción de la Escuela de Cine del Uruguay (ambos son generación 2009), Rocchi quiso explorar cómo era la imagen dentro de la ceguera.
“Era un ensayo meramente formal donde tenía diferentes juegos y dispositivos para una persona, filmarla y tener el sonido de qué es lo que estaba viendo en ese momento”, dice Rocchi. Quedó en eso hasta que, años después, invitó a Bentancor a retomar la idea y a darle forma.
De aquel trabajo estudiantil, sí, permanecieron Noelia y Sebastián, con quienes Rocchi mantuvo el vínculo, “porque sabía que ahí había algo que estaba bueno”, dice.
“El proceso creativo de una ficción es una carrera con la mente de uno en la abstracción y tiene que ver, por ejemplo, con la conformación de un personaje que en realidad no existe", dice Bentancor. "En el caso del documental, hay que estar muy atento y ser muy preciso con la interpretación de una realidad que ya existe y que está por encima tuyo. Tenés que ver cómo conectás con eso y poder contar una historia que sea representativa de la realidad y al mismo tiempo te represente a vos como autor. Ese fue el recorrido que hicimos para comprender qué tipo de historia queríamos contar”.
Originalmente el protagonista iba a ser Sebastián, músico y compositor en una banda de cumbia, pero el eje cambió a Noelia.
“Si bien Sebastián es un personaje muy interesante, que reflexiona desde un lugar muy preciso, no tenía una estructura tan cinematográfica como la historia de vida de Noelia”, dice Bentancor.
Reconstruir la relación con su hija, superar toda una sucesión de contrariedades personales y de salud, su historia de amor con Sebastián, "todos esos conflictos", dice Bentancor, le daba una estructura clásica de guion “que partía de la ceguera y una crisis existencial de la que se tiene que reconfigurar para seguir adelante con su vida, y cuáles son los pasos que va siguiendo para salir fortalecida y darse una oportunidad en este nuevo paradigma perceptivo”.
La forma particular que tomó el documental fue parte de un proceso de investigación, agrega Rocchi.
“Fue darnos cuenta que nos teníamos que hacer cargo, que nuestra película estaba contada desde la ceguera, y por eso decidimos algo que fue drástico en su momento: nunca se prendió una cámara en las entrevistas”, dice. Fueron grabadas en un espacio acogedor y tranquilo, lo que genera, dicen y lo consiguieron, una mayor intimidad y apertura de los protagonistas.
“Si ellos, desde la voz y los otros sentidos, reconfiguran (por lo menos Noelia que tuvo un pasado visual) y generan imágenes en su mente que son abstractas y que no se condicen exactamente con lo que con lo que realmente es, nosotros recorrimos ese mismo principio”, cuenta Bentancor. “Teníamos cinco años de entrevistas que intentamos psicoanalizarlas, interpretarlas, armar una estructura, decidir un recorrido y armar una película que fuera estrictamente sonora, y de ahí armamos como microsecuencias con las imágenes que iban a componerla y que no queríamos que fuesen lineales con lo que se escuchaba”.
Aunque, dicen, el corazón de la película es el sonoro (y le da el carácter documental a Volver a la luz), el aspecto simbólico y hasta surrealista de las imágenes y la música de Hernán González aportan buena parte del interés del asunto. La película, así, toma una forma propia: son hermosas postales de la ceguera con imágenes sobre árboles, juegos de luces que crean su propio universo.
“Para nosotros es megadocumental porque está la historia, y porque desde la dirección te tenés que hacer cargo y tenés que discursar desde tu tema, no puede ser cualquier película contada desde cualquier dispositivo”, dice Rocchi. “Por eso defendemos que es un documental”.
—¿Dirían que es una película triste?
Rocchi: Sentimos que aguantar el tránsito de la película tiene su recompensa. La función del cine no es enseñar, pero si compartir la experiencia humana, y Volver a la luz tiene el sabor dulce de que uno puede conectar con cosas de su propia vida a través de lo que la pantalla proyecta. Es triste, sí, pero a mi me deja con ganas de asaltar la vida.
Bentancor: La película genera un anclaje, un contraste por el que uno puede redimensionar las cosas de nuestra propia vida. A veces nos hacen bien estos cimbronazos.
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