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Con Natalia Oreiro, que estrena "Las Rojas": "Sigo siendo inquieta y buscando lo diferente"

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Natalia Oreiro en "Las Rojas". Foto: Difusión

ENTREVISTA

La actriz habla del western que coprotagoniza con Mercedes Morán, y también de su trabajo como conductora de "Got Talent" y "La Voz" en Uruguay

Los 15 minutos que Natalia Oreiro logra robarse de una jornada de rodaje (de un proyecto del que no se puede hablar) se convierten en media hora de recorrido acelerado por una carrera imparable.

La excusa para esta entrevista es, en concreto, el estreno de Las Rojas. La película de Matías Lucchesi (El pampero, Ciencias naturales) llegó ayer a cines y es un western femenino en el que Oreiro encarna a Constanza y Mercedes Morán a Carlota, dos paleontólogas que escalan de enemigas a cómplices en la preservación de un hallazgo natural inmenso. El antagonista es el actor Diego Velázquez, una encarnación de la invasión, la destrucción, la falta de sensibilidad, y entre los tres se construye una pieza profunda y de alta calidad.

Pero su historia, una vida que ahora se alterna entre Argentina y Uruguay, y su desarrollo como conductora que hoy la encuentra liderando La Voz en Canal 10, y que pronto la tendrá otra vez al frente de Got Talent, se cuelan en el diálogo. De eso, esta charla con El País.

—Te toca hablar de Las Rojas a tres años de haberla rodado, pandemia mediante. ¿Cómo pensás la película hoy?

—No sé si estoy tan despegada porque tengo esa sensación de que, por la pandemia, existió como una especie de impasse universal donde el tiempo no pasó tal cual uno lo conoce. Entonces de todos los proyectos que hice antes y durante, porque tuve la posibilidad de poder trabajar bastante en pandemia, no te desentendés hasta que ven la luz. Y Las Rojas estaba ahí, porque las películas no se completan hasta que las ve el público. Y ahora sucedió. Y si bien es un western, algo inusual por estos lados, es muy actual: habla de los vínculos de dos personas que están, en su forma y a su manera, enfrentadas; sobre la búsqueda de la verdad, sobre cómo el ser humano aborda ese cuidado ambiental. Es algo superactual.

—Lo que más atraviesa la película es, más allá de las locaciones, un trabajo físico de tu personaje, Constanza, que se maneja con diálogos concretos, concisos y con los gestos. ¿Cómo fue, en ese sentido, pasar esta historia por el cuerpo?

—Qué lindo eso porque de eso se trata el cine, de la posibilidad de contar con la mirada. Es el lugar donde uno más puede desarrollar el pensamiento visual, justamente por el tamaño de la pantalla; quizás en un celular la expresión de intimidad se pierde. Lamentablemente, y digo así porque soy una romántica y quiero que la sala de cine sea algo que perdure, pareciera que todo lleva a ver la ficción en dispositivos digitales, donde esas sutilezas muchas veces no se pueden transmitir. La transformación física y emocional que tiene mi personaje es difícil ponerla en palabras; ella es una observadora de lo que está pasando y es tan poderoso y vertiginoso lo que sucede, en el encuentro con Carlota, en el encuentro con el personaje de Freddy, de Diego Velázquez que vendría a encarnar la destrucción… Sí, el trabajo que hice con el director y mi coach tiene que ver más con lo que piensa que con lo que dice, y esa transformación fue la que buscamos. La de una mujer que arranca siendo muy rígida y termina trascendiendo hasta hacerse una con el espacio.

—En comparación con ese devenir de Constanza, ¿qué tan frecuente ha sido, en tu carrera, esto de tener que demostrar o ganarle a la subestimación?

—(Piensa) Yo creo que nos pasa a todos, ¿no? En mayor o menor medida. Porque siempre la mirada del otro es cruel, en cualquier profesión y a cualquier edad. En mi trabajo soy una persona muy minuciosa que trata de llegar con una propuesta al momento de la filmación; es algo que me gusta hacer, que elegí y que me da cierta seguridad, y que el otro se puede alegrar o puede chocar con tu idea. Y en ese cruce puede haber cierta subestimación por prejuicio, por género, por experiencia o porque directamente la persona es cruel. Y eso no es algo que me deje de suceder; es algo que como intérprete, como mujer, me pasa. Cuando era chica me pesaba y me angustiaba, por esa sensación de que todo el tiempo tenía que demostrar algo. Y viéndolo a la distancia estaba bien, porque yo estaba construyendo, buscando mis recursos, algo que yo sigo haciendo: sigo creciendo, sigo buscando mis recursos, sigo siendo inquieta y buscando cosas diferentes, con el riesgo que eso conlleva, porque no todas las personas pueden hacer todo. Pero un poco se trata de eso, de jugársela, de ir para adelante rompiendo tu zona de confort. Viéndolo a distancia me doy cuenta de que de chica era más polvorita, explotaba más, y ahora trato de tomar distancia y llegar a un punto de acuerdo... Me cuesta encontrar las palabras que me definan.

—La palabra que se me viene es “taurina”.

—Total, ¡yo soy taurina con ascendente en Tauro! (Se ríe) Ahora, por experiencia y por la búsqueda de cuál es mi mejor versión, intento encontrar distintas alternativas para llegar a un lugar. Pero no creo que tenga que ver con algo que me sucedió en particular, sino con algo que sucede a todo nivel, porque es de las peores cosas que tiene el ser humano: el prejuicio sobre el otro. Y es maravilloso darse cuenta que uno está equivocado y tener el agrado de ser abierto, permeable a la propuesta del otro. Al menos en mi trabajo, que es colectivo, ser cerrado en una idea no te lleva a ningún lado. Yo soy una persona muy proactiva, no soy de las que esperan a que le digan lo que tiene que hacer; nunca lo fui y no creo que cambie. Y es parte de mi personalidad, sin tener que demostrar nada, más que a mí misma. Que es más una búsqueda de mi mejor versión, o de todas las versiones que puedo llegar a ser, y una elección propia de correrse del lugar establecido. Es la búsqueda de nuevos desafíos, en el plano actoral o en cualquiera. A mí hay muchas cosas que me gustan hacer, y en el plano personal me gustan un montón de cosas y voy aprendiendo. Me gusta mucho la filosofía, la historia, la arquitectura en relación a la historia de los países, la conservación del patrimonio nacional, me gusta mucho la botánica, y soy muy curiosa.

Natalia Oreiro. Foto: Gentileza Natalia Oreiro
Natalia Oreiro. Foto: Gentileza Natalia Oreiro

—En esto de ir para adelante, laboralmente estás haciendo mucho. Quizás porque has ganado mayor lugar en la televisión uruguaya, entre los programas y las publicidades, y entonces estás muy presente, pero da la sensación de que estas trabajando más que nunca.

—Como que siempre fui así igual, ¿eh? (Se ríe) Pero si se puede agradecer algo de la pandemia, a mí me encontró estando más de la mitad del año en mi país y eso fue maravilloso, porque me dio la posibilidad de estar mucho en contacto con mis papás y de encontrarme con mi esencia. Es algo que trato de no perder, de rescatar, pero ahora respiro la rambla de acá y el “ta”, el “chiquilines”, me salen naturalmente y me vuelven a los 15, a los 12, a la casa de mi abuela en el Cerro. Y es cierto que lo que me sucedió es que Uruguay me dio la posibilidad que no venía aceptando en Argentina, que es la de ser conductora.

—Un rol que habías ocupado en eventos, en premios…

—Pero más desde el lugar de actriz. En Argentina me lo habían propuesto, pero yo era reticente porque no quería ocupar un espacio que, entendía, no estaba preparada para ocupar. Y cuando aparece la posibilidad de hacer Got, Nacho (Varela), el productor, me dijo: “No tenés que ser otra que no seas vos”. Y esa frase me hizo ponerme en el lugar de que todas esas personas que estaban yendo a buscar un sueño también era yo. Es más, creo que es el lugar donde más genuina soy. Ser conductora de Got o de La Voz no me cuesta porque no quiero ser otra, y sentí en ese punto que no había una expectativa de que yo hiciera algo diferente a mi esencia. Y eso me relajó mucho. Pero yo no me hubiera animado a hacerlo en Argentina. Yo siento que en mi país soy yo, soy “la Nati”, y en Argentina, no sé por qué, me cuesta más hacer personajes como actriz si se me reconoce mucho como Nati en la televisión.

—Y finalmente este año vas a conducir en Argentina.

—¡Al final me convencieron! Pero The Masked Singer es un proyecto que me gusta mucho, muy familiar, algo lúdico que tiene que ver conmigo. Hoy no me veo siendo una conductora más tradicional.

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