Murió a los 87 años Claudia Cardinale, la mujer que fue un ícono del cine italiano y emblema de la libertad

Claudia Cardinale, que murió en París a los 87 años, trabajó con los más grandes del cine, de Visconti a Fellini, pero nunca se sintió a gusto en Hollywood: "Me siento europea y en Europa quiero vivir".

Claudia Cardinale
Claudia Cardinale en 1961.
Foto: Pierre Guillaud / AFP

La actriz Claudia Cardinale, referente del cine de los años 1960, falleció este martes "a los 87 años" en Nemours, cerca de París, donde vivía, anunció su agente a la AFP. Murió rodeada de sus hijos.

Cardinale trabajó con directores como Luchino Visconti, Federico Fellini, Richard Brooks, Henri Verneuil y Sergio Leone. "Nos deja el legado de una mujer libre y llena de inspiración tanto en su trayectoria de mujer como de artista", declaró su agente, Laurent Savry, en un mensaje enviado a la AFP.

Una infancia colonial, el éxito en el cine, la explotación del "mito erótico" y una vida de leyenda es el legado de Claudia Cardinale, una de las mujeres más aclamadas del cine del siglo XX que también sufrió el peso del machismo de la industria, al que enfrentó con su inquebrantable y famosa rebeldía.

Los primeros años de su vida transcurrieron en un Túnez bajo protectorado francés, pero sus padres, de orígenes sicilianos, se encargaron de inculcar la cultura italiana a sus cuatro hijos, dos niños y dos niñas, de los que Claudia fue la primogénita. Puede que esta posición dinástica le confiriera un fortísimo carácter que no amainó jamás, ni en la escuela de monjas a la que fue y desde donde, por casualidad, se inició en el cine.

A la joven Cardinale nunca le interesó el cine —no es cierto que adorara a Brigitte Bardot, como suele decirse—, sino que soñaba con ser exploradora.

Un día cualquiera, saliendo del colegio, se le acercó un cineasta que buscaba actrices. La chica salió corriendo, desinteresada, tal y como ha recordado en alguna ocasión, pero el hombre contactó a sus padres y logró el beneplácito para incluirla en su película.

Aquel director era René Vautier, exponente anticolonialista, y la obra que tramaba era el corto Les anneaux d'or (1956), con el que se alzaría con el Oso de Plata de la Berlinale. Dos años después, también estrenaba en Cannes su primer papel destacado y en largo, Goha (1958), protagonizada por Omar Sharif.

Claudia Cardinale
Claudia Cardinale en su juventud.
Foto: STF/AFP

Sin embargo Cardinale logró irrumpir en el mundo del cine coronándose en un concurso de belleza que tenía como premio un billete para la Mostra de Venecia y su paso por el certamen encantó a todos.

De este modo, aquella muchacha tunecina de orígenes italianos y que hablaba francés decidió apostar por el país de sus ancestros y volar a Italia, donde debutó en una de las comedias más reconocidas, I Soliti Ignoti (1958) de Mario Monicelli.

Pero cuando empezaba a saborear las mieles del éxito, su vida se vio marcada por un hecho doloroso: una violación por la que quedó embarazada.

Decidió tener a su hijo, pero tuvo que hacerlo a escondidas en Londres. Pasaría años afirmando que aquel niño, llamado Patrick, era su hermano pequeño antes de contar la verdad a todo el mundo y a su propio vástago.

Cardinale siempre afirmó que el "único hombre" de su vida había sido el cineasta napolitano Pasquale Squiteri, fallecido en 2017, de quién se enamoró rodando I Guappi (1974) y con quien tuvo su segunda hija, Claudia.

Sin embargo, antes había mantenido un largo idilio con uno de los grandes productores italianos, Franco Crisaldi, con quien se casó en 1966, aunque la actriz logró anular las nupcias. De él siempre reconoció que se había sentido "contratada", puede que algo explotada, pues en sus mejores tiempos la hacía grabar hasta cuatro películas al año a cambio de un nimio sueldo mensual.

La era dorada de Claudia Cardinale

Los sesenta representaron su época dorada, también como un icono de belleza mundial. En 1963 fue un enigma en Ocho y medio de Federico Fellini y deslumbró vestida de época en Il Gattopardo de Luchino Visconti, dos maestros que se odiaban y que no tuvieron más remedio que repartirse a la bella Claudia en sus rodajes. Los dos jóvenes actores de estos clásicos, Marcello Mastrianni y Alain Delón, quedaron cautivados por ella, pero a ambos dijo "no".

Después aterrizó en Hollywood, pero, pese a su acogida como amiga de Alfred Hitchcock, Barbara Streisand o Steve McQueen, nunca llegó a sentirse como en casa: "Yo me siento europea y en Europa quiero vivir", decidió, tal y como reconoció en una entrevista después.

Trabajó en Circus World (1964) con John Wayne y Rita Hayworth, en Blindfold (1965) con Anthony Quinn y en I Professionisti (1966) volvió a toparse con Burt Lancaster, con quien había bailado arrebatadoramente en la monumental película de Visconti.

Morena, exuberante, de cara redondeada y grandes ojos, Cardinale también fue una mujer del Oeste: hizo de prostituta para Sergio Leone en C'era una volta il West como única mujer del reparto. Volvió a probar suerte en ese género en Le pistolere (1971), un western en tierra española con dos femme-fatale, ella y Brigitte Bardot, el icono con el que soñaban todas las niñas de su colegio.

En su nómina artística se agolpan cientos de títulos no solo de cine, sino también de televisión y teatro.

A través de su larga existencia, nunca demostró tibieza y defendió múltiples causas, desde la defensa del medio ambiente o la lucha contra la violencia machista, y para ello creó su fundación.

Sus últimos años los pasó en París, adonde voló espantada por unos paparazzi que no le dieron nunca tregua en las calles de Roma, mostrando nuevamente que la indómita Claudia Cardinale no temía a los cambios si en juego estaba su libertad.

Claudia Cardinale
Claudia Cardinale en sus últimos años.

EFE y AFP

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