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Uno de los directores más prestigiosos del cine estrenó en Netflix su película más loca; los detalles

En "Ruido de fondo", Noah Baumbach construye otra historia familiar con Greta Gerwig y Adam Driver en ambiente apocalíptica

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Ruido de fondo
Adam Driver y Greta Grwig al frente de su familia en Ruido de fondo. Foto: Wilson Webb/Netflix
Wilson Webb/Netflix/Wilson Webb/Netflix

Ha sido visto como un Woody Allen más contenido y, en algún momento más juvenil. Noah Baumbach no había hecho mucho para alejarse de ese modelo. Hasta ahora.

Tradicionalmente sus películas están pobladas de intelectuales conflictuados de una clase acomodada, psicoanalizada y neoyorquina. Los filma con un involucramiento que recuerda, a Allen, sí, pero también a Paul Mazurzky y John Casavettes, una sensibilidad cercana a Baumbach.

Ese universo y esos modales han estado en todas sus películas fundamentales en una carrera que empezó en la década de 1990 y tiene una culminación en la extraordinaria Historia de un matrimonio. Le dio dos (mejor película y guion original) de las tres nominaciones al Oscar de la carrera de Baumbach; la otra fue por el guion original de Historias de familia de 2005, la película que lo descubrió al mundo.

Es parte de una promoción generacional —que incluye a Wes Anderson y Sofia Coppola— caracterizada por un irreverente respeto a la tradición a la que le dan una personalidad propia. Hay algo intelectual en ellos, una preocupación visual y una sensibilidad indie chic, anticuado término que aplica acá y es parte de su encanto.

Una filmografía básica de Baumbach debería incluir la juvenil Frances Ha, la californiana Greenberg (con Ben Stiller), la bergmanania The Meyerowitz Stories y While We’re Young con los habituales de la troupe, Ben Stiller y Adam Driver.

Driver —también conocido como Kylo Ren en la saga de Star Wars y uno de los actores más interesantes en actividad— se ha vuelto una parte importante del universo Baumbach y Ruido de fondo (que no se parece en nada a las otras) es parte de una saga que gira alrededor de su personaje.

Es casi como un un alter ego de Baumbach y de su crecimiento personal: los personajes de Driver en sus películas pasaron de la displicencia de Frances Ha, la petulancia juvenil de While We’re Young y a los conflictos de un artista (neoyorquino) que intenta conciliar su vida doméstica complicada y transcontinental en Historia de un matrimonio, que está en Netflix y es una de las grandes películas americanas de este siglo.

En Ruido de fondo, que transcurre en un ambiente universitario -como un ¿Quién le teme a Viriginia Woolf? sin alcohol- es Jack Gladney, un profesor (más bien un performer) de “estudios hitlerianos” en una década de 1980 distópica, en la que ciencia, los debates y hasta los estudios universitarios son de orates.

Los Gadley son un grupo variopinto. La esposa de Jack, Babette (Greta Gerwig, irreconocible), vive a dieta de unas misteriosas píldoras que esconde de su familia. Los adultos de la casa portan tres matrimonios frustrados y el clan ensamblado lo integran las hijas de Babette -la perpicaz púber Denise (Raffey Cassidy) y Steffie (May Nivola)-, el carismático Heinrich (Sam Nivola), que es hijo de Jack y y hay un chiquito de ambos.

Pasan una vida pasatista en una universidad donde los profesores usan toga y ejemplifican sus ponencias con una suerte de performática batalla de gallos. Hay un debate académico, por ejemplo, sobre las madres de Hitler y Elvis Presley defendida por el profesor Murray, que Don Cheadle interpreta como un interesante secundario, quien prologa la película con el papel de los accidentes de tránsito en el cine americano.

Todo tiene que ver.

La placidez del campus es alterada por una noticia catastrófica que podría alterar las rutinas. Es impredecible por lo que no conviene alertar más pero es una película posapocalíptica sobre la que algunos encontrarán lecturas referidas a crisis sanitarias recientes.

Pero el tono es de sátira al borde disparate que ya estaba, de hecho, en la novela de Don DeLillo, un escritor portador que convirtió de cierto exceso en el centro de una obra literaria que tiene sus legiones de acólitos.

Es, en cierto sentido, un continuador de una línea que -perdón el atrevimiento- se podría vincular a Kurt Vonnegut y Thomas Pynchon, de quien Paul Thomas Anderson adaptó con la misma caótica fidelidad, Vicio inherente.

Baumbach está desatado y lejos de los intimismos existenciales, acá la crisis es expresionista, con una puesta de escena que aporta a la extrañeza general. Hay referencias a Godard (el embotellamiento de Weekend, por ejemplo) y por momentos es más importante lo que se muestra que entender lo que está sucediendo.

Ruido de fondo es, quien lo puede dudar, la consecuencia de las capacidades narrativas y su poder dentro de la industria de Baumbach: puede hacer básicamente lo que se le da la gana.

Así, con su abundancia de datos, con su distopía irónica y sus despliegue visuales pero también en la sobredosis de ideas, es un poco caprichosa con Baumbach entrando a un territorio a explorar. Su ambición es su peor contraindicación.

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